Las tres lecturas del 29 Domingo Ordinario (ciclo B) tienen ese común denominador. Con Isaías se nos abre la visión de que los sufrimientos por los que pasamos son temporales, que más tarde vendrá el gozo y el consuelo. En san Marcos, las palabras de Jesús contienen la misma idea esencial: se tiene que pasar por una prueba antes de la etapa última.
Primera lectura
En este 29 Domingo Ordinario (ciclo B), la primera de las lecturas (Isaías 53, 15-21) establece el tema de las siguientes lecturas, al hablar de sufrimiento. Lo hace con palabras severas a las que sigue el gran consuelo. Dice al inicio,
«El Señor quiso triturar a su siervo con su sufrimiento. Cuando entregue su vida como expiación, verá a sus descendientes, prolongará sus años y por medio de él prosperarán los designios del Señor».
Ese mismo ciclo se repite en la siguiente parte de esta lectura, al decir, «Por las fatigas de su alma, verá la luz y se saciará, con sus sufrimientos justificará mi siervo a muchos, cargando con los crímenes de ellos».
Un ciclo que inicia con sufrimiento, pero que termina con alivio y gozo.
Evangelio
El evangelio de este 29 Domingo Ordinario (ciclo B), de San Marcos (10, 35-4-5) da sentido a esas palabras un tanto misteriosas de la primera lectura, sobre todo eso de «cuando entregue su vida como expiación».
La narración inicia con Santiago y Juan que se acercan a Jesús. Podemos imaginarlos buscando un momento en el que pudiesen hablar a solas con él. Le van a pedir un favor. Le dicen, «Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte».
Jesús habla, «¿Qué es lo que desean?». No hay más que curiosidad. Aunque sabía qué iban a pedir, él sigue la conversación. Los dos apóstoles van al grano, dice, «Concede que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria».
La petición es fabulosa. Es ambiciosa, pero contiene fe, una gran fe. No harían tamaña petición de no estar convencidos de que Jesús es Dios mismo. Y reaccionan muy humanamente, quieren estar al lado de él.
La respuesta de Jesús está llena de contenido. Les responde, «No saben lo que piden. ¿Podrán pasar la prueba que yo voy a pasar y recibir el bautismo con que seré bautizado?». Sí, los dos apóstoles no tienen mucha idea de lo que solicitan y, si lo quieren, deben pasar por esa prueba.
Una prueba que explica ese ciclo en Isaías, el de sufrimiento primero y más tarde consuelo. Los apóstoles, es posible imaginar, no tenían mucha idea de lo que Jesús decía y contestaron que sí podían.
A continuación, Jesús es más explícito, dice,
«Ciertamente pasarán la prueba que yo voy a pasar y recibirán el bautismo con que yo seré bautizado; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; eso es para quienes está reservado».
Significa que pasarán por ese ciclo y que estarán con él, pero lo de sentarse a cada lado de Jesús no es algo que él decida.
Termina el evangelio con un detalle muy humano. El resto de los apóstoles se entera de esa petición y reaccionan ellos como hubiéramos reaccionado todos, se indignan. La ocasión se presta a una lección muy clara.
Jesús reúne a los doce y les habla, diciéndoles, «Ya saben que los jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños y los poderosos las oprimen. Pero no debe ser así entre ustedes». El contraste es fuerte, comparando a los poderosos como los opuestos de ellos.
Y, sí, son lo opuesto. Jesús dice,
«Al contrario: el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos, así como el Hijo del hombre, que no ha venido a que lo sirvan, sino a servir y a dar su vida por la redención de todos».
Segunda lectura
En la segunda lectura (Hebreos 4, 14-16) dice san Pablo, que Jesús es «nuestro sumo sacerdote», que el mismo Jesús «ha pasado por las mismas pruebas, que nosotros, excepto el pecado».
Y que podemos acercarnos «con plena confianza al trono de la gracia, para recibir misericordia, hallar la gracia y obtener ayuda en el momento oportuno».
Son estas últimas palabras las que redondean la idea de las lecturas del 29 Domingo Ordinario (ciclo B). No se trata de ambicionar sentarnos a ambos lados de Jesús en el Cielo, sino de acercarnos a él, de obtener su gracia en esos momentos del ciclo, cuando estemos tal vez en situaciones que nos hacen sufrir.
En conjunto
Las tres lecturas del 29 Domingo Ordinario (ciclo B) tienen ese común denominador. Con Isaías se nos abre la visión de que los sufrimientos por los que pasamos son temporales, que más tarde vendrá el gozo y el consuelo. En san Marcos, las palabras de Jesús contienen la misma idea esencial: se tiene que pasar por una prueba antes de la etapa última.
Una prueba en la que los planos humanos se invierten, no se trata de ser servido, sino de servir y dar la vida, esta vida, a cambio de la siguiente, para al final, como lo establece san Pablo, estar cerca de Dios, de su trono al final de lo tiempos.
La lección para nuestra vida diaria aparece con claridad. Sí, en esta existencia terrenal pasaremos por tiempos difíciles que son precisamente esos en los que debemos poner nuestra confianza y nuestro amor en Jesús.
Nuestros sufrimientos son temporales, parte de nuestro ciclo, con fe en su última etapa, la de estar cerca de Dios.