¿Qué sucede en caso del olvido de la responsabilidad? ¿Qué pasa si se anula la idea de rendir cuentas? Se crearía un mundo muy distinto y peor, lleno de irresponsabilidad. Los efectos de la desaparición de la responsabilidad.
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Responsabilidad, algo humano
La rendición de cuentas nos separa del resto de los animales porque de la responsabilidad salen conceptos abstractos: derechos y deberes, recompensas y castigos.
Más aún, sería imposible la idea de rendir cuentas sin la existencia de la libertad. Sobre la desaparición de la responsabilidad, una idea interesante de un tipo inteligente:
«Pensando en el mundo de esta manera, respondemos a él con emociones que están más allá del repertorio de otros animales: indignación, resentimiento y envidia; admiración, compromiso y alabanza, todo lo cual involucra el pensamiento de otros como sujetos responsables, con derechos y deberes y una visión consciente de su futuro y su pasado». Scruton, Roger. On Human Nature (p. 25). Princeton University Press. Kindle Edition. Mi traducción.
La idea es obvia: únicamente quien entiende la idea de la responsabilidad y la rendición de cuentas puede comprender también y experimentar esas otras ideas de premio y castigo, de respetar la palabra, de enojo, culpa y envidia…
📌 La idea es la de la responsabilidad como rasgo propio de los seres humanos y de ningún otro animal. La desaparición de la responsabilidad traería consecuencias serias.
Esa compleja idea de la obligación de rendir cuentas que encierra el término ‘responsabilidad’ y que tiene un clímax en el Juicio Final de la cultura judeo-cristiana: el final de los tiempos y un juicio personal perfecto.
📍 Este es el campo de otros temas también, como riesgo moral, el vigilante moral e imparcial, la conciencia personal y la crisis de valores.
La responsabilidad obliga a valorar
Pero que también tenemos en mucha menor escala con los juicios evaluativos, éticos y morales y que inevitablemente están sustentados en la rendición de cuentas y la responsabilidad.
Considere usted, por ejemplo, a un ladrón de gasolina que ha perforado un conducto subterráneo y la vende.
El juicio que recibe la acción de esa persona tiene en su misma base la noción de la responsabilidad de la que salen las reacciones de indignación, castigo, prohibición, condena.
Debajo de todo está el cimiento de la rendición de cuentas. Si acaso hubiera una desaparición de la responsabilidad, todo eso sería distinto.
Y si la responsabilidad desaparece
Una posibilidad especulativa, la de qué sucedería en un ambiente en el que no existiera la responsabilidad personal.
Difícil imaginar una sociedad en la que no existiera la rendición de cuentas. No habría mérito ni castigo, admiración ni reprobación porque nadie es en realidad responsable de sus actos.
Toda acción humana sería indiferente. Valdría lo mismo salvar a un niño de ahogarse que realizar un genocidio, copiar en un examen que estudiar para pasarlo.
Nada de lo que hagamos podría sernos adjudicado como responsabilidad. Un mundo sin compromiso, sin obligaciones, en el que no podría existir ley alguna (sobrarían los legisladores).
Sin responsabilidad personal perdemos lo humano que tenemos y la vida en común sería imposible. ¿Cómo vivir en donde quien secuestra o roba no es responsable de eso? ¿En dónde da lo mismo matar a un enfermo que sanarlo?
📌 En suma, si desaparece usted la idea de la responsabilidad personal destruye a la persona y a la sociedad. Y, sin embargo, se intenta hacer cuando por ejemplo, se considera al criminal como enfermo; o al estudiante que plagia como una víctima del sistema.
Precisiones sobre el olvido de la responsabilidad
Un popular economista, S. E. Landsburg en su libro The Big Questions: Tackling the Problems of Philosophy with Ideas from Mathematics, Economics, and Physics, usa un ejemplo que ilustra los efectos de la desaparición de la responsabilidad.
Dos niños, dos conductas
Toma el autor a dos niños a los que hace elegir entre comprar un helado y un dulce, con cada uno de ellos decidiendo diferente. Lleva a los niños, primero, a comprar el helado, que es lo que quiere uno de ellos.
Después va a otro comercio, donde el segundo niño recibe el dulce que quiso que le comprasen pero, algo sucede, el primer niño inicia un reclamo: ahora él también quiere un dulce, además del helado que ya tomó.
Un padre con sano juicio les hará ver a los niños que cada uno decidió y que eso significa que deben aceptar las consecuencias de sus actos, es decir, el reclamo del primer niño no tiene fundamento.
Si acaso el padre sucumbiera al reclamo y le compra un dulce al primer niño cometería un error doble. La desaparición de la responsabilidad causaría:
- Incentivar la conducta quejosa del primer niño y
- Borrar la idea de responsabilidad en ambos.
Dos adultos, dos conductas
El autor proyecta esa situación al mundo adulto, con dos situaciones:
• Pedro acepta un trabajo de 35 horas a la semana, con un salario garantizado y hace eso durante varios años.
• Pablo abre un negocio que le obliga a trabajar hasta 60 horas a la semana, sin tener garantía alguna de ingresos, y hace eso durante varios años.
Pedro y Pablo tienen, 30 años después, fortunas distintas y desiguales. No importa quién tenga la mayor. ¿Tiene uno de los dos justificación válida para reclamarle al otro la diferencia en fortuna?
Por supuesto, no y la razón es una personal. Cada uno de ellos tomó una decisión y eso implica que ambos aceptaron las consecuencias de sus acciones. Es lo que se conoce como ‘responsabilidad’ y su desaparición tendría efectos.
Si Pedro tiene una fortuna mayor a la de Pablo (o al revés) sería disparatado que Pablo le exigiese a Pedro una parte de su fortuna para igualar las de ambos. Y sería aún peor que Pablo contratara a un maleante para que le robara a Pedro sus propiedades.
Si la responsabilidad desaparece
Sin embargo esa posibilidad descabellada e irracional puede llegar a ser vista como una opción lógica cuando se retira de esa situación a uno de sus elementos, el de responsabilidad.
Cuando se retira a la responsabilidad se inhabilita la conexión que existe entre la acción personal y sus consecuencias, resultando en una supresión de la relación causa-efecto entre conducta y resultados.
El inutilizar esa relación causa-efecto entre conducta y consecuencias —que elimina a la responsabilidad—, la persona se extravía al no encontrar enlace alguno entre sus actos y sus consecuencias.
Rendición de cuentas: una disgresión
Todo empezó cuando alguien dijo que la palabra inglesa `accountability’ no tenía una traducción al español y que eso podía implicar la idea de que quienes hablamos este idioma no tenemos desarrollado el concepto del término inglés. Me temo que eso es falso.
La traducción al español es muy clara y no es nueva, se llama «rendición de cuentas» e implica la aceptación de responsabilidades por actos propios. Si acaso los latinos no tenemos desarrollada esa idea no es por la falta de palabras para describirla.
Rendir cuentas es responsabilidad
Rendir cuentas es una vieja expresión que puede con facilidad remontarse incluso a la instrucción religiosa recibida y que hablaba de que al morir se va a rendir cuentas al intentar entrar al Cielo.
En la actualidad, una nueva palabra, ‘transparencia’ ha surgido a la luz, como una manera de expresar la idea de revelar información, abrir los libros, hablar con la verdad y cosas por el estilo.
Pero ‘transparencia’ no captura el significado de rendición de cuentas porque este último contiene el elemento de hacerse responsable y aceptar las consecuencias de los actos propios.
Yo puedo hablar de mis actos y hacerlos transparentes pero no necesariamente me declararé responsable de sus consecuencias.
La transparencia es el primer paso previo a la rendición de cuentas y se corre el riesgo de dar demasiado énfasis a la nueva expresión de transparencia olvidando el tradicional concepto de rendir cuentas y ser, por ello, responsables.
Un caso extremo
En el sacramento católico de la reconciliación, la persona acude ante el sacerdote para confesar sus pecados y ser así transparente. Pero eso no es todo.
La confesión no estaría completa sin aceptar la responsabilidad y el arrepentimiento de esos actos, y sin tener propósito de enmienda para evitar esas acciones en el futuro. Se repite en diversos planos lo mismo. Es correcto ser transparente, pero no basta.
Hay que ser también responsable, hay que rendir cuentas. La transparencia, quizá, pueda satisfacerse como un requisito legal, capaz de ser satisfecho como la petición de una ley emitida por un gobierno.
Pero la rendición de cuentas es más amplia. La rendición de cuentas no es un requisito legal, es una obligación ética y moral que va más allá de la ley.
La ley y la moral, se ha dicho, son círculos concéntricos con la ley teniendo un radio mucho menor al de la moral. Cumplir con la ley no es equivalente a tener una conducta moral y creerlo lleva necesariamente a actos inmorales.
Todo lo que he querido hacer es llamar la atención sobre la distinción entre la moda de usar el término moderno de transparencia y la importancia de mantener vigente la tradicional expresión de rendir cuentas.
Conclusión, un mundo sin responsabilidad
📌 La supresión de la relación causa-efecto entre conducta y resultados crea un vacío racional que deja a la persona en una vida en la que puede hacer lo que desee y, a pesar de ello, poder reclamar y exigir los resultados que obtuvieron otros que no abandonaron a la responsabilidad.
Una sociedad en la que demasiados hayan perdido la relación causa-efecto entre conducta y consecuencias es una en la que la irresponsabilidad prolifera y escasean las posibilidades de prosperidad.
El único camino que permanece ante la desaparición de la responsabilidad, es el de los irresponsables convertidos en manantiales de reclamos —quejosos de injusticias inexistentes.
Ese mundo sin responsabilidad bien puede verse en miniatura en la persona que nunca acepta sus responsabilidades y culpa a otros de sus errores. ¿Podría esa persona conducir bien una empresa o un gobierno?
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[Actualización última: 2023-06]