Explicado en un texto breve que define a la deidad de una manera cómoda y relajada, pero que es su fondo es triste y patética. El triste Dios de Spinoza, una interpretación popular de la divinidad.

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La fama del Dios de Spinoza

En la revisión de la literatura al respecto, la popularidad de esa interpretación divina se origina en A. Einstein. El célebre físico dijo que él creía en el Dios que había definido B. Spinoza.

El patrocinio de Einstein a la idea de Spinoza parece haber sido suficiente como para justificar la masificación de la idea atribuida a él.

Este último, un filósofo del siglo 17, un racionalista conocedor de la Biblia, habría tenido poca oportunidad de ser conocido más allá de su ámbito natural, si no fuera por  el endoso que le dio un físico (y no un teólogo).

Efectivamente, Einstein aseveró eso.

«Albert Einstein nombró a Spinoza como el filósofo que ejerció la mayor influencia en su visión del mundo (Weltanschauung). Spinoza equiparó a Dios (sustancia infinita) con la Naturaleza, de acuerdo con la creencia de Einstein en una deidad impersonal. En 1929, el rabino Herbert S. Goldstein le preguntó a Einstein en un telegrama si creía en Dios. Einstein respondió por telegrama: «Creo en el Dios de Spinoza que se revela en la armonía ordenada de lo que existe, no en un Dios que se preocupa por el destino y las acciones de los seres humanos”».

Las ideas de Spinoza

Sus conceptos de Dios son complejos y se han prestado de interpretaciones que lo han calificado de ateo y panteísta

No cree en la inmortalidad del alma, ni es la providencia de Dios. Es decir, niega el Dios que comprendieron sus ancestros, quienes ya no estaban obligados por las leyes de Dios a los judíos. Para él Dios y la Naturaleza identificaban una misma realidad.

«Spinoza fue un gran filósofo holandés, materialista y ateo. Refutaba a dios como creador de la Naturaleza, considerando, que la propia Naturaleza es dios. Al llamar a la Naturaleza dios, Spinoza quiso significar que la Naturaleza es la causa de sí misma, que ella misma lleva implícita la causa de su propia existencia y de la de todos los objetos». filosofia.org

La versión moderna del Dios de Spinoza

El texto que circula en línea y que define a esa comprensión de Dios no es de Spinoza, como suele aparecer a menudo.

Su autor es Anand Dílvar, el seudónimo de un autor y «terapeuta Gestalt, entrenado en India en técnicas meditativas y terapéuticas de Osho y adoptado por los Nativo-americanos como Danzante del Sol y seguidor del Camino Rojo».

Ese texto moderno contiene una interpretación subjetiva y actual del «Dios de Spinoza», que analizo en lo que sigue. Trataré de mostrar que el «Dios de Spinoza» es una divinidad cómoda y relajada, que en su fondo es triste. En fin, hagamos un poco de filosofía.

Gozo y diversión, sin responsabilidades

El texto interpreta a Spinoza creado un Dios que pide que la persona tenga una existencia de diversión y entretenimiento. Solamente eso.

«Quiero que goces, que cantes, que te diviertas y que disfrutes de todo lo que he hecho para ti […] El sexo es un regalo que te he dado y con el que puedes expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. Así que no me culpes a mí por todo lo que te han hecho creer».

No existen rendición de cuentas, ni faltas. Ese Dios no quiere más que el gozo sin que cuente el bien ni el mal. La libertad parece ser absoluta.

«Te he hecho absolutamente libre, no hay premios ni castigos, no hay pecados ni virtudes, nadie lleva un marcador, nadie lleva un registro […] Lo que quiero que hagas es que salgas al mundo a disfrutar de tu vida».

Y pide aceptarse a uno mismo sin límites ni limitaciones. Todo acto tiene una justificación válida. Es la excusa perfecta.

«Si yo te hice… yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de sentimientos, de necesidades, de incoherencias… de libre albedrío ¿Cómo puedo culparte si respondes a algo que yo puse en ti? ¿Cómo puedo castigarte por ser como eres, si yo soy el que te hice?»

Naturaleza y Dios

Un llamado a dejar de pensar y creer para sustituir eso con emociones y sentimientos.

«Mi casa está en las montañas, en los bosques, los ríos, los lagos, las playas. Ahí es en donde vivo y ahí expreso mi amor por ti […] Deja de creer en mí; creer es suponer, adivinar, imaginar. Yo no quiero que creas en mí, quiero que me sientas en ti. Quiero que me sientas en ti cuando besas a tu amada, cuando arropas a tu hijita, cuando acaricias a tu perro, cuando te bañas en el mar».

«Te dejo solo y…»

Dios, en esta concepción, deja a la persona sola con su existencia. Ella es indiferente para él.

« Yo no te juzgo, ni te crítico, ni me enojo, ni me molesto, ni castigo. Yo soy puro amor. Deja de pedirme perdón, no hay nada que perdonar […] Olvídate de cualquier tipo de mandamientos, de cualquier tipo de leyes; esas son artimañas para manipularte, para controlarte, que sólo crean culpa en ti».

«…déjame solo»

Y la otra parte es lógica, el triste «Dios de Spinoza» pide que lo dejemos solo, que no nos relacionemos con él.

«Eres absolutamente libre para crear en tu vida un cielo o un infierno. No te podría decir si hay algo después de esta vida, pero te puedo dar un consejo. Vive como si no lo hubiera. Como si esta fuera tu única oportunidad de disfrutar, de amar, de existir». 

Otra manera de pedir lo mismo.

« Deja ya de estar leyendo supuestas escrituras sagradas que nada tienen que ver conmigo […] Deja de complicarte las cosas y de repetir como un loro lo que te han enseñado acerca de mí. Lo único seguro es que estás aquí, que estás vivo, que este mundo está lleno de maravillas. ¿Para qué necesitas más milagros? ¿Para qué tantas explicaciones?».

La petición se repite.

«Deja ya de estar rezando y dándote golpes en el pecho! […] Deja ya de ir a esos templos lúgubres, obscuros y fríos que tú mismo construiste y que dices que son mi casa […] Deja de alabarme, ¿Qué clase de Dios ególatra crees que soy? Me aburre que me alaben, me harta que me agradezcan».

Es una petición de aislamiento en ambos sentidos, de él hacia las personas y de ellas hacia él. Corroborado en esto:

«Deja ya de culparme de tu vida miserable; yo nunca te dije que había nada mal en ti o que eras un pecador, o que tu sexualidad fuera algo malo».

No hay nada más que esta vida ¿o sí?

Afirma este triste «Dios de Spinoza» que nada hay después de esta vida, que ella es lo único que existe.

« Amado mío, esta vida no es una prueba, ni un escalón, ni un paso en el camino, ni un ensayo, ni un preludio hacia el paraíso. Esta vida es lo único que hay aquí y ahora y lo único que necesitas […] Eres absolutamente libre para crear en tu vida un cielo o un infierno. No te podría decir si hay algo después de esta vida, pero te puedo dar un consejo. Vive como si no lo hubiera.».

Aunque también dice que puede ser que haya algo.

«[…] si no hay nada [después de esta vida], pues habrás disfrutado de la oportunidad que te di. Y si lo hay, ten por seguro que no te voy a preguntar si te portaste bien o mal, te voy a preguntar ¿Te gustó?… ¿Te divertiste? ¿Qué fue lo que más disfrutaste? ¿Qué aprendiste?…»

Una petición adicional

El mandato de diversión y el de dejar solo a Dios, se completa con una petición extra.

«Respeta a tus semejantes y no hagas lo que no quieras para ti. Lo único que te pido es que pongas atención en tu vida, que tu estado de alerta sea tu guía».

Caravaggio - The Supper at Emmaus [1601]
«Caravaggio – The Supper at Emmaus [1601]» by Gandalf’s Gallery is licensed under CC BY-NC-SA 2.0.

Una invención cómoda

«Soy de la opinión de que Dios no existe, que toda religión es una invención y que lo inventamos a Dios para sentirnos bien e imaginar que cumplimos con cosas que también son inventadas. ¿Qué puede decir de esto?»

Una narrativa común. Es frecuente pensar que la idea de Dios es producto de una imaginación desbocada. Más aún, también se habla de inventar a un Dios mejorado con respecto a, por ejemplo, el de la Biblia, por ejemplo, el popular, pero triste, «Dios de Spinoza» que circula en línea.

Es fascinante que ese «invento» sea tan universal, en todo tiempo y lugar. Como que existe algo en la naturaleza humana que nos lleva a admitir que Dios existe.

Por supuesto, hay varias versiones. Sabemos de creencias en muchos dioses y en uno solo. En fin, lo sorprendente es que esa creencia en un ser superior o varios sea tan generalizada.

Lo que lleva a plantear el problema de otra manera posible. Si Dios realmente existe, eso nos llevaría a la invención del ateísmo, la suposición de que Dios no existe.

Y, entonces, estaríamos hablando de acusaciones mutuas de inventar lo que no existe y eso no lograría ninguna posibilidad de acuerdos entre las partes. Nos quedaríamos en acusaciones mutuas y eslóganes que son estériles.

Inventando un dios

Existe una manera de tratar el problema. Si tratamos de inventar un dios, tendríamos que hacerlo de cierta forma. Una que se acoplara a lo que pensamos, a lo que nos gustaría de ese invento, a nuestras ideas.

Cada una de las personas, casi seguramente, crearía su propio dios personal, el que se acomode a sus creencias y gustos. Un dios relajado y cómodo.

Más aún, el dios inventado tendría que cambiar de opinión de acuerdo con los cambios de opinión de su inventor. Un dios flexible, al que poco le interesáramos.

Para unos podría ser un dios que consuela en un momento, pero que en otro es permisivo. O bien, podría ser uno que en cierto momento sustituyera a la razón y en otros la siguiera. El resultado neto de esto, sería el mismo que tiene el ateísmo.

Cuando cada uno inventa su dios, cómodo, flexible y relajado, como el de Spinoza, Dios ha sido negado, convertido en una imagen triste. El dios de cada quien permitiría los gustos de cada uno y terminaríamos igual que si Dios no existiese.

Descubriendo a Dios

Esto, creo, nos lleva a una situación particular, un tanto curiosa. Pensemos en el Dios del Cristianismo y en la posibilidad de que sea un producto de la imaginación, toda una invención.

Haciendo de lado las pruebas de la existencia de Dios, debemos considerar una pregunta muy realista.

¿No resulta demasiado molesto el Dios del Cristianismo como para haber sido inventado? Digo, porque nos exige, nada escapa a su vista, tiene reglas claras y molestas, es todopoderoso, le importamos, nos promete una recompensa final.

Me imagino que un dios inventado sería de otra índole más cómoda para nuestra vida. El Dios que se descubre es de otra naturaleza, alegre, no triste, como el de Spinoza.

Sin que nos demos mucha cuenta de ello, eso es precisamente lo que se hace.

Una persona, por ejemplo, muy dada a los placeres carnales, puede inventar su propio dios a la medida, una modificación del Dios cristiano. Uno que le autorice esos placeres y otros placeres porque, después de todo, podrá afirmar que «Dios nos dio el sexo para disfrutarlo todo lo posible».

Conclusión, el Dios triste de Spinoza

La percepción general del texto de este autor que interpreta a Spinoza es la de un Dios con cierta dosis de maldad, que crea a las personas y luego pide que lo dejemos solo, que hagamos lo que queramos. 

No le importamos. Una concepción triste y lamentable que pone a la vida como temporal, materialista y que exige ningún uso de la razón, solo sentimientos. Un Dios triste que se atribuye a Spinoza y que tiene una ventaja, la de liberar a la persona de cualquier mandato moral.

Una divinidad cómoda para quien quiere deshacerse de responsabilidades y vivir según sus antojos.


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