Basta ponerse a pensar siquiera un poco para derivar ideas como las que aquí se proponen. Es el tema de la Ética sacada del mero sentido común, del solo ponerse a pensar razonablemente en eso que «debe ser» y que crea normas universales que sería conveniente seguir.

Introducción

Un análisis en el que no se necesita nada más que un sillón. Eso y una mente curiosa. Partamos de la aseveración de una persona:

«Trato de hacer el bien y evitar el mal, aunque a veces no actúo así».

Seguramente la inmensa mayoría de las personas estarán de acuerdo con eso. Más aún, muy probablemente pasen por eso con frecuencia.

Eso quiere decir que tenemos alguna idea ética de simple sentido común acerca de lo bueno y de lo malo, aunque ella sea primitiva y poco desarrollada. Y esa idea de lo bueno y de lo malo resulta aplicable a cada uno: tratamos de hacer lo que es bueno para nosotros y evitar lo que es malo para nosotros.

📍 De inmediato, surgen conceptos como el de la conciencia personal y el de la conciencia distorsionada, en medio de eso que ha sido llamado crisis de valores. Este es el campo de la virtud, los medios y fines y el asunto de quién define el bien y el mal.

El bien y el mal personales

En este plano inicial, lo bueno y lo malo están determinados por el bienestar de la persona. Ella lo entiende como un «bueno para mí» o un «malo para mí». Es como una abstracción de lo bueno y de lo malo aplicada a la persona misma y solo a ella.

Esta abstracción crea reglas éticas propias de la persona, como una especie de código de sentido común práctico e individual al que la persona respeta y trata de apegarse. Ella ha creado un sistema ético centrado en su propio bien. Algo que es notable porque ha fabricado normas abstractas de comportamiento y que le sirven de guía para actuar.

Es decir, ha producido una definición de «bien» y de «mal». Todo un logro mental por muy primitiva que sea esa definición. Ha creado algo universal que, en teoría al menos, debiera concluirse que fuese un código válido para todos. Pedirá a todos los demás, por ejemplo, que no roben sus posesiones.

El bien y el mal de los otros

Sería en extremo difícil que la persona que ha creado su propio sistema ético dijese que no es lo suficientemente bueno como para aplicarse universalmente.

Si ella quiere justificar sus actos usando a la moral que ha creado, tendría que necesariamente aceptar que quienes actuaran de acuerdo con esas normas estarían obrando correctamente. El inicio de las reglas éticas universales usando el sentido común.

Mayor claridad

Exagero para entendernos: si la persona considera que es bueno que ella robe para alcanzar su bien propio, tendrá que aceptar por mero sentido común que debe dar su aprobación ética irrestricta a quien le robe a ella. La razón es sólida: quien le ha robado actúa de manera igual al principio que ella misma considera positivo.

En la conducta de todos nosotros, cuando actuamos buscando el bien y evitando el mal, existe una definición personal de bien y de mal. Y que esa definición intenta ser universal, aplicable a todos.

Si yo actúo diciendo que lo que hago es bueno, en esa afirmación mía hay una licencia de conducta ética a todos lo que actúen de la misma manera que yo. Esto es muy similar a la idea kantiana de adoptar como reglas morales a aquellas que uno deseara que se convirtieran en reglas universales: el imperativo categórico.

Si actúo de maneras que considero buenas pero que no apruebo en los demás, me veré en la imposible posición de justificar la razón por la que no autorizo en los demás la conducta que yo realizo. Y viceversa.

La universalidad moral

Creo que esto es apodíctico, es decir, una verdad que no deja lugar a dudas ni puede ser cuestionada con éxito. Se demuestra que aún creando la persona su propia serie de principios morales, en ella existe por simple sentido común una aprobación ética para que los demás actúen de la misma forma. Una tendencia obligatoria a la universalidad de la moral propia.

Pero hay otra «universalidad» en la creación de una moral propia y ella es una idea de la naturaleza humana. Lo que considero bueno para mí tiene que relacionarse con lo que yo creo que soy, como sea que se haya definido, incluso sin pensarlo explícitamente.

Esta otra universalidad, que es la de una noción de la esencia humana, es totalmente imperativa. Para decidir lo que es bueno o malo para mí, me veo forzado a tener una idea aunque sea tácita de lo que soy. Y, por ende, una idea universal de lo que son los demás igual que yo.

Un caso real

Con lo anterior quiero llegar a un punto: las personas tenemos la capacidad de conocer cuando actuamos mal o bien. Tome usted el caso de B. Madoff, el de una estafa colosal.

Madoff tenía el conocimiento de que su comportamiento no sería deseable en los demás: no hubiera querido que otro lo estafara. Si no quiero aprobar que lo que yo hago sea regla universal y que autoriza a los demás a estafarme a mí, entonces puedo concluir que no estoy actuando correctamente.

Mero sentido común ético

Una idea simple que ayuda al examen de las reglas o principios éticos universales. Es eso que se llama razón práctica. Mero sentido común usado en la Ética. Es el pensar aplicado a la realidad de todos los días.

Eso se convierte en reglas de conducta. Normas morales que guían las decisiones morales. Provocan algunas sugerencias.

Ética universal por experiencia

Consideremos esta posibilidad, la de derivar principios éticos universales reflexionando sobre las experiencias cotidianas y usando el sentido común. Por ejemplo, reglas como las siguientes

1. Ten hijos hasta que estés en una posición de mantenerlos y si dejas de estudiar que sea solo por una real emergencia, no porque no le encuentras sentido a la educación.

2. Y, que lo que estudies tenga un sentido práctico futuro para que te valgas por ti mismo; quizá ser licenciado en literatura medieval no te produzca mucho.

3. No pierdas ideales, pero actúa con realismo y piensa en los efectos que tu conducta tendrá en ti y en otros ahora y a la larga. No culpes a otros de las consecuencias de tus actos.

4. Respeta las propiedades ajenas si quieres que respeten las tuyas.

5. Si crees que tienes derecho a opinar reconoce que tienes la obligación de pensar antes de opinar; si crees que tienes derecho a la educación piensa primero que tienes la obligación de estudiar; si crees que tienes derecho al empleo piensa que primero tienes la obligación de trabajar.

6. No ambiciones vivir de favores del gobierno porque lo que recibes es lo que a otros el gobierno les quita. No vivas en la fantasía de suponer que los gobernantes son seres salvadores del país, pues casi siempre son lo contrario.

7. Si quieres bebe, pero no en exceso; tus comidas deben ser frugales, igual que tus gastos. Gasta en algún lujo ocasional, pero ahorra siempre.

8. Si no tienes nada valioso que decir, guarda silencio. Antes de pedir tienes que dar.

9. No supongas que el sexo es una diversión placentera sin obligaciones ni consecuencias.

10. No mientas, no engañes, no robes, incluso aunque eso hagan todos a tu alrededor. Si pides justicia para ti, actúa con justicia para otros.

11. Antes de pedir algo trata de lograrlo tú y reconoce que lo que los gobiernos te dan es porque antes se lo han quitado a ti y a otros. Habla menos y lee más; ve menos televisión y lee más; usa menos las redes sociales y piensa más.

12. Jamás pienses que lo mereces todo pues para merecer debes haberte primero ganado el respeto de otros y eso significa haber realizados acciones admirables.

13. No gastes el dinero que no tienes y si lo haces, que sea la excepción y no la regla.

Basta pensar un poco

Usted puede encontrar más de estas reglas, como el siempre decir «buenos días», dar gracias, ser amable, ayudar a otros.

Esas reglas universales de comportamiento moral no son difíciles de reconocer y aceptar. Si se respetan o no, eso es otra cosa. Mi punto es que no son difíciles de concluir.

¿Por qué las aceptamos sin gran demostración? Supongo que porque imaginamos lo que sería un mundo en lo que esas reglas no fueran respetadas. Un mundo en el que todos mienten es una pesadilla, lo mismo uno en el que no está prohibido robar, u otro en el que todos los hijos se tienen fuera del matrimonio.

A eso lo llamamos conciencia

«La conciencia moral, presente en lo íntimo de la persona, es un juicio de la razón, que en el momento oportuno, impulsa al hombre a hacer el bien y a evitar el mal. Gracias a ella, la persona humana percibe la cualidad moral de un acto a realizar o ya realizado, permitiéndole asumir la responsabilidad del mismo». buenanueva.net

Creo que es innato, pero necesita pulirse y formarse; necesita desarrollarse y eso se hace en la vida familiar temprana, en la escuela y más tarde en la vida diaria, cuando se piensa y reflexiona. Necesita ayuda externa: libros, discusiones, vivencias, noticias, conversaciones, para madurarla.

La moral solo es posible en la libertad

El pensar en reglas éticas universales, usando el sentido común, enfrenta un obstáculo severo con el olvido de la libertad. Porque, si uno se pone a pensar, los principios éticos tienen sentido solamente cuando ella existe.

Es decir, el olvidar a la libertad tiene un efecto también, el olvidar también a los principios universales. El fenómeno lo describe bien un autor.

«Buena parte del azoramiento actual proviene de la incongruencia entre la perfección de nuestras ideas sobre los fenómenos físicos y el retraso escandaloso de las “ciencias morales”» José Ortega y Gassett.

Más o menos, así describe J. Ortega y Gassett al hombre actual en La Rebelión de las Masas, de 1930. Concretamente dice:

«Tiene solo apetitos, cree que solo tiene derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obliga —sine nobilitate— snob».

La libertad, que es condición necesaria para lograr las propias metas con trabajo y esfuerzo, no tiene ya sentido para quienes han sido arrebatados por la idea del merecimiento por derecho.

Merecimiento desvirtuado

¿De qué sirve la libertad a quien cree que por ser quien es merece todo? La libertad es un sinsentido para el adoctrinado en la cultura del merecimiento gratuito; renunciar a ella no tiene costo, si a cambio se obtiene un aborto gratuito, o condones gratuitoso un Viagra.

O bien, en otro campo, la libertad deja de tener sentido cuando, por ejemplo, un gobierno dicta que los alumnos reprobados pasen de año para «ir quitando el aspecto punitivo de la reprobación». Más o menos lo mismo que las casas especiales para madres solteras.

En ese medio ambiente sostenido por la idea de tener derechos sin necesidad de aceptar obligaciones, la libertad no tiene sentido. Y tampoco la moral. Cuando mucho, sería visto como inmoral el que no se cumplieran gratuitamente todo lo que la persona cree merecer.

Si usted quita el componente de la obligación y la responsabilidad, deja de tener sentido común la libertad misma, pero también toda idea de moral y de ética y sus principios universales. Un ser humano sin responsabilidad de sus actos no tiene necesidad de frenos morales, ni de reglas éticas.

Freno al tirano

Solamente usando al sentido común es posible concluir otra cosa. Las reglas éticas universales son una defensa en contra de regímenes tiranos. Gracias a esos principios se defiende a la libertad y ellos la entienden como algo que debe protegerse.

No es una idea simple. Por eso merece la pena ir a lo escrito por Tocqueville: «De las barreras que detenían a la tiranía, ¿qué nos queda hoy?». Continúa el mismo autor,

«Habiendo perdido la religión su imperio sobre las almas, la barrera más visible que dividía al bien y al mal; todo parece dudoso e incierto en el mundo de la moral; los reyes y los pueblos caminan al azar y nadie podría decir dónde están los límites naturales del despotismo y los linderos de la licencia».

Tocqueville es muy claro: la religión es como una brújula que de manera sencilla y comprensible nos sirve para distinguir lo bueno de lo malo. Por tanto, sin religión se pierde el rumbo y con esa pérdida se encuentra con facilidad al despotismo, a la tiranía.

Sin reglas éticas universales es imposible frenar al tirano

Cuando la ética se torna insegura, dubitativa, la libertad no encuentra caminos y la conducta de las personas va de un lado a otra, sin sentido ni dirección. ¿Cómo impedir el despotismo sin principios éticos universales? ¿Cómo cerrar la puerta a la tiranía sin saber qué es lo bueno y qué es lo malo?

Sin posibilidad de establecer los límites a lo malo, el exceso de poder es imposible de condenar. No puede ya reprobarse al tirano, ni al déspota. Sin la ayuda de la religión, que es un proveedor de reglas éticas universales, se pierde el sentido de lo bueno y de lo malo.

De esa manera, todo es posible y eso abre la posibilidad a la tiranía puesto que nada existe ya que la califique de injusta e indebida.

Carente de un sentido de lo bueno y de lo malo, el ciudadano se abandona a conductas laxas que ningún provecho producen y el gobernante se va hacia la única moral que le conviene, la voluntad del poder (la idea de Nietzsche). Ya nada hay que frene al poder, el poder se eleva al principio moral por excelencia.

El olvido del largo plazo

El uso del sentido común para concluir reglas universales tiene otro obstáculo, el desechar la idea del futuro de plazo largo. «En el plazo largo, todos estaremos muertos». La mentalidad que la frase revela es que «nada realmente importa que no sea inmediato».

Es, al final de cuentas, una pérdida de esperanza. Es la pérdida de ilusiones y eso es, en términos económicos, cancelar incentivos.

¿Qué me puede mover a mejorarme si en el largo plazo moriré?

Nada, por supuesto. Cuando mucho, me dedicaré a vivirla lo mejor posible. Es ese «nada importa» lo que impide usar el sentido común para desarrollar reglas morales universales.

Si en el largo plazo morimos, todo lo que vale es un plazo corto en el que no hay esperanza y hacer cosas pierde sentido. Y no hay idea alguna sobre la vida con un destino que es la base de esos princpios morales. Todo es deriva y azar.

Si nada somos y pronto moriremos, no tiene sentido nada excepto gozar al máximo la corta vida que tenemos. La mentalidad está muy bien expresada en Imagine la canción de J. Lennon. Nada vale la pena.

Y cuando nada importa, todo aturde. ¿Qué hacer con nuestra vida? No se sabe exactamente.

Unos dicen que más educación, pero nada de formación. Otros dicen que solidaridad social y se limitan a quitarle el dinero a unos para dárselo a sus amigos. Los hay que hablan de empresas, pero construyen sus negocios con favores gubernamentales.

Y, lo peor, gobernantes que se erigen en dictadores del bienestar ajeno, creyendo que ellos saben más. Es lo que el Rev. R. Sirico llama el creer que la burocracia del gobierno es el Buen Samaritano.

Globo de ideas afines

La columna pone sobre la mesa a las razones para obedecer a la moral y la mentalidad creada por el relativismo moral que ha abierto la puerta al intervencionismo moral.

Incluye también a la idea de la libertad verdadera y las discusiones entre ciencia y religión que enfrentan al conflicto entre fe y razón.

Conclusión

He tratado de hacer dos cosas.

Primero, mostrar que usando ell sentido común, simplemente poniéndose a pensar, es posible aproximarse a la idea de que existen reglas éticas universales.

Segundo, que hacer lo anterior tiene obstáculos severos, especialmente el olvido de la libertad como el máximo valor posible de defender en la vida.


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[Actualización última: 2023-06]