Los métodos de la mente totalitaria. Un personaje de una novela célebre muestra las ambiciones del totalitarismo y cinco de sus formas para establecerlo.
Índice
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Introducción
Ayn Rand (1905-1982), novelista y filósofa, es un héroe de los defensores de la libertad. Una de sus novelas, llevada al cine, El Manantial, cuenta una compleja historia que ilustra su mentalidad.
La mayoría de las menciones de la novela colocan su énfasis en Howard Roark, el arquitecto que representa los ideales de Rand y que contrasta con Peter Keating, el lado opuesto de Roark.
Tal vez, poco se ha examinado a otro personaje, Ellsworth Monkton Toohey, un crítico, un intelectual, escritor de una columna en un periódico muy influyente. A través de este personaje pueden verse los métodos de la mente totalitaria.
Toohey es descrito por la autora, como el intelectual «parásito no creativo por excelencia: el crítico que expresa y moldea la voz de la opinión pública, el hombre promedio condensado que representa las cualidades del hombre promedio, más las peculiares cualidades de su tipo que lo hacen el líder natural de los hombres promedio».
La idea de este resumen fue encontrada en Rand, Ayn. El Manantial, 4 ed., Buenos Aires: Grito Sagrado, 2007, pp 620-625. Una edición cuidada y muy recomendable, que es una gran recomendación para su lectura.
CUIDADO. Lo que sigue contiene algunos datos que pueden revelar parte de la trama de la novela.
Los personajes
El Manantial contiene muchos personajes, muy ricamente descritos. Dos de ellos son relevantes en lo que sigue.
Uno de ellos es Peter Keating (el opuesto al héroe de Rand). Un arquitecto incapaz, sin talento, sin escrúpulos, egoísta en el sentido tradicional del término. Triunfa en su carrera y se da cuenta de que su victoria es una gran derrota.
No es un hombre propiamente, ni un arquitecto genial, como sí lo es Roark, el héroe.
Pero, el personaje en el que este resumen se concentra es Ellsworth Monkton Toohey. Posee una enferma ambición de poder por medio de la degradación de todo lo que le rodea.
Es parte de la inteligentzia, un moldeador de opiniones a su conveniencia. Es visto como atractivo, inteligente e ingenioso, una fachada que le permite engañar a muchos con respecto a sus ambiciones de poder.
En las palabras de Toohey, la autora describe, con cruda riqueza. los métodos de la mente totalitaria.
«Ayn Rand» by DonkeyHotey is licensed under CC BY-SA 2.0
Keating y Toohey
Hacia el final del libro, una escena encuentra a ambos, Peter Keating y Ellsworth Monkton Toohey, en la que el último encuentra al primero derrotado.
Es la oportunidad para que Toohey se confiese expresando por primera vez sus ambiciones reales. Unas pocas páginas contienen esa confesión del intelectual.
Es la oportunidad que Rand creó para examinar al enemigo de la libertad, que es lo que este resumen presenta.
Todo comienza cuando el destrozado Keating le hace una pregunta, «¿Qué… deseas… Ellsworh?» Y Toohey da una respuesta directa, «poder».
Lo siguiente presenta un breve análisis de la confesión del intelectual, del mundo que pretende crear y los métodos que usa. La ambición de Toohey es poder y dominio. Para lograrlo tiene que descubrir la «palanca» que mueve a la persona.
No son los «látigos, ni espadas, ni hogueras, ni fusiles. He ahí la razón por la cual los Césares, los Atilas y los Napoleones resultaron tontos y no hicieron nada duradero», dice Toohey a Keating.
El secreto del poder es el alma de la persona. Pero el alma no se puede gobernar. Lo que tiene que hacerse es romperla. Eso es lo que hará que la persona sea la que busque el látigo y pida ser golpeada.
¿Cómo romper el alma de las personas? Toohey comienza su explicación de los métodos de la mente totalitaria.
La mentalidad totalitaria
1. Hacer que se sienta pequeño
Primero, inducir al hombre a que «se sienta pequeño. Que se sienta culpable. Matar sus ideales y su integridad».
Se trata de darle al hombre, «un sentimiento de culpa, de pecado, de su propia indignidad fundamental. Dado que el ideal supremo está más allá de su alcance, al fin desiste de todo ideal, de toda aspiración, de toda noción de su valor personal».
Se trata de desaparecer a la integridad de la persona por medio de su corrupción interna, convenciéndolo de que no vale nada y de que todo lo que debe hacer es ser altruista, lo que no podrá hacer y así sin remedio, «se siente obligado a predicar lo que no puede practicar».
La persona ya no confiará en sí misma, se sentirá culpable y terminará obedeciendo.
2. Venerar la mediocridad
Segundo, desaparecer el sentido de la grandeza humana y de la capacidad de reconocer esa grandeza.
«Los grandes hombres no pueden ser dominados. No queremos ningún gran hombre», dice Toohey, a lo que añade que deben establecerse «niveles de éxito posibles para todos, para los más ineptos [con lo que] detendrás el ímpetu del esfuerzo en todos los hombres, grandes y pequeños. Detén todos los incentivos de mejora, de excelencia, de perfección».
Para tener dominio sobre todos, se debe exaltar al mediocre, otro de los métodos de la mente totalitaria.
Aplaudir al literato mediocre es destruir a la literatura. Exaltar al periodista mediocre es destruir al periodismo. Dar crédito al arquitecto insignificante es destruir la arquitectura.
«Venera la mediocridad, y los santuarios serán devastados», aconseja el intelectual.
3. Anular lo sagrado
Tercero, usar a la risa como medio de destrucción. Hay que enseñar a la persona que «el sentido del humor es una virtud ilimitada. No dejes que quede nada sagrado en el alma del hombre, y su alma no será sagrada para él. Mata la adoración y habrás destruido lo heroico del hombre. Uno no reverencia con una risa tonta».
Cuando nada merece seriedad, todo se permite y la persona acabará obedeciendo.
4. Retirar a la alegría
Cuarto, no hay que dejar que las personas sean felices.
Dice Toohey, «Las personas felices no disponen de tiempo ocioso ni son de utilidad para ti. Las personas felices son libres. De manera que debes destruirles la alegría de vivir. Quítales todo lo que les sea grato e importante. Nunca les permitas que tengan lo que quieren. Hazles sentir que el mero hecho de tener un deseo personal es malo».
Se trata de convencer que el tener ambiciones, deseos y ejercer la voluntad propia es vergonzoso. Entonces, las personas necesitarán a quienes las gobiernen. Necesitarán de consuelo, y apoyo. Estarán inseguras. No confiarán en ellas.
Se trata de anular todo lo que sea motivo de felicidad. Y si se llega a ser feliz que sea con sentido de culpa. Es convencerlos de que serán felices cuando no lo sean.
Dice Toohey, «No tienes que ser demasiado explícito sobre esto. Utiliza palabras grandiosas y vagas: ‘armonía universal’, ‘espíritu eterno’, ‘nirvana’, «paraíso’, ‘supremacía racial’, ‘dictadura del proletariado’».
Si el alma humana se vacía, ella será ocupada por otros. Serán dominados. Pero hay más en los métodos de la mente totalitaria.
5. Destruir la razón
Quinto, destruir el arma de defensa de la persona, su razón.
Es necesario derribarla, «pero hazlo con cuidado. No niegues nada abiertamente. Nunca niegues nada en forma absoluta, porque te descubrirán el juego. No digas que la razón es mala, aunque algunos hayan ido tan lejos y hayan obtenido un éxito sorprendente con esa técnica burda. Di sólo que la razón es limitada», dice Toohey.
Es necesario exaltar a los enemigos de la razón, los instintos, los sentimientos, las intuiciones. Si lo que se dice es atacado racionalmente, «Dile que hay algo por encima de los sentidos. De ahí que no debe tratar de pensar, sino de sentir. Debe tener fe» en lo que se dice.
Las personas pensantes no pueden ser dominadas, solo quienes no usan su razón pueden serlo.
El mundo de la mente autoritaria
El mundo que quiere ese intelectual es un «mundo de obediencia y de unión. Un mundo en que el pensamiento de cada persona no sea el suyo propio, sino un intento de adivinar el pensamiento del cerebro del vecino, que no tendrá tampoco ningún pensamiento, sino el deseo de adivinar el pensamiento del vecino más próximo, que no tendrá ningún pensamiento… y así sucesivamente…»
Un mundo en el que nadie tiene inquietudes propias, sino las que piensa que tienen otros que tampoco tienen deseos propios. Todo será la lucha por alcanzar la aprobación ajena. El mundo creado por los métodos de la mente totalitaria.
La buena opinión de una persona será la que de él tengan quienes no tienen opiniones. Es un mundo en el que no «gobernará la razón, sino las encuestas públicas… ninguna individualidad será permitida. Un mundo con.. un solo corazón bombeado a mano. Mi mano y las manos de unos pocos, muy pocos como yo», confiesa Toohey.
«Ustedes [dice a Kaeting], las personas pequeñas, se sentarán entronizados y venerados, gobernantes absolutos que harán retroceder de envidia a todos los gobernantes del pasado… El gobierno de la estupidez. Pero aún lo estúpido tiene que ser generado por alguien en algún momento. Nosotros lo generaremos… Disfrutaremos de la sumisión ilimitada, de gente que no ha aprendido nada, salvo a someterse», sigue diciendo.
Se trata de destruir lo que no puede ser dominado. La grandeza del individuo debe ser derruida. El resto de las personas obedecerá. Se darán medallas al servicio y sonreirán.
Y revela el intelectual algo más sobre los métodos de la mente totalitaria.
«Quiero poder. Quiero a mi mundo del futuro. Que todos vivan para todos. Que todos se sacrifiquen y que ninguno se aproveche. Que todos sufran y que ninguno goce. Que el progreso se detenga. Que todo se estanque. Hay igualdad en el estancamiento. Todos subordinados al deseo de todos. La esclavitud universal, sin siquiera la dignidad de un amo. La esclavitud de la esclavitud. Un gran círculo y una igualdad total. El mundo del futuro».
Conclusión: no, no es exageración, sucede
Ahora Rand hace algo valioso. Todo lo anterior da la apariencia de una exageración monumental que sin duda es falsa. Entonces Toohey, añade, que no, no es irreal. Está sucediendo.
Es el colectivismo que se implanta. «Actuar unidos. Pensar unidos. Sentir unidos. Unirse, estar de acuerdo, obedecer. Obedecer, servir, sacrificarse. Dividir y conquistar, primero. Unir y gobernar, después. Al fin hemos descubierto esto», le dice a Keating.
Y sigue hablando,
«¿Recuerdas al emperador romano que quería que la humanidad tuviera un solo cuello para poder cortárselo? La gente se rió de él durante siglos. Pero esa risa ha terminado. Hemos logrado lo que él no logró. Hemos enseñado a los hombres a unirse y formar un solo cuello, un cuello listo para la guillotina. Hemos encontrado la palabra mágica: colectivismo. Mira a Europa, imbécil».
De la izquierda y de la derecha, países en los que lo personal es visto como una enfermedad, donde el gobierno lo es todo.
«Dales a los tontos una elección, déjalos que tengan sus diversiones, pero no olvides el único propósito que tienes que cumplir: destruir al individuo. Destruir el alma del hombre. El resto sucederá automáticamente. Observa el mundo actual. ¿Todavía crees que estoy loco, Peter?», le dice finalmente a Keating.
Keating le responde, «No te vayas, Ellsworth». Después de oír eso, Toohey rió con suavidad. Y dijo,
«Esa es mi prueba. Me conoces por lo que soy, sabes lo que te hice y no te han quedado ilusiones de virtud. Pero no puedes dejarme, y nunca me podrás dejar. Me has obedecido en nombre de los ideales. Me seguirás obedeciendo sin ideales. Porque para eso es para lo único que sirves ahora…»
En la página 629, Toohey tiene una conversación con Gail Wynand, el dueño del poderoso periódico que es parte integral de la novela.
En otro raro momento de confesión, dice Toohey algo que revela aún más los métodos de la mente totalitaria.
«Los hombres prácticos manejan las cuentas bancarias, las propiedades, los contratos publicitarios, los títulos valiosos. Dejan a los intelectuales poco prácticos, como yo, que analicemos químicamente los títulos para que aprendamos algunas cosas acerca de la naturaleza… y nos dejan trivialidades tales como el teatro, el cine, la radio, las escuelas, las reseñas bibliográficas y la crítica arquitectónica».
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[Actualización última: 2023-02]