El bien es superior, infinitamente superior: es la paz, la comprensión. Es Dios mismo, como el justo que se pone frente al mal y triunfa con la resurrección y la salvación universal.

Un círculo virtuoso de amor: amando a los demás es que en nosotros se logra la fe y con la fe logramos tener la fuerza que Dios nos da para evitar nuestras debilidades…

Porque al final, el amar a Jesucristo es también amar a nuestros semejantes. Y resulta que cuanto más amamos más consuelo somos capaces de dar y de recibir.

Nada hay fuera de nosotros que nos manche, nada. Si algo malo existe, ello es producto nuestro, de nuestras acciones y pensamientos.

Esta misa es una nueva oportunidad que Dios nos presenta para decirle, sí, acepto tu invitación; quiero comer el pan de la vida…

Nuestra existencia como rodeada de “invitaciones” al libertinaje, a la codicia, al materialismo, a las riquezas. Entre todas ellas está la invitación de Jesús…

Así se define a la real libertad, la de optar por voluntad propia seleccionado el alimento divino por encima de cualquier otro bien…