Las lecturas del 16 Domingo Ordinario (ciclo B) dan un sentido a la vida propia: no estamos solos, no somos un accidente de la naturaleza, no somos una casualidad de la materia; estamos acompañados, tenemos a alguien que nos cuida y ama y que a todos pide acudir a su llamado.

Primera lectura

La primera lectura (Jeremías 23, 1-6) contiene como gran tema de este 16 Domingo Ordinario (ciclo B) la frase «Reuniré el resto de mis ovejas y les pondré pastores».

Son las palabras de Dios, «¡Ay de los pastores que extravían y dispersan el rebaño de mis pastizales!»

«Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países por donde las dispersé y las traeré a sus praderas, donde crecerán y se multiplicarán. Pondré al cuidado de ellas pastores que las apacentarán; no temerán más ni se espantarán, ni volverá a faltar ninguna».

El salmo responsorial retoma el tema, al decir,

«El Señor es mi pastor, nada me falta… Me guía por la senda del bien… Aunque pase por un valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú estás conmigo; tu vara y tu bastón me dan seguridad… Tu amor y tu bondad me acompañan todos los días de mi vida; y habitaré por siempre en la casa del Señor”.

La imagen del pastor, muy propia de los viejos tiempos a los que las lecturas hacen referencia, es muy poderosa y descriptiva, usada múltiples veces en las Escrituras. El pastor cuida de sus ovejas, las mantiene junto a él, evita que se extravíen. Es la misma exacta idea que se repite en el evangelio.

Evangelio

En el evangelio de este 16 Domingo Ordinario (ciclo B), de S. Marcos (6, 30-34), el tema sigue. Se cuenta que

«En aquel tiempo, los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. El les dijo: «Vengan ustedes solos a un lugar deshabitado, para descansar un poco». Porque eran tantos los que iban y venían, que no tenían ni tiempo para comer. Se fueron, pues, en la barca, ellos solos, a un lugar deshabitado. Pero los vieron alejarse y muchos, al reconocerlos, fueron allá por tierra desde todos los pueblos, llegando incluso antes que ellos. Al desembarcar, vio Jesús un gran gentío, sintió compasión de ellos, pues eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas”.

La última frase encierra un gran mensaje: incluso cansados y sin comer, la gente busca a los pastores y Jesús mismo compadecido al verles, y «se puso a enseñarles muchas cosas».

La idea es profunda, pues nos hace entendernos como esas ovejas que pueden extraviarse y que en Jesús encuentran el rumbo y su sentido de ser. El pastor siempre está dispuesto a cuidar a sus ovejas y así debemos entender a Dios, siempre dispuesto a recibirnos, a cuidarnos, a unirnos a todos a su alrededor. Él hará todo por llamarnos, pero está en nosotros acudir a él.

Segunda lectura

En la segunda lectura (Efesios 2, 13-18) San Pablo confirma un elemento muy valioso en este 16 Domingo Ordinario (ciclo B), la universalidad de Dios como nuestro pastor.

Dice el apóstol,

«Él ha reconciliado a los dos pueblos con Dios uniéndolos en un solo cuerpo por medio de la cruz y destruyendo la enemistad. Su venida ha traído la buena noticia de la paz: paz para ustedes los de lejos y paz también para los de cerca; porque gracias a él unos y otros, unidos en un solo Espíritu, tenemos acceso al Padre».

Refiriéndose a judíos y gentiles, Pablo redondea la idea. Dios es el pastor universal. Todos estamos llamados a él, sin importar quiénes somos. Destruye nuestras enemistades y nos acerca a él, en un sólo rebaño.

En conjunto

Las lecturas dan un sentido a la vida propia: no estamos solos, no somos un accidente de la naturaleza, no somos una casualidad de la materia; estamos acompañados, tenemos a alguien que nos cuida y ama y que a todos pide acudir a su llamado.

Es un mensaje de gozo y alegría, como los que nadie más puede darnos. Sí, tenemos a un amoroso pastor que nos quiere junto a él. ¿Cómo entender esto en su totalidad?

Las palabras del salmo nos dan una idea para entenderlo. Con Dios nada nos falta —

«… Me guía por la senda del bien… Aunque pase por un valle tenebroso, ningún mal temeré… Tu amor y tu bondad me acompañan todos los días de mi vida; y habitaré por siempre en la casa del Señor».

Si estamos junto a Dios, si lo aceptamos como nuestro pastor, nada nos faltará. Nada.