La definición acostumbrada y, también, la redefinición que se ha propuesto. Un tema que toca los cimientos mismos de la sociedad y la hace entrar en una zona de riesgo. ¿Qué es el matrimonio? De la definición clásica a un nuevo significado que la anula.

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Matrimonio, la definición de siempre

La idea está allí. Ha estado allí por siglos y milenios. Tan arraigada que todos saben qué es pero pocos la comprenden. Es compleja, sutil, complicada, difícil. Es la idea del matrimonio y su consecuencia, la familia.

¿Qué es exactamente el matrimonio?

Se entiende al matrimonio como familia y, entonces, se habla del cuidar y proteger a los hijos durante su largo proceso de maduración. Es cierto y válido. Y tiene una consecuencia. El matrimonio es de largo plazo y necesita ser estable. Los hijos lo necesitan, igual que los padres.

Pero hay más que solo eso. Es una forma de arreglo material o económico. Un arreglo complejo y sutil, con especialidades de trabajo y responsabilidades asignadas. Unas partes apoyan a las otras creando una dependencia y complimentaridad mutuas que son productivas y eficientes. Por eso necesita estabilidad de largo plazo.

El matrimonio funciona también como un mecanismo de seguridad mutua para sus integrantes, gracias a esa dependencia personal recíproca. Esto es muy patente en los hijos: su largo período de maduración y educación necesita en el fondo una estructura sólida y estable, segura y fuerte.

El matrimonio es, también, un estado claro en la vida de las personas. Una etapa que marca a la persona y que merece una clasificación especial.

Incluso celebraciones sociales, que muestran públicamente alegría compartida. Todavía más, religiosamente ha merecido el grado de sacramento, equivalente a ponerse frente a Dios y comprometerse.

El matrimonio es, adicionalmente, un compromiso mutuo. Una promesa entre dos y que va más allá de ser un contrato legal. Es una mezcla única de deberes y obligaciones con decisión de amarse y pasión. Más aún, es una renuncia pública a otros: la promesa juega un papel de renuncia sexual a otros. Es una exclusividad.

A lo anterior, de seguro, pueden agregarse otras facetas. Todas ellas, sin embargo, mostrarán lo mismo. El matrimonio es algo de largo plazo, estable, con compromisos, proveedor de seguridad, mucho más que un contrato. Es quizá el suceso más importante de la vida de la persona.

Fuerzas opuestas al matrimonio

Sobre esa base, es posible ahora examinar algunos de los sucesos de nuestros días y que van en contra de la esencia del matrimonio.

Por ejemplo, eso que ha sido llamado poligamia en serie, cuando las celebridades y otros se casan y divorcian con frecuencia. Es imposible llamar matrimonios a esas decisiones que son tan festejadas por los medios.

Igualmente, no parece propio llamar matrimonio a uniones de personas basadas en arreglos contractuales que persiguen normar un acuerdo de vivir juntos previendo disolución posterior arreglada de antemano.

Tampoco parece propio llamar matrimonio a uniones en las que una de las partes, o las dos, sostienen relaciones externas con otros. Esto viola la exclusividad sexual a la que llama el amor decidido y voluntario. Y, además, crea inestabilidad.

Las posibilidades de divorcio, sus justificantes, han sido facilitadas. Esto crea una mentalidad endeble que considera a cualquier dificultad un fracaso matrimonial.

Me refiero a la falta de comprensión de que el matrimonio es difícil, como la vida misma, y que la facilidad de salida socava la estabilidad que se necesita. Un problema de debilidad de carácter.

El matrimonio de personas del mismo sexo tiene otro efecto similar. Es una renuncia a la posibilidad esencial de hacer familia y, lo peor, hace pensar que el derecho al placer justifica la unión que sea, de cualquier tipo.

Abandono de lo sagrado y espiritual

El matrimonio, por otro lado, en nuestros tiempos, ha perdido su carácter sagrado, eso que lo hace elevado e imponente. Y esta pérdida es sustancial en nuestras sociedades.

Eso que debía ser estable, sólido, comprometido, ahora es algo que no va más allá de la fiebre sexual momentánea con un acuerdo de salida fácil y que se repite con frecuencia.

No sorprende que esto suceda en tiempos en los que amor se ha hecho equivalente a sexo y el sexo se enseña como un derecho al placer sin responsabilidad.

Así, el matrimonio ya no necesita siquiera ser formalizado. Basta la mudanza de las pertenencias de uno a las habitaciones del otro.

Ahora, el matrimonio: su redefinición

Un reclamo actual: el matrimonio en estos tiempos modernos, debe tener una redefinición. Debe aceptar de una vez por todas que exista el matrimonio entre homosexuales. Los tiempos lo requieren.

Si se quiere tener una redefinición del matrimonio, se debe primero definirlo en su concepción original. Es lo que he hecho antes.

El matrimonio es el origen de la familia y ella es el núcleo de la sociedad. Si esto es cierto, y creo que lo es, la primera reacción es de precaución. La redefinición del núcleo de la sociedad es modificar a toda la sociedad. Algo que es en extremo riesgoso.

En su concepción tradicional, el matrimonio es una institución formal, muy formal, universal en tiempo y lugares, formada sobre la base de un compromiso entre personas de sexo distinto. Es el primer paso de la familia, a la que forman, esas personas y los hijos que procreen. Del matrimonio depende la continuidad del género humano.

La redefinición del matrimonio es su conversión a ser la unión temporal de dos o más personas sin distinción de sexo con el propósito de formalizar temporalmente una unión sexual sin responsabilidad de descendencia. Y fácil de dar por terminada.

La redefinición del matrimonio altera esa continuidad natural, lo que hace entrar a la sociedad en una zona de riesgo desconocido. Se estaría en un agravamiento de la situación actual de poblaciones que decrecen ya sin aplicar aún esa redefinición de matrimonio.

No es un bonito panorama el prever desapariciones eventuales de las sociedades que apliquen esa redefinición.

El matrimonio tradicional tiene características muy adecuadas a la procreación: un complemento de personas a cargo y que se complementan mutuamente en lo intelectual, emocional y biológico.

Más aún contiene normas aceptadas: monogamia, fidelidad por el resto de la vida, compromisos mutuos, responsabilidad paternal por tiempo indefinido.

Es decir, ese matrimonio es muy diferente al tener amigos y al formar sociedades de cualquier otra clase. Necesita otro tipo de emociones y decisiones, más sólidas y firmes.

A un amigo se le puede dejar de ver mañana mismo, pero la separación matrimonial es un problema muy serio. Después de todo fue una deliciosa unión sexual la que creó la vida de los hijos y con ello responsabilidades vitalicias.

Redefinir al matrimonio con el propósito de legitimar contactos sexuales que por definición no conllevan posibilidades de procreación es un cambio radical en la estructura de nuestras civilizaciones.

Podrán así satisfacerse ambiciones de deseo corporal bajo apariencias legales de respetabilidad, pero los efectos en la sociedad no dejarán de sufrirse.

La redefinición del matrimonio, más aún, ya no tiene necesidad de las normas que rigen al tradicional. Ya no necesita ser monógamo, ni requerir fidelidad, ni ser un compromiso vitalicio. Sería como expandir las facilidades del divorcio y sus efectos, incluyendo los apareamientos momentáneos.

El exceso del racionalismo es quizá la mejor lectura posible para comprender lo que está sucediendo en este asunto de los matrimonios homosexuales. Hablar de ellos sin comprender esa idea resulta superfluRedefinir el matrimonio es un exceso racionalista que presupone tener la capacidad de rediseñar también al resto de la sociedad haendo caso omiso de lo que sea no visto a simple vista como racional, empírico, positivo y utilitario.

El trasfondo es el contraste entre dos maneras de comprender a las personas y cómo viven.

Una es la visión de un diseño intencional, perfectamente racional y deliberado, que es producto de la razón (los progresistas).

Otra es la visión del diseño espontáneo, no intencional, producto de la evolución cultural, de intentos fracasados y exitosos que han llevado a la situación actual (los conservadores).

Visiones de definición y redefinición del matrimonio

En la discusión actual del concepto de matrimonio suelen enfrentarse tres concepciones distintas. Tres modos diferentes de entenderlo.

En lo que sigue, explico esas tres visiones con la intención de identificar el centro vital de los desacuerdos.

1. Visión instrumental: procreación

El matrimonio, según esta visión, es un compromiso posible solo entre un hombre y una mujer. Y que tiene un objetivo central, el tener y educar a los hijos.

El compromiso admite la posibilidad de afecto y amor entre los esposos —pero no lo considera esencial.

La relación sexual tiene la meta de concebir hijos y es obligatoria según esta visión instrumental procreativa.

2. Visión instrumental: afecto

El matrimonio, según esta visión, es un compromiso que formaliza el afecto entre dos personas. Y tiene una manifestación en los actos sexuales entre ellas.

La procreación es un elemento independiente y no necesario, ni esencial

El compromiso admite perfectamente la posibilidad de tener y educar hijo —pero no lo considera fundamental. La relación sexual tiene la meta de mostrar afecto entre los casados como punto central y nada más que eso.

Esta visión instrumental sustentada solo en el afecto entre dos personas, manifestada extrínsecamente en actos sexuales que no tienen la meta de procrear, abre la posibilidad de relaciones homosexuales en adición a las heterosexuales. Parte de la revolución sexual.

3. Visión integral: afecto y procreación

El matrimonio, según esta visión, forma una comunidad posible solo entre una mujer y un hombre que, al igual que las anteriores, se comprometen públicamente a compartir su vida futura.

En esa vida futura, el compromiso es el de una relación íntima, mutua, sustentada en el amor de uno a otro, y dirigida a la procreación, cuidado y educación de los hijos.

No es propiamente un contrato ni un instrumento, sino el compromiso de formar una unidad comunitaria, sustentada por igual en amor y procreación como valores intrínsecos.

La clasificación anterior está fuertemente basada en la de George, R. P. (2001), In Defense of Natural Law, Oxford University Press, USA.

Las tres visiones del matrimonio permiten comprender mejor las definiciones distintas que poseen las personas que defienden o atacan a los matrimonios entre personas del mismo sexo.

Solamente los hijos

La visión instrumental con meros fines de procreación solo puede realizarse entre hombre y mujer. Pero con un elemento faltante considerable, el afecto entre ellos y que se considera esencial para el desarrollo óptimo de sus hijos.

Esta visión del matrimonio meramente procreativa se ilustra bien en los casamientos por compromiso entre familias que quieren descendencia como meta central.

Por ejemplo, las casas reales que desean tener futuros monarcas, pero también es propio de mentalidades que consideran el tener hijos una situación deseable por sí misma.

Solamente el afecto

La visión instrumental con meros fines afectivos, en cambio, puede realizarse entre personas de cualquier sexo, sin limitaciones. Carece del elemento de la procreación, al que considera accesorio.

Esta visión matrimonial puramente afectiva es simplemente una formalización contractual de relaciones sexuales posible de tener fuera del contrato.

Por ejemplo, los matrimonios entre personas del mismo sexo que aspiran a hacer público el afecto que se tienen y nada más que eso.

Afecto más hijos

La visión integral del matrinomio reúne los dos elementos de afecto y procreación, para lo que requiere el formar una comunidad llamada familia.

Solo es posible entre hombre y mujer en un compromiso de largo plazo —el suficiente para permitir un ambiente propicio al buen desarrollo de los hijos.

Mientras que las dos visiones instrumentales anteriores admiten plazos cortos del matrimonio, la visión integral los rechaza.

📌 El logro de descendencia es posible en poco tiempo y el afecto meramente sexual puede cambiar en plazo corto. En cambio la visión integral necesita el compromiso de la estabilidad de largo plazo para dar cabida al desarrollo lento del ser humano.

Preguntas y respuestas

¿Qué es el matrimonio según su definición tradicional?

El matrimonio es mucho más que un contrato legal; es un compromiso mutuo de largo plazo y estable entre un hombre y una mujer. Sirve como un arreglo material y económico, un mecanismo de seguridad mutua para sus integrantes (especialmente los hijos), y un estado claro y sagrado en la vida de las personas, que implica una renuncia pública a otros y una exclusividad.

¿Cuáles son las fuerzas opuestas a la esencia tradicional del matrimonio?

Las fuerzas que se oponen a la esencia tradicional incluyen la poligamia en serie (matrimonios y divorcios frecuentes), uniones basadas en contratos con previsión de disolución fácil, relaciones donde una o ambas partes tienen lazos externos (infidelidad), la facilidad del divorcio que socava la estabilidad necesaria, y las uniones entre personas del mismo sexo, al renunciar a la posibilidad esencial de procreación. Además, la pérdida del carácter sagrado del matrimonio, reduciéndolo a una unión sexual sin responsabilidad, también lo debilita.

¿Por qué la redefinición del matrimonio es considerada riesgosa?

La redefinición del matrimonio se considera extremadamente riesgosa porque implica modificar el núcleo de la sociedad: la familia. Al cambiar su concepción tradicional (unión formal y universal entre sexos distintos para procrear y educar hijos), se convierte en una unión temporal, sin distinción de sexo, enfocada en la satisfacción sexual sin responsabilidad de descendencia y fácil de terminar. Esto puede alterar la continuidad natural de la sociedad y agravar problemas de decrecimiento poblacional, conduciendo a una zona de riesgo desconocido.

¿Cuáles son las tres visiones principales que se enfrentan al definir el matrimonio?

Visión instrumental: procreación: El matrimonio es solo entre un hombre y una mujer, con el objetivo central de tener y educar hijos. El afecto no es esencial y la relación sexual es para concebir.
Visión instrumental: afecto: El matrimonio formaliza el afecto entre dos personas, sin que la procreación sea esencial. Permite uniones de cualquier sexo.
Visión integral: afecto y procreación: El matrimonio es una comunidad entre un hombre y una mujer, basada en el amor mutuo y dirigida intrínsecamente a la procreación, cuidado y educación de los hijos, con un compromiso de estabilidad a largo plazo.

¿Cuál de estas visiones se alinea con la definición tradicional?

La visión integral (afecto y procreación) es la que se alinea con la definición tradicional del matrimonio. Requiere la unión de un hombre y una mujer en un compromiso a largo plazo, sustentado en el amor y con el propósito de procrear, cuidar y educar a los hijos. Esta visión enfatiza la estabilidad vitalicia necesaria para el desarrollo humano, a diferencia de las visiones instrumentales que admiten plazos cortos y carecen de uno de los dos elementos esenciales.


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