Por eso, cuando veamos esa escena de Natividad, el nacimiento que tenemos en casa, y contemplemos a la pequeña figura del niño, deberemos entender que ese infante es el que hizo las cosas nuevas, Dios mismo que vino a nosotros y, más aún, se ha quedado con nosotros, según dicen las lecturas del 2 Domingo Adviento (ciclo A).

Primera lectura

Resulta lógico que todas las lecturas de este domingo hagan referencia al significado del tiempo que inicia, como lo señala marcadamente la antífona de entrada, «…mira que el Señor va a venir para salvar a todos los hombres y dejará oír la majestad de su voz para alegría de nuestro corazón».

La primera lectura del 2 Domingo Adviento (ciclo A), del libro del profeta Isaías (11, 1-10), en un estilo que puede llamarse poético habla de eso al decir, «… brotará un renuevo del tronco…, un vástago florecerá de su raíz. Sobre él se posará el espíritu del Señor…»

Y continúa con una visión de ese vástago al hablar de que él,

«No juzgará por apariencias… defenderá con justicia al desamparado y con equidad dará sentencia al pobre; herirá al violento… matará al impío. Será la justicia su ceñidor, la fidelidad apretará su cintura».

Es decir, no solamente se anuncia el brotar del renuevo, sino lo más importante, el inicio de una nueva era, distinta y nueva, la de Jesucristo.

En ella está implícita esa acción, la de separar a los impíos de los desamparados, algo que repetirá Mateo en el evangelio de hoy al citar las palabras de San Juan Bautista.

Se trata sin duda de la llegada de una nueva era, el anuncio de un mundo diferente, que en esta primera lectura se describe usando imágenes paradójicas.

«Habitará el lobo con el cordero, la pantera se echará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos… La vaca pastará con la osa… El león comerá paja con el buey…»

Evangelio

Mateo (3, 1-12) en el evangelio del 2 Domingo Adviento (ciclo A) habla de San Juan Bautista en el pasaje en el que él predica diciendo, «Arrepiéntanse, porque el Reino de Dios está cerca».

De nuevo un anuncio, el de un nuevo mundo, un reino diferente que viene a nosotros. Las palabras de Juan atraen a algunos, que confiesan y se bautizan, que se preparan para eso nuevo que viene.

Pero otros merecen palabras duras de Juan,

«Raza de víboras, ¿quién les ha dicho que podrán escapar al castigo que les aguarda? Hagan ver con sus obras su arrepentimiento y no se hagan ilusiones pensando que tienen por padre a Abraham».

Y sigue a estas otras palabras que se refieren ya a ese que viene,

«…es más fuerte que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. Él tiene el bieldo para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo y quemará la paja…»

La misma idea de Isaías, que habla de la distinción entre el impío y el desamparado.

Si combinamos las dos lecturas debemos quedarnos con un mensaje principal, el del inicio de algo nuevo, de la llegada de quien tiene poder para separar a los buenos de los malos, de quien tiene «el espíritu del Señor, espíritu de sabiduría e inteligencia… de consejo y fortaleza… de piedad y temor de Dios»

Alguien en quien todas las cosas serán nuevas, como dice el salmo responsorial, «rey de justicia y de paz».

Segunda lectura

Las primeras palabras de la segunda lectura del 2 Domingo Adviento (ciclo A), la carta a los romanos de San Pablo (15, 4-9) ponen en perspectiva el anuncio de esa nueva era.

«Todo lo que en el pasado ha sido escrito en los libros santos, se escribió para instrucción nuestra…»

Para luego hacer referencia a la armonía que en Isaías se describe con esas imágenes tan vívidas, pero que en Pablo toman otra forma,

«Que Dios… les conceda a ustedes vivir en perfecta armonía unos con otros, conforme al espíritu de Cristo Jesús… acójanse los unos a los otros como Cristo los acogió a ustedes para gloria de Dios».

En resumen

Este 2 Domingo Adviento (ciclo A) reitera y complementa la idea de una época de preparación previa a un suceso extraordinario, el mayor de todos los tiempos, anunciado en los libros santos: el arribo del «rey de justicia y paz».

Esto nos sirve de ayuda en la comprensión total de lo que conmemoramos este mes, nos sirve para entenderla completamente, porque va más allá de la imagen tradicional, buena pero limitada, de una escena de Natividad.

Infinitamente mayor a las decoraciones navideñas que se contentan con el uso de motivos como hombres de nieve, luces, renos y árboles adornados.

Lo que conmemoraremos en pocos días va mucho más allá, es el comienzo de una época nueva, diferente y nueva, totalmente nueva.

Es la celebración de la nueva vida, una vida «conforme al espíritu de Cristo Jesús», como dice Pablo.

Por eso, cuando veamos esa escena de Natividad, el nacimiento que tenemos en casa, y contemplemos a la pequeña figura del niño, deberemos entender que ese infante es el que hizo las cosas nuevas, Dios mismo que vino a nosotros y, más aún, se ha quedado con nosotros.