Esta columna hace una aportación lingüística proponiendo nuevas palabras que persiguen facilitar los diálogos y las conversaciones de las personas con términos más precisos y específicos. Es parte de una colección de ellas que puede verse en ContraPeso.info: nuevas palabras, clasificadas dentro de la etiqueta ContraPeso.info: humor.

Si bien existe un número enorme de palabras, aún así, no satisfacen todas ellas la incluso mayor cantidad de ocasiones y objetos que requieren nuevos términos. El siguiente es un esfuerzo más de ampliación de léxico de cuño reciente.

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Hielo, tipos de

Si bien los diccionarios comunes tratan a este objeto de manera tradicional, es deseable profundizar en tratamientos del hielo que rebasan el conocimiento tradicional.

Es obvio que el hielo es producto de la congelación del agua y que el hielo tiene su principal uso en el consumo de bebidas destinadas al ser humano, pues rara vez se ha visto que un oso hormiguero o cualquier otro animal se rehuse a beber agua a la temperatura ambiente.

Es claro, por tanto, que el hielo proviene de un refinamiento que es claramente humano, como ha sido constatado en el libro de Ciriaco del Pomodorolli, donde está escrita la inmortal frase «Pido agua con hielo, luego soy un ser humano».

Lo que, sin embargo, es pocas veces tratado es la morfología del hielo, la que es variada y digna de estudio, tanto que el Mocorito Consulting Group, con casa matriz en la ciudad del mismo nombre en Sinaloa, México, ha realizado estudios para diversos bares y restaurantes con el objetivo de mejorar la eficiencia en el uso del hielo.

De algunos de esos estudios se ha obtenido la siguiente información con el amable permiso de esa institución. Debe mencionarse que los términos asignados a cada tipo de hielo, sin embargo, son producto de la colaboración del Centre for the Study of Funny Words de Prestonpans, Escocia.

Una de las categorías de hielo es el llamado conjero, que es el de forma generalmente cilíndrica que posee una perforación en el medio. Este tipo de hielo es en extremo eficiente pues permite un enfriamiento más rápido de la bebida ya que su superficie de exposición al líquido es sustancialmente mayor, además de dar la apariencia de mayor cantidad.

El hilo frilino es el de tipo en extremo cristalino y transparente, sin colores ni superficies opacas; su contrario es el fripaco, que sí es opaco y hasta turbio.

El hielo llamado helamorfo es aquel que carece de formas definidas y estándares, y cuya arquitectura es en extremo caprichosa, lo que hace que sea muy usado en aplicaciones como el enfriamiento de cerveza.

El fricubo es el hielo de forma perfectamente cúbica y el fridondo es el hielo perfectamente esférico, ambos son en extremo raros.

El hielo muy conocido es el frapé cuyo origen se remonta varios siglos en la corte del rey Dradistán II de Suecia que usaba a su escudero de nombre Frapostán para obtener hielo usando su cuchillo y dando picotazos a los glaciares, cosa que fue de gran admiración entre la corte, en la que esa modalidad de hielo adoptó el nombre corto de ese escudero.

Huellas labtirales

En miles de objetos llevados a la boca, las mujeres dejan constancia de su uso, al mancharlos con lápiz labial, sean vasos, servilletas, vasos, copas, mejillas.

Estas huellas, como es conocido, reciben el nombre de labtirales y no son en esencia diferentes a las dactilares, pues en efecto cada huella labtilar es única en el mundo y ello permite que la persona sea con facilidad identificada.

Estas huellas varían en dimensiones de anchura y longitud, además de tener texturas muy complejas y que dejan marcas en los objetos usados gracias al lápiz labial.

De hecho, esto significa la posibilidad real de identificar a la mujer que ha dado un beso al marido de otra, si es que ésta cuenta con un inventario de huelas labtirales de su localidad, o de su país.

Esta ha sido la causa por la que recientemente un fabricante innovador de lápices labiales ha lanzado al mercado uno de eso productos, con la promesa de que borra las huelas de los labios y que ha generado más de una idea para programas de la serie CSI.

Viajensa

Palabra que describe en sentido genérico a las múltiples defensas que el viajero utiliza para abstenerse de entablar conversación con el compañero de asiento que insiste en iniciar una conversación.

El más común de esos trucos o mecanismos de salvaguardia es el sueño, aunque también lo es la lectura de cualquier tipo de material, sean libros o revistas, e incluso materiales de trabajo.

Todo el punto se reduce a evitar la situación en la que por motivos de esa conversación el viajero termina sabiendo más acerca de la vida del compañero de viaje que de la vida del familiar más cercano.

El caso típico es el de la situación de una persona de cualquier sexo que aborda un avión y, por razones ajenas a su voluntad y propias del diseño de la nave, toma asiento a una distancia muy corta y muy incómoda de una tercera persona.

La cercanía misma, irritante y fastidiosa, produce un incremento probabilístico significativo en las posibilidades de iniciar una conversación;. Esto es fácilmente comprobable empíricamente viendo las probabilidades de establecer conversación entre dos pasajeros, uno en el asiento A2 y el otro en el asiento D23 versus otros dos en los asientos 1A y 1B. A esto se añade la escasa probabilidad de que la conversación sea interesante.

Como consecuencia de lo anterior, es en extremo factible que el viajero se vea inmerso en una situación exasperante, la de saber cosas que no le interesan y, al mismo tiempo, perder valioso tiempo dedicado a otras actividades.

Ante esto, como se dijo, existen variedades de defensas, como la de pretender que se duerme, eructar después de haber ingerido platillos ricos en cebolla con ese mismo propósito y otras muchas.

En casos extremos la publicación bimensual Journal for the Quiet Traveler aconseja al pasajero decir «perdóneme, no puedo hablar, tengo una enfermedad muy contagiosa que se transmite por el aire y ahora mismo estoy yendo a (nombre de ciudad) a ver a un especialista».

En muchos de los restaurantes del mundo es posible hacer cambios en las cartas de alimentos que ellos ofrecen.

Por ejemplo, en el caso de que acompañando a un filete venga originalmente una guarnición de verduras cocidas, el comensal tiene la oportunidad de cambiar esas verduras por una papa al horno.

Estos cambios en los menús reciben el nombre de menubios. Se reconoce que en lo general la mayoría de los restaurantes dan una oportunidad razonable de menubio.

Sin embargo, para muchos de los restaurantes comerciales estadounidenses el menubio representa un verdadero dolor de cabeza, pues su platos se encuentran totalmente estandarizados, o bien sus cocineros son en extremo idiotas.

Por otro lado, existen clientes de restaurantes que tienen inclinaciones por encima de toda razón y pueden llegar a pedir, por ejemplo, filete a la pimienta sin pimienta.

Ha sido incluso especulado que varios chefs cansados de enfrentar a clientes con peticiones de menubios, idearon lo que ahora se llama nouvel cuisine, con platos arreglados de tal manera que si el cliente pide un menubio ellos representaría tal modificación que es imposible realizarla.

Polpe

Se da este nombre a huella que produce el golpe de una portezuela de un carro sobre la de otro, estacionado contiguo, y que generalmente produce una mancha del color del carro golpeador en el golpeado.

Según el eminente abogado y legista, Don Juan Bautista Portes del Rincón y Gazaga, el polpe debe ser definido como

«Ese efecto notorio, visible y notable que es el producto de la acción ciudadana que comúnmente se tiene cuando un primer carro es abierto en cualquiera de sus puertas, pero principalmente la correspondiente a la del conductor, misma que se encuentra por lo general, del lado izquierdo y frontal del vehículo en cuestión y esa puerta llega a establecer un contacto físico inequívoco con un segundo auto, mismo que está en una posición paralela a lo largo de los vehículos mencionados, ya sea por descuido moral, mental o físico de la persona dueña o usuaria del primer vehículo y que actúa sobre el segundo en su superficie más cercana, en lo general dejando una huella visible al ojo común en el segundo ya que el primero fue el causante suficiente y único de la acción descrita y sobre lo que puede establecerse con dificultad variable un cierto nivel de culpabilidad sustentada en el juris naturalis así como en diversa concepciones del juris transitoribus, que como es comúnmente conocido, trata de los casos y las legislaciones de las vías de comunicación».

En sus aspectos científicos, por otro lado, el polpe ha sido sujetos de diversas investigaciones por parte de diversas instituciones, entre las que destaca notablemente el Centro de Estudios Automotrices de Piippola, Finlandia, organismo público que se mantiene con donativos de diversos gobiernos y que después de varios años de estudio ha llegado a las siguientes conclusiones (1) es prácticamente imposible que dos autos del mismo color se causen polpes, (2) cuanto más diferencia de color existe entre los autos mayor es la probabilidad de producirse polpes y (3) necesitamos más dinero para seguir investigando esto.

Imagogia

Palabra muy usada entre los expertos teóricos de la Ciencia Política, esta palabra hace referencia al tipo de régimen que se basa en la imagen de los gobernantes y que por lo general aísla otras variables como la efectividad de su desempeño real.

Técnicamente es una de las variables no previstas por Aristóteles en su tipología de los gobiernos, pero que pertenece a la categoría de la democracia, pues supone la necesidad de imagen pública para la obtención de votos.

Es decir, la democracia supone como uno de sus principios fundamentales la existencia de un voto por cada uno de los habitantes de un país, lo que puede degenerar en una especie de concurso de popularidad personal o de imagen individual de los candidatos a gobernar.

Si bien en la democracia más tradicional los votos son dirigidos por los habitantes hacia las propuestas de gobierno que cada uno evalúa como mejores, la ausencia de planes de gobierno y de ideas claras en los gobernantes ha ocasionado que los ciudadanos no tengan otra base para decidir su voto que la imagen que ellos se forman de los candidatos.

Esto significa que las plataformas políticas han sido sustituidas por las imágenes de los candidatos. En esa democracia más tradicional, los partidos políticos que siempre están formados por elites pensantes proponen programas de gobierno y los ciudadanos seleccionan a la que mejor consideran.

Eso ha cambiado en la actualidad, cuando las masas votantes ya no cuentan con propuestas de planes de gobierno, sino con discursos vacíos y vagos por parte de personas que tiene como único atributo una imagen que proyectar y que poco está relacionada con su desempeño posible como gobernantes.

Fue durante la campaña política del alcalde de Mocomoco, Bolivia, que siendo observada por Ben-hadad González, este último creó este concepto de imagogia. La supuesta plataforma política del candidato a alcalde estaba basada en el hecho de reducir los impuestos y elevar el gasto público, cosa que fue ignorada por los ciudadanos, quienes votaron masivamente por él a causa de los trajes regionales que él uso durante sus giras electorales.

La base de la elección fue exclusivamente la de la imagen y apariencia personal del candidato. Desde luego, en Mocomoco, a los pocos meses la ciudad se encontraba fuertemente endeudada y el alcalde desapareció con todo y sus trajes regionales.

Son factores importantes de la imagogia todos aquellos que están relacionados con la apariencia física y la imagen atribuida al candidato o gobernante.

Uno de ellos, quizá el más importante, es el de aparecer como proveniente de la clase media o idealmente de la clase baja, cosa que se sabe hace al candidato mucho más atractivo pues se da una especie de identificación personal con la mayoría de los votantes. Es muy poco aconsejable que el candidato enfatice una imagen basada en su origen de clase alta.

Otro factor es la vestimenta, la que debe adecuarse a las ocasiones y los estilos más probables de los votantes, vistiendo hasta donde sea posible algunas prendas regionales; el uso de corbata, por ejemplo, debe ser lo más limitado posible, al igual que arreglos de pelo que impliquen descuido o suciedad.

Y, desde luego, nada sustituye al convertirse en fanático de algún deporte muy popular, ir a los partidos y hacerse ver entre los aficionados, pero cuidando de no ser fanático de alguno de los equipos que aunque populares sea odiado por parte importante de los ciudadanos.

Siendo tan importante la imagogia, esta se convierte en el lado más débil de todo candidato: si uno de los candidatos en competencia por un puesto de elección pública logra que su oponente sea identificado con alguna idea que es odiosa para los votantes, es casi segura su victoria.

Por ejemplo, uno de los candidatos puede acusar a su contrario de ser rico, de despreciar las causas nacionales, de querer vender al país, de desinterés en las causas populares, de extranjerizante, de querer subir los impuestos, de cualquier otra cosa que sin ser cierta ni probada de inmediato puede causar una reacción negativa.

Y es que existen variables que todo candidato debe saber, como siempre, responder a la pregunta de cuál es su platillo favorito con el nombre de un platillo local y de gran nacionalismo; sería muy remoto que un candidato que dice que su platillo favorito es el Filete Wellington sea electo en la ciudad de Motozintla de Mendoza, en México.

Es obvio que debía haber respondido con el nombre de un platillo local o nacional, como «huevos rancheros con frijoles y mucho picante».

Demofobia

Con obvias raíces en las palabras demos y fobia, ésta hace referencia principal al asco y la repulsión que padecen quienes van al cine en las últimas funciones y que enfrentan la vista, el olor y el tacto de los restos que han dejando quienes asistieron al cine en funciones más tempranas.

Se trata, pues, de la aversión y el odio que se siente hacia las personas que, por ejemplo, tiraron al suelo una parte del hot-dog que ingirieron mientras veían la película, sin tomarse la molestia de recoger ese desperdicio, el que obviamente será pisado por alguien que va a la siguiente función, lo que le producirá una sensación que puede llegar al vómito, cuando vea la asquerosa apariencia que presenta en el suelo la mezcla gelatinosa del catsup, la mostaza y los fragmentos de salchicha.

La demofobia llega a extremos en los casos en los que son los asientos los que reciben porciones de esos espantosos restos. Sin sospecharlo siquiera, el inocente que toma asiento está sujeto a las más crueles posibilidades, pues su bien planchada ropa recién comprada puede acabar siendo manchada por innombrables sustancias de origen desconocido, incluso parecidos a los caldos primordiales en los que por primera vez se registró la vida.

Azúcar pegajosa de negros refrescos, restos de mantequilla, posiblemente mezclada con mugre de uñas de escasa higiene, gotas grasosas de queso amarillo que se mantiene líquido por su contenido de grasa y que fue chorreado de labios desconocidos, pañales usados por bebés cuyos padres sostienen la teoría de que un bebé no entiende una película clasificada para adultos, servilletas con desconocidas sustancias que las crispan y hacen quebradizas, desconocidos fluidos de terrorífico origen con pantanosa textura, manchas que a su vez han sido manchadas mil veces en un remolino de suciedad y elementos constituyentes que pueden muy bien representar un rompecabezas para la ciencia más avanzada.

Todo eso y más enfrenta quienes van a muchos cines a su última función.

Pero la demofobia, según ha sido recientemente demostrado, no es privativa de los cines, pues también es padecida por los asistentes a eventos deportivos. Quienes asisten con frecuencia a ellos son testigos de calidad indudable para corroborar lo que aquí se ha dicho sobre los cines.

Pero en los estadios la cuestión empeora cuando se tienen necesidades biológicas impostergables y no hay otro remedio que ir a las instalaciones sanitarias.

Es allí donde la demofobia empeora significativamente y los sentidos del olfato, la vista y el tacto sufren shocks difíciles de describir; fétidos aromas de orígenes antiquísimos permanecen allí en una demoniaca mezcla con los más recientes; pisos que aún contienen restos de dignidad arqueológica y escatológica, y que dejan inevitablemente restos microscópicos en los zapatos que llegarán a la recámara; líquidos amarillentos esparcidos por doquier y papeles en el piso cuyo uso atemoriza a los más valientes con solo pensarlo.

Y nada es todo esto con quienes en algunos restaurantes y lugares públicos se ven obligados a visitar los baños.

No en balde existen varios cuentos fantásticos de terror que se basan en la pavorosa locura producidas en sus personajes por causa de una desafortunada visita a los baños públicos de casetas de pago en carreteras, aeropuertos, lejanas gasolineras y otros sitios similares.

En este aspecto, es digna de ser destacada la novela corta El baño de la caseta de Usher, de Gastolfo Arissmendes, ganadora del certamen de escritores nuevos de La Coronilla, Uruguay, y de la que se cita uno de los pasajes más famosos:

«No era esa otra puerta como las muchas que ella había abierto antes en la alejada Hacienda de San Tico Atlixcotl. Había en ella algo diferente. La puerta exudaba maldad más allá de las manchas asquerosas y del moho producido por los climas tropicales. Verde apenas visible, casi maldito, de emanaciones putrefactas, quizá allí anquilosadas desde los salvajes ritos de los indios de la región. No, no eran las manchas esas que había visto de niña y que le habían enseñado a adivinar cosas viejas de la abuela detrás de ellas.
«No, esto era distinto, la puerta era distinta. Sin ánimo de tocarla siquiera, en esos pocos segundos, tuvo un presentimiento que la estremeció. Quizá no habrá papel de baño en ese oscuro interior tras de la puerta. Aún así, ella misma se dio valor mientras la esperaba Juan en el coche. Movió su mano derecha con lentitud, la acercó a la manija que hacía las veces de cerradura. Su sangre se heló al sentir la áspera superficie de metal que tantas personas habían tocado antes. Oxido, manchas verdes, manchas marrón oscuro, todas afanosamente tratando de ocultar el material original de la manija. Allí, en ese momento, al abrir la puerta, llegó la pesada sensación de atmósferas primordiales…»

Hortimista

Dentro de la riqueza de los tipos humanos, hay uno que merece atención especial y que es el hortimista, es decir, la persona que llega puntualmente a una cita bajo la feliz y gratuita hipótesis que el resto de las personas harán lo mismo.

Tal caso de optimismo ha sido objeto de estudios y de burlas sin fin, hasta llegarse a acuñar una palabra que, sin dejo de chunga lo denomina, dando así fin la serie de epítetos que las personas de este tipo reciben.

La situación más clásica es la de una reunión de negocios, acordada para las 10:30 de la mañana de un cierto día; las probabilidades de que esa reunión dé inicio a la hora señalada son astronómicas y esa cifra varía en proporción directa al número de asistentes: cuantos más asistentes haya menores serán las probabilidades de inicio a tiempo.

Otra ocasión muy típica, en la que empeoran significativamente las probabilidades es la de los compromisos sociales, como la invitación a una reunión en la casa o el acuerdo de cierta hora para verse en un restaurante.

Al parecer, en opinión de Joshua Kadesh-Barnea, esto es un fenómeno cultural, es decir, varía sustancialmente por regiones geográficas.

En algunas latitudes, donde el hortimista predomina, las citas suelen iniciar con retrasos mínimos, de muy escasos minutos. Pero en otras partes el hortimista es una clara excepción y allí, se supone, existe un rasgo cultural de miedo a aparecer en un sitio solo como el primero de un grupo, lo que se cree produce un complejo.

Y, ya que ese complejo es común, las personas tratan de evitarlo llegando tarde pues piensan que eso aminora las probabilidades de ser el primero en arribar.

Esto ha sido registrado en los anales de la vida cotidiana en mil ocasiones, cuando se llega por la noche a casa de quien ha convocado a una reunión social en su hogar y se constata que se es el primero, pues no hay coche alguno estacionado fuera de esa casa.

En estos casos los invitados acostumbran permanecer en su carro hasta que llegan otros invitados, para luego bajar del auto aparentando que también acaban de llegar.

En algunas de las interpretaciones más extremas se ha llegado a proponer que en las culturas en las que no se quiere ser el primero en llegar a un lugar y a tiempo existe también miedo a ser el primero en otros aspectos y a destacar en general, con el resultado de una cultura de menor avance y bienestar.

Es decir, en esas culturas es preferible confundirse con la normalidad de la población, sin sobresalir en aspecto alguno, lo que es causa de escasos avances empresariales y científicos.

Paqueo

Es un producto espontáneo del lenguaje y de allí su posible confusión con el término paqueteo. En realidad, el paqueo se refiere a uno de los fenómenos familiares recientemente observados y reportados en la literatura mundial y que se registra principalmente en las familias con hijos pequeños.

En efecto, esos infantes tienen la costumbre de preferir para sus juegos a las cajas en las que vienen empacados sus juguetes, mientras que los juguetes mismos pasan a un claro segundo término.

Muy posiblemente la palabra sea una producto de la combinación de los términos empaque y jugueteo, ya que describe esa fuerte inclinación de los pequeños a preferir jugar con las cajas de los juguetes que con los juguetes mismos

Aunque no ha habido estudios definitivos al respecto, es reconocido que la prensa internacional dedica algunas notas a este fenómeno especialmente durante las festividades navideñas.

Por ejemplo, el diario de Mucuchies, en Venezuela, reportó hace poco el caso de dos familias que castigaron a sus hijos por preferir jugar con las cajas en las que estaban empacados dos juguetes muy caros, cuya compra había producido una deuda sustancial en ambas familias.

El castigo dado a los hijos fue tan grave que los vecinos se quejaron con las autoridades correspondientes y los padres fueron arrestados. Durante el juicio, que fue seguido con avidez por la ciudad de Mucuchies, el juez manifestó su intención de recomendar regulaciones que hagan menos atractivas las cajas de los juguetes.

En un veredicto histórico, los padres fueron declarados inocentes y actualmente los diputados de Mucuchies están examinando una ley especial para los fabricantes de juguetes que cumpla con la instrucción inicial de ese juez; de lograr su propósito los juguetes de Mucuchies serán empacados en papel de estraza en el futuro, sin posibilidad de conocer su contenido por parte de los compradores.

Sea lo que sea que suceda en esas latitudes, la realidad es innegable y su reconocimiento ha llegado incluso hasta la Escuela de Filosofía de Oyo, Nigeria, cuyo célebre director L.F. Nverewsky, publicó recientemente una monografía bajo el título Der Jhughtenkindersportboxtalt.

En ese trabajo expone el eminente filósofo la posibilidad de la existencia de un ente denominado Caxus, una protoidea mental del juguete formada en el inconsciente y el alter ego infantil que llega a un contrastante enfrentamiento el ver el juguete per se y no su representación iconográfica.

Por su parte la semiótica de las cajas es, en opinión de Nverewsky un cuasi-reflejo de la realidad, con la obvia incongruencia cognitiva que ello genera en mentes aún no desarrolladas, lo que les obliga prácticamente a una simplificación de su realidad diaria, la que se traduce en el acto mismo de introducirse dentro de las cajas en un regreso simbólico al vientre materno, cuasifreudiano, con ciertos matices de la teoría de Jung.

Boglia

Este nombre o apelativo sirve para designar un fenómeno cada vez más frecuente en los hogares del mundo, pero conocido ya desde principios del siglo. Se usa la palabra boglia para designar así al pop-corn que no reventó durante su cocción y que, por tanto, se encuentra prácticamente en su estado original.

Es de importancia señalar que existen diversos niveles de boglias dependiendo de su nivel de conversión en maíz reventado, pero que para ser consideradas boglias es necesario que mantengan un gran nivel de dureza.

Las regulaciones mexicanas al respecto provienen de una mala copia fotostática de las disposiciones de la FIC, Food Ingestion Comission, de los Estados Unidos que durante años estudió el problema.

Como resultado de ese estudio, el gobierno americano promulgó una serie de regulaciones que norman la fabricación de pop-corn en su país y que han hecho que ese producto tengan un costo superior en 0.24% al que tendrían sin sufrir el efecto de la boglia, una cifra tan insignificante que pocas personas han notado, pero que tiene un costo neto anual de 346 millones de dólares al año.

Por su parte, las autoridades mexicanas, inspiradas en las disposiciones americanas, han declarado un impuesto sobre boglias que ha aumentado 3% el precio de este producto.

También, es conveniente señalar que la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas ha formado un comité especial que se encuentra estudiando la adición a la Carta de los Derechos Humanos del derecho de la humanidad a asistir al cine e ingerir pop-corn sin boglias.

Según los últimos reportes, las discusiones se encuentran en un impasse debido a la petición de los gobiernos de Tamale en Ghana y Grand Popo en Benin, que han solicitado la inclusión del derecho humano de ver películas africanas en todo el mundo.

De ser aprobada, esta disposición obligaría a la exhibición de películas africanas, por ejemplo, en Apatzingán de la Constitución, Cosamaloapan de Carpio y Huatusco de Chicuellar municipios México, donde la población africana es inexistente y cuyas autoridades por este hecho han presentado una moción de protesta, fundamentada en buena parte por el hecho de que a nadie en esos lugares le gusta el pop-corn y que por eso las boglias no son un fenómeno interesante en esa localidad.

Sea lo que sea, el hecho es que la comunidad empresarial de varias partes del mundo se encuentra ocupada con la solución al problema de las boglias.

Una muestra de esta preocupación es la inminente fusión de International Pop and Corn Limited con Clothes Pins & Needles, que intercambiarán tecnologías para fabricar pop-corn con un pequeño orificio en cada grano, lo que se piensa aumentará la probabilidad de reventar y se solucionará así la problemática bogliana.

International Pop and Corn Limited es una subsidiaria de Le Plastique Internazionale, la que a su vez es filial de The International Indonesian Group, que tiene acciones en Bastingergoitia Incorporated, la que ha emprendido un joint venture con Pacificus Deio A.D.C., cuyo Presidente Ejecutivo juega golf con el accionista principal de Clothes Pins & Needles, por lo que no se anticipan problemas graves de fusión.

Naco

Recientes estudios de la Universidad de Teocaltiche, campus Cacaxtla, han arrojado alguna luz sobre el fenómeno del naco. Es aconsejable en este campo resumir algunos de los conceptos propuestos por John Chiles y Wilhem Pfaff en su reciente publicación dentro del Journal of Very Funny but Abnormal Behaviour que publica esa institución educativa.

El primer punto del estudio de marras es la definición de naco, cosa que los autores hacen de manera clara y sencilla: naco es un calificativo aplicable sólo al género humano y no a animales.

Es decir, puede haber un millonario naco, pero no puede haber un delfín naco. Además, ese calificativo aplica a las personas que consistentemente tienen una conducta que causa malestar en terceros, con el requisito de que no constituya un delito tipificado.

Por ejemplo, un ladrón en un cine es calificado como delincuente, pero no necesariamente como naco; sin embargo, si ese ladrón oye sonar su teléfono celular y lo contesta mientras el resto de las personas están tratando de escuchar lo que dicen los actores, es esa conducta lo que lo hace además naco.

Señalan Chiles y Pfaff que las conductas del naco tienen esa esencia, la de no poder ser caracterizadas como delitos, al menos graves, pero sí ser irritantes y fastidiosas para quienes lo rodean.

Como en todo, esta distinción tiene sus zonas grises que esos autores se apresuran a señalar, poniendo como ejemplo la conducta de ciertos conductores de automóviles que cometen faltas al reglamento, pero que las autoridades no castigan, ni son en realidad consideradas graves.

Por ejemplo, el conducir ocupando dos carriles, o el ir a velocidad demasiado lenta en el carril izquierdo. Es obvio que eso es perjudicial y molesto para los demás, pero la autoridad no pone la atención que esos casos merecen.

En el siguiente punto de su ya famoso escrito, los investigadores se dedican a dar ejemplos de lo que ellos consideran conductas clásicas de nacos: dentro de un avión usar el teléfono celular cuando la nave ha llegado y están a treinta segundos de que abran la puerta a pesar de que más de seis veces se ha avisado que no deben usarse esos aparatos, y todo para decir «ya llegué».

Conversar en el cine de manera que los que están cerca oyen preguntas sobre un argumento que obviamente no es el de esa película porque el que pregunta no entiende nada; ir a exceso de velocidad a tres centímetros de un auto que va a la velocidad correcta, echándole el carro encima y prendiendo las luces.

Estacionarse en cocheras ajenas, o en lugares reservados para minusválidos. En fin, hay una inmensa variedad de conductas de naco en prácticamente todas las áreas del comportamiento humano que Chiles y Pfaff tienen el mérito de listar con lujo de detalles.

Pero su verdadera contribución a la ciencia está en haber propuesto por primera vez en la historia de la ciencia una correlación positiva entre el ingreso y el monto de la conducta del naco. Es decir, a más dinero más naco se puede ser, lo que es una idea inspirada en Freud, «todos tenemos un naco dentro» y lo que facilita su salida a la superficie es el dinero de la persona.

Dicho de otra manera, los que poseen un Mercedes Benz también pueden ser nacos, o bien, también en Londres, Paris y ciudades ricas hay nacos… e incluso en Cancún, donde esos autores recuerdan que un naco llegó a unos metros de ellos en la playa y puso un radio a todo volumen con música que no era precisamente el concierto para piano número tres de Rachmaninoff.

Si hacemos caso a los autores de ese estudio, llegaremos a la conclusión de que hay más nacos en los barrios de altos ingresos que en lugares más humildes. Esta es una proyección estadística sin error, si es que Chiles y Pfaff tienen razón.

El sustento del razonamiento original de los autores está arrasando con pensamientos más conservadores que sostenían que el naco se da principalmente en los estratos económicos más bajos. Lo que ellos dicen ahora es que el naco es un tipo humanoide que se presenta en todas las clases sociales, pero que proporcionalmente se padece más entre personas de ingresos más altos.

Y es que, argumentan Chiles y Pfaff, el dinero da más oportunidad de ser naco. Ellos clarifican esta noción con el ejemplo del carro y del celular. Quien posee un auto tiene más probabilidades de tener una conducta de naco. Y entre dos personas que tienen carro, el que tiene el mejor auto eleva aún más las probabilidades de comportarse como un naco.

Igualmente con los teléfonos móviles, cuya proporción de uso se eleva conforme crecen los ingresos de las personas; por tanto, quien no tiene dinero para adquirir un móvil, por ejemplo, tiene menos oportunidades de hacerle al naco en un cine. Aunque, desde luego, a esa persona aún le queda la posibilidad de manchar de queso de los nachos a la persona de adelante.

Yatemetismo

Término de reciente creación que designa un antiguo fenómeno en sus más modernas manifestaciones.

Concretamente se refiere al intervencionismo gubernamental en la vida de las personas para asuntos que ellas podrían resolver por sí mismas. El yatemetismo es usado especialmente en las situaciones modernas, dentro de las que destaca el uso obligatorio de artefactos de seguridad destinados a proteger a la persona.

El ejemplo más claro de esto es el uso forzoso del cinturón de seguridad dentro de algunos países y que es obligado usando coerción y violencia, pues la policía tiene la autoridad de detener a quien no lleve puesto ese artefacto.

De hecho, no existe un razonamiento sólido que justifique la entrada del gobierno en la vida privada del ciudadano con el pretexto de la seguridad de esa persona. De existir esa justificación bien fundamentada, comenta el distinguido filósofo Tutu Ma en su obra ¿Existe un cinturón de seguridad que no uso?, la autoridad con facilidad podría emitir otras disposiciones por la propia seguridad de la persona.

ContraPedia reproduce con el amable permiso de Ma una muestra de las acciones que según el pensador podríamos ser obligados a realizar y que tienen el mismo fundamento lógico del uso obligado del cinturón de seguridad de los automóviles.

• Lectura obligada de Otelo y otras obras de Shakespeare, con la idea de que ellas son sanas para el espíritu y temas de conversaciones educadas. Cada semana se presentaría un inspector en la casa para hacernos un examen de nuestro avance en estas lecturas, con la ventaja de elevar el empleo por la contratación de estos inspectores a sueldo del gobierno.

• Uso obligado de suéteres y chaquetas de lana cuando la temperatura ambiente baje de los diez grados, para lo que se emplearía un ejército de policías que harían pruebas sobre el material de cada prenda de vestir, en oficinas especiales a las que el ciudadano tendría que acudir para tener permiso de caminar por la calle ese día.

• Tiempo límite de permanecer sentado diariamente, con el objeto de evitar enfermedades producidas por hábitos sedentarios de vida. Para realizar esto todas las sillas y sillones fabricadas en el país tendrían un mecanismo que les permitiría reconocer los glúteos de cada persona y por medio de un computador central las sillas se negarían a sentar en ellas a quien ya ha estado sentado más allá del tiempo límite diario.

• Prohibición de medios informativos que reportan noticias negativas, con el objeto de mantener al ciudadano tranquilo y sin los sobresaltos que se suelen tener con las noticias de las políticas económicas de gobiernos con déficits fiscales a los que les agrada imprimir dinero.

• Examen forzoso de los dientes, al menos cada seis meses, para evitar daños en los ciudadanos. Uno de los gobernantes, imposible de nombrar, en una pequeña población de América Latina, propuso ya que el gobierno emitiera licencias de revisión de dientes a ciertos dentistas a cambio de un dinero pagado por debajo de la mesa.

Limaco

Si bien la palabra es conocida en alguna proporción, la acepción que se da aquí se refiere a la serie de personas que son conductores de vehículos automotores de todo tipo y que conducen de manera que es molesta para otro conductor específico.

La Asociación Nacional de Conductores de Kitale, en Kenia, encargó un estudio sobre este tema a la Universidad de Kojonup, en Australia, con el objetivo central de crear una tipología de limacos que pudiera servir de base a la emisión de regulaciones de tránsito y resolver a fondo el problema del limaco.

De acuerdo con la investigación realizada por el autor Hgdhala Vivihkandraputra de Karnal, India, existen amplios y variados tipos de limacos dependiendo de cuál es la molestia que producen en los demás conductores. Lo que sigue es un resumen de los descubrimientos de ese investigador.

Limacus iluminorum. El conductor que lleva sus luces altas prendidas de manera que causa ceguera temporal en los conductores que lo enfrentan. Se subdivide en frontalis si el afectado lo encuentra de frente y retroris si el afectado lo ve por su espejo retrovisor.

Limacus milimetricum exactus. El conductor que maneja su auto a escasísima distancia del auto de enfrente, generalmente para poner presión y poder rebasar. Se subdivide en monstruosis si ese conductor maneja un trailer de más de tres toneladas y media y regularis si conduce cualquier otro vehículo.

Limacus lentibus. El conductor que lleva su carro a extrema baja velocidad en los carriles de alta velocidad. Se presupone que este tipo padece un complejo de auto que el cree inferior a los demás y esta es su  venganza.

Limacus molestorum. Este es el conductor que aparece en el momento menos deseado cuando uno está buscando, por ejemplo, el número de una casa por la noche y tiene que ir a una velocidad en extremo lenta, hasta que aparece este tipo y empieza a manifestar su descontento. Si esto sucede por la noche se llama nocturnis y si sucede durante el día se llama diurnis.

Limacus sonoribus extremis. El conductor que hace sonar su claxon de manera que molesta a los vecinos de las casas frente a las que está detenido. Se han reportado casos de personas que por esta razón no han escuchado diálogos importantes de telenovelas, por lo que se le considera del género interruptibus.

Limacus musicorum bumbum. El conductor que ha puesto un equipo de sonido de tal potencia que sus preferencias musicales son dadas a conocer a las personas que transitan cerca de él, especialmente molesto en los semáforos. Por lo general se ha sospechado que esas personas siempre están oyendo la misma música pues suenan todas igual.

Limacus obstaculiensis. El conductor que estaciona su vehículo de manera que obstaculiza el libre tránsito de los demás automovilistas, generalmente un tipo sin gran conciencia de las consecuencias de sus acciones, muy asociado con las declaraciones de guerra y el rompimiento de amistades. Vivihkandraputra ha llegado a investigar que Hitler y Stalin eran este tipo de conductores.

Limacus indecisus. El conductor que ocupa dos carriles, causando así molestias en los demás y mostrando una clara falta de decisión en sus demás acciones cotidianas.

Gasta

Dentro de los procesos de producción del bolo alimenticio, al principio, se encuentra el morder los alimentos, añadirles saliva y con ella formar esa asquerosa masa de tan desagradable aspecto que la buena educación marca que debe producirse y engullirse con la boca cerrada.

Pues bien, existen alimentos que dejan porciones de ese bolo alimenticio en la boca, de tal tamaño que son fácilmente perceptibles por la lengua de la persona promedio. Si la porciones dejadas entre los dientes son producto de la ingestión de galletas, los médicos han establecido el consenso de que reciba el nombre de gasta, mientras que el fabricante de Oreo, las más célebres galletas del mundo, han registrado ya como propiedad suya la marca registrada, Oreosta.

Sea lo que sea, es una realidad que muchos tipos de alimentos dejan molestos restos de ellos entre los dientes, siendo las galletas ensalivadas tan solo un ejemplo cotidiano. Los mangos, por ejemplo, dejan hilos de su propia fibra, no diferentes a los restos del jamón español, o a pequeñas hebras de cualquier otro alimento que se empeñan en meterse entre las muelas ocasionando irritación e incomodidad.

La historia de las gastas y sus similares debe ser muy antigua, con imposibilidad de ser fechada con exactitud, aunque algunos paleontólogos han establecido la fecha de la aparición del palillo unos dos años y medio antes del Jurásico; desde luego, la aparición del palillo, se supone, demuestra que ya nuestros antepasados sentían la necesidad de resolver el problema genérico de la gasta. Otros científicos, especialmente los de la Universidad de Bebedouro en Brasil han mostrado su desacuerdo con esa teoría argumentando que esos supuestos palillos son en realidad alfileres y que la higiene bucal no tuvo su antecedente en épocas tan remotas.

Lo que sabemos con toda seguridad es la conocida referencia en el libro de Herudito, nieto del más afamado Herodoto, en el que cuenta que aunque él no lo vio, la corte del cruel Fulfrofredo de Las Galias usaba unos artefactos «muy delgados que se metían entre los dientes para quitarse los restos de alimentos», pero que sus soldados también los utilizaban para sacarse los ojos unos a otros en las bacanales, cosa que ocasionó la prohibición de ese artefacto hasta su reaparición, como todos saben, unos tres siglos después, durante el reinado de Arkatán, en el Ducado de Aquitania.

En la época moderna la gasta se aplica principalmente a los restos de galletas y por extensión a los de otros alimentos, que se empeñan en permanecer entre los dientes y muelas. La gasta es, obviamente, una de las principales causas de la caries y del asco de muchos dentistas.