El dilema del tomador de decisiones es el considerar o no una obligación moral el usar medios efectivos para alcanzar los fines buscados. Por «efectivos» se designa a aquellos que se sabe los alcanzarán de acuerdo con los conocimientos disponibles. ¿Optará por medios que no son exitosos? Muchos lo hacen.

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Introducción: el fondo del asunto

El dilema del tomador de decisiones se ilustra con claridad en el caso del médico. Tiene él que operar a un paciente con apendicitis aguda. ¿Qué hará? ¿Permitirá ser influido por sus preferencias políticas, por sus ideologías? ¿Por las del paciente?

¿O preferirá operarlo siguiendo los conocimientos médicos que tiene? Lo mismo le sucede al piloto de un avión. ¿Lo conducirá de manera socialista o capitalista? ¿Querrá seguir la mentalidad «woke» al aterrizar? ¿Lo elevará de manera liberal o comunista?

Lo mejor será que conduzca a la nave de acuerdo a la ciencia y la tecnología que se permite asegurar un vuelo libre de riesgos.


«La peor verdad sólo cuesta un gran disgusto. La mejor mentira cuesta muchos disgustos pequeños y al final, un disgusto grande».

— Jacinto Benavente

El dilema del tomador de decisiones

La lógica irrebatible de lo anterior es obvia: hacer las cosas de acuerdo con lo que se conoce de ellas. Es igual a ser razonable, a respetar la verdad conocida, a considerar causas y efectos. En pocas palabras, a la realidad.

📌 Es la propuesta de considerar una obligación moral el usar medios efectivos para alcanzar los fines buscados. Por «efectivos» se designa a aquellos que se sabe los alcanzarán de acuerdo con los conocimientos disponibles.

Si se busca, por ejemplo, combatir una inflación creciente, esa obligación moral mandará usar los medios efectivos. Esos que se sabe conducirán a reducir el alza de precios se manera sostenible, sin efectos no intencionales y de beneficio para todos.

Será reprobable, por tanto, usar medios que beneficiando a unos dañen a otros, que solo den resultados inmediatos pero no de largo plazo, o que tengan efectos colaterales indeseables posibles de anticipar. No será moralmente justificable el usar, por ejemplo, control de precios.

Este es el dilema del tomador de decisiones. El seleccionar la alternativa de acción que conduzca a la meta buscada sin dejarse influir por distorsiones producidas por sesgos ideológicos u opiniones personales que alteren la selección indebidamente.

Posibilidades

Lo que enfatiza el dilema del tomador de decisiones es el riesgo real y presente de hacer de lado al conocimiento objetivo para poder seguir sesgos personales alejados del ese saber.

Por ejemplo, un caso de materiales inflamables. «La fabricación de adhesivos implica el uso de líquidos y gases inflamables. Y estas sustancias inflamables pueden encenderse fácilmente, provocando un incendio o una explosión. Además, el polvo creado por la fabricación de adhesivos también puede ser inflamable, lo que supone un riesgo de incendio o explosión».

Será ridículo decir que no se tomen precauciones porque alguien cree que eso es producto de una mentalidad burguesa, o proletaria, o una construcción social inválida, o una creencia anticuada. Un buen tomador de decisiones buscará tener sistemas que aminoren ese riesgo y combatan la explosión posible.

Los campos resbaladizos

Mientras que el caso anterior, o el del médico que opera una apendicitis, son muy difíciles de negar, hay otros campos en los que el dilema del tomador de decisiones es muy probable. Por ejemplo, en Economía, donde son comunes los sesgos ideológicos.

Un ejemplo real:

Un caso del dilema del tomador de decisiones. ¿Es esa la solución efectiva?

Para que las personas tengan una vivienda digna, se propone que nadie pueda comprar una si no es para vivir en ella y, además, que el alquiler actual se reduzca casi la mitad. La pregunta que debe hacerse es si esas medidas conducirán a la solución sólida del problema respetando los derechos de todos. Claramente no lo hace. Hay otras propuestas más razonables.

Otros casos

Las propuestas de reducción de tasas de interés para incentivar a la actividad económica, puede tener muchos partidarios, pero sería moralmente reprobable no considerar que también tiene efectos negativos. Incluso podría ser la causa de un boom económico que conduzca a una crisis.

Para elevar el nivel de vida de las personas, los gobiernos suelen decretar salarios mínimos. Sin embargo, el dilema del tomador de decisiones señala que sería reprochable ignorar la realidad de que eso podría elevar los precios de los bienes producidos e incluso producir desempleo. Como lo fomenta el seguro de desempleo.

La instauración de un sistema de aranceles para proteger a las empresas nacionales de su competencia exterior, podría ser visto como una medida adecuada por algún gobernante. A pesar de eso, resultaría criticable ignorar que eso elevaría los precios de los bienes lo que dañaría a las personas.

📌 El dilema del tomador de decisiones lleva a la idea de ir más allá de las buenas intenciones y de las medidas simples de causa-efecto. La complejidad de la sociedad indica que sería moralmente reprobable actuar con ignorancia deliberada del conocimiento disponible y dejarse llevar por sesgos mentales, los que sean.


«Cuando nos muestran escenas de niños hambrientos en África, con un llamado para que hagamos algo para ayudarlos, el mensaje ideológico subyacente es algo así como: No pienses, no politices, olvídate de las verdaderas causas de su situación, pobreza, simplemente actúa, aporta dinero, ¡así no tendrás que pensar!»

— Slavoj Žižek

Conclusión

La experiencia cotidiana muestra el muy frecuente número de decisiones tomadas en las que la terquedad de creencias alejadas del conocimiento llevan a medidas equivocadas.

El dilema del tomador de decisiones pone sobre la mesa la obligación moral de considerar al conocimiento y a la verdad como un factor principal que ayude a realizar acciones efectivas. No acciones que sólo tienen buenas intenciones, son simplistas, sólo consideran el plazo corto e ignoran efectos indeseables en el total de la sociedad.


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