Los seres humanos vivimos en comunidades forjadas por la confianza mutua, sustentadas en nuestro hogar compartido, la paz con los vecinos y el amor familiar. No son meras preferencias, sino imperativos biológicos y sociales que ningún gobierno o ideología debería atreverse a ignorar.

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Introducción

Todo comienza con una sencilla idea de Roger Scruton que inicia así: «Nosotros, los seres humanos, vivimos naturalmente en comunidades, unidos por la confianza mutua».

Si acaso alguien pensara en el campo de la política, debería considerar primero esa simple noción. Somos seres humanos y, como tales, nuestra existencia se realiza en comunidades. Estas comunidades de personas existen gracias a la confianza mutua entre ellas.

Véase como una premisa de todo aquel que tiene que ver con la política, sean gobernantes, legisladores, jueces, intelectuales, todos sin excepción debieran remitirse a esta consideración básica: vivimos en comunidades cimentadas en la confianza mutua y vivir en comunidades es nuestra naturaleza.

La segunda premisa: el hogar nuestro

A lo anterior, se añade algo igualmente básico: «Necesitamos un hogar compartido, un lugar seguro donde nuestro derecho a vivir sea indiscutible y donde podamos pedir ayuda a otros en momentos de amenaza».

Un lugar propio al que llamamos hogar y que compartimos pues vivimos en comunidades. Es algo mayor a un espacio nuestro, es un refugio de vida y existencia como algo que no está en duda. Allí se vive y desde allí se llama cuando se tenga necesidad de ayuda y protección

Otra de las premisas en este llamado a lo básico en la política: de nuevo la confianza mutua de respetar el hogar de cada uno. Y, otra vez, sea quien sea que gobierne o haga Filosofía Política, está obligado a tomar en cuenta esta faceta de la naturaleza humana.


«El hombre es por naturaleza un animal político».

— Aristóteles

La tercera premisa: paz y amor

Sigue la cita de Scruton con: «Necesitamos paz con nuestros vecinos y los procedimientos para asegurarla. Y necesitamos el amor y la protección que brinda la vida familiar».

Esta es otra proposición sustentada en la realidad de la naturaleza humana. Requerimos paz, en decir, confianza en nuestras relaciones con los demás. No sólo eso, necesitamos mecanismos para garantizarla, como, leyes e instituciones que la defiendan.

Esto es confianza, seguridad, protección y, en buena parte, eso hace la existencia en familia. Mal haría quien no tomara en cuenta esto cuando gobierna, hace leyes, escribe sobre asuntos sociales.

Las tres premisas llevan a una conclusión: «Revisar la condición humana en cualquiera de estos aspectos es violar imperativos arraigados en la biología y en las necesidades de la reproducción social».

Modificar esa condiciones naturales o ignorarlas comete un error. El de atropellar la realidad de la naturaleza humana y crear una ficción desviada de la verdad.

Las tres premisas salen de la realidad humana

  • Vivimos en comunidades a las que une la confianza mutua.
  • Vivimos en hogares propios no sujetos a discusión, que son nuestro refugio y protección.
  • Vivimos en familias que dan amor y protección.

El fundamento de todo eso es la confianza manifestada en la paz y la convivencia. Nada de esto es posible de alterar o transformar porque es real, porque es nuestra propia naturaleza.

La observación es aguda porque refiere a las ideologías. ¿Qué hacer con la ideología que niega o ignora estas premisas humanas? No hacerle caso, desecharla por falsa e irreal.

El párrafo citado contiene una noción implícita que debe servir como punto de partida para todo aquel que de cualquier forma se relacione con la política. Desde reporteros hasta escritores de opinión, desde presidentes hasta legisladores y jueces, desde intelectuales hasta profesores.

Antes de proponer una sociedad ideal, antes de implantar una política económica, de modificar una Constitución, debe ser considerada la naturaleza humana viéndola como permanente. Toqueville lo expresó ya: «La sociedad es el resultado de las costumbres de los hombres, no el efecto de sus leyes».

¿Alguna ideología describe a una sociedad ideal si tan solo los hombres cambiasen? Sí alguien la encuentra, que huya de ella porque no traerá más que tragedia y sufrimiento.


«La confianza es la expectativa que surge dentro de una comunidad de comportamiento regular, honesto y cooperativo, basada en normas comúnmente compartidas».

— Francis Fukuyama

Resumen

El llamado a lo básico de Scruton es razonable. Existe una cierta naturaleza humana, ella es un hecho dado, imposible de enmendar. Por tanto, será una osadía costosa el intentarlo, como se hace en actos gubernamentales, leyes, políticas, libros, propuestas electorales, teorías, que ignora esa naturaleza inamovible.

Esta columna, inspirada en Roger Scruton, sostiene que la vida humana se basa en tres pilares inamovibles: vivir en comunidades unidas por la confianza mutua, la necesidad de un hogar compartido como refugio seguro, y la importancia de la paz con nuestros vecinos y el amor familiar.

Ignorar o intentar modificar estas verdades es violar imperativos arraigados en nuestra naturaleza y en las necesidades de la reproducción social. La columna advierte que cualquier intento de alterar esta naturaleza humana inamovible es una osadía costosa, pues desafía la realidad y puede llevar a la creación de ficciones dañinas en la política y la sociedad.

El párrafo completo de Scruton dice esto:

Nosotros, los seres humanos, vivimos naturalmente en comunidades, unidos por la confianza mutua. Necesitamos un hogar compartido, un lugar seguro donde nuestro derecho a vivir sea indiscutible y donde podamos pedir ayuda a otros en momentos de amenaza. Necesitamos paz con nuestros vecinos y los procedimientos para asegurarla. Y necesitamos el amor y la protección que brinda la vida familiar. Revisar la condición humana en cualquiera de estos aspectos es violar imperativos arraigados en la biología y en las necesidades de la reproducción social. Scruton, Roger. Conservatism: An Invitation to the Great Tradition (p. 10). Mi traducción


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