Dios que nos ama, en el domingo de Cristo Rey (ciclo A), nos pide que amemos a los demás, que seamos de cierta forma pastores que también cuidan a las ovejas que lo necesitan…
Primera lectura
En la primera de las lecturas del último de los domingos del ciclo A, la celebración de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, Ezequiel (11-12, 15-17) habla con la palabra de Dios. «Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y velaré por ellas». Es la imagen del pastor que se repetirá a través de todas las lecturas. Continúa,
«Así como un pastor vela por su rebaño cuando las ovejas se encuentran dispersas, así velaré yo por mis ovejas e iré por ellas a todos los lugares por donde se dispersaron un día de niebla y oscuridad».
No solo es un pastor, sino uno en el que podemos confiar y tener confianza; que nos ama. «Yo mismo apacentaré a mis ovejas, yo mismo las haré reposar».
La imagen es aún más poderosa, él piensa en nosotros como suyos, propios de él, dignos de merecer su cuidado; es una relación de amor.
El salmo responsorial redondea el pensamiento con «El Señor es mi pastor, nada me faltará». Pero, al final esta primera lectura nos previene, «… he aquí que voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos».
Evangelio
En el evangelio de la misa de Cristo Rey (ciclo A), Mateo (25, 31-46), habla de Jesús dirigiéndose a sus discípulos.
«Cuando venga el Hijo del Hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles… Entonces serán congregadas ante él todas las naciones y él apartará los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos y pondrá a las ovejas a la derecha y a los cabritos a la izquierda».
Es como una ampliación de la última frase de la primera lectura: el día de su regreso al mundo, todos estaremos frente a él y él separará a unos de otros.
Segunda lectura
Es en parte el mismo tema de la carta de San Pablo (1Corintos, 20-26-28), al hablar de Jesús, «… si por un hombre vino la muerte, también por un hombre vendrá la resurrección… así como en Adán todos mueren, así en Cristo todos volverán a la vida…»
Es el mismo momento expuesto en el evangelio de este domingo de Cristo Rey (ciclo A), «cuando venga el Hijo del Hombre».
Añade Pablo que volveremos a la vida, «pero cada uno en su orden: primero Cristo, como primicia; después… los que son de Cristo…».
De nuevo, esa idea acerca de quiénes son de Cristo, es decir, los que le han seguido, las ovejas apartadas a su derecha.
En conjunto
La unión de las lecturas de esta festividad de Cristo Rey (ciclo A) es reconfortante. Tenemos a nuestro Creador cuidándonos, viendo por nosotros.
Es un Dios que nos ve, que nos protege, que vela por nosotros; nada parecido a la imagen que en ocasiones se da de una divinidad creadora a quien no importa su creación.
Al contrario. Dios mismo se coloca por voluntad propia como nuestro pastor, dispuesto a ir por nosotros a todo lugar. Claramente es un Dios amoroso hasta el infinito.
Desde luego, la cuestión que de inmediato surge es la pregunta que nos hacemos. ¿Cómo ser de las ovejas seleccionadas cuando llegue el Hijo del Hombre? El evangelio de hoy nos responde con las palabras mismas de Jesús:
«… el rey dirá a los de su derecha: «Vengan benditos de mi Padre, tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme». Los justos le contestarán entonces: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber?»… Y el rey les dirá: «Yo les aseguro que cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, lo hicieron conmigo»».
La secuencia se repite con los puestos a su izquierda, a quienes recrimina, «Yo les aseguro que cuando no lo hicieron con uno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo. Entonces irán estos al castigo eterno y los justos a la vida eterna».
La idea, entonces, queda completa. A la noción de un Dios amoroso que nos cuida y vela por nosotros, debemos añadir otra, la de ovejas, sus criaturas, que tienen una vida libre en la que pueden optar por atender a quien lo necesita o no hacerlo.
Es decir, Dios que nos ama, nos pide que amemos a los demás, que seamos de cierta forma pastores que también cuidan a las ovejas que lo necesitan; que a las sedientas damos de beber y a las hambrientas damos de comer… lo que equivale a decir que debemos amar a los demás y tener una conducta con ellos como la que Dios tiene con nosotros.