Un riesgo siempre presente en el atractivo general de regímenes políticos de poder concentrado. Con ellos se busca construir la sociedad perfecta según el diseño personal del gobernante en turno. Más, inexplicablemente, el apoyo de intelectuales y otros ingenuos. La tentación del totalitarismo.
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Introducción
Tiene malas explicaciones, teorías erróneas, conceptos equivocados. Y, sin embargo, sobrevive. ¿Por qué subsiste la tentación del totalitarismo, las propuestas de gobiernos totalitarios?
La razón está en una causa fuera de la teoría. Una causa emocional, el resentimiento de personas que crean culpas colectivas de su mala situación. Para entender este tipo de autoridad política, sin embargo, debe comenzarse por su significado.
📕 La idea fue encontrada en la obra de Scruton, R., A Political Philosophy: Arguments for Conservatism, Bloomsbury Academic.
Primero, ¿qué es totalitarismo?
El autor comienza con una definición de totalitarismo. Un régimen de poder centralizado, ilimitado, que rige a toda la existencia de la persona.
📌 Un gobierno totalitario es uno de poder centralizado, sin que ese poder tenga límites legales, ni auto-limitaciones constitucionales. Más aún, es un poder que rige toda faceta de la vida social.
Lo central del gobierno totalitario no es la falta de leyes. Es la ausencia de límites fundamentales del poder. Más la presuposición de que todo en la sociedad es terreno que el gobierno puede controlar, sin que importe lo ajeno que sea de las labores normales de gobierno.
Para el gobierno totalitario, por tanto, la noción de la división del poder, de la constitución y la ley, y la libertad humana son algo ajeno e incomprensible. La voluntad del poder lo es todo y debe regir a la existencia misma en todo detalle.
No es algo nuevo, propio del siglo 20, como el régimen soviético. Tiene antecedentes en las sociedades de esclavos del Medio Oriente, y en el Lejano Oriente y en África. También en Europa antes de ese siglo. La Revolución Francesa presagió este tipo de gobierno.
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La tentación del totalitarismo
Si este sistema político se ha extendido con rapidez en tiempos modernos, eso debe tener una causa. Algo en la naturaleza humana que le dé sustancia y «energía moral».
A partir de aquí, Scruton inicia su explicación de la «tentación totalitaria» como él la llama. La tentación tiene errores sustanciales y el Marxismo es responsable de la mayoría. Pero hay algo en Marx que importa en este terreno, su teoría de la ideología.
Ciencia e ideología
📌 Es la contraposición entre ciencia e ideología. La ciencia busca la verdad. La ideología busca el poder. De esta manera es posible criticar a la ideología desde el punto de vista científico; pero es imposible criticar a la ciencia, porque eso sería ideológico.
Esto hace que el intelectual sea atraído al Marxismo. No porque sea una verdad, sino porque es una ideología que le da poder para tratar de controlar al mundo.
Con la apariencia científica que anula la crítica ideológica de otros, el intelectual sobrevive increíblemente no por buscar la verdad, sino por buscar el poder.
El Marxismo coloca en los intelectuales algo que va más allá de explicaciones y conceptos. Algo que no es solo propio del Marxismo. Algo que también existe en los revolucionarios franceses y en los nazis. ¿Qué es ese algo?
Reclutar al resentimiento
La respuesta de Scruton es directa. Esas tres ideologías son maneras de «reclutar resentimiento». El gobierno totalitario y las ideologías totalitarias «tienen una misma fuente, que es el resentimiento».
Más en concreto, el totalitarismo es la racionalización del resentimiento y la unión de los resentidos en una causa común. Una vez en el poder, los resentidos atacan a la ley, la propiedad, la religión, todo lo que pudo dar poder a otros, crear jerarquías y dar autonomía de vida.
Los resentidos lanzan esos ataques creyendo que atacan causas de desigualdad y resuelven los motivos de sus propios fracasos.
¿El gobierno totalitario?
Es ese que quita a las instituciones y construye un sistema de «relaciones de poder puro». La autonomía individual desaparece. Es sustituida por el poder central. Y el resentimiento domina, no en específico contra personas, sino en general contra grupos.
Una sociedad dividida
La primera decisión de la tentación del totalitarismo es encontrar grupos que merezcan castigos. La acusación tiene una base, una narrativa del grupo acusado que los juzga: por definición merecen ser castigados, han sido injustamente exitosos.
Es satisfactorio para el resentido pensar que la posesión de lo que él envidia es injusta cuando él no lo tiene. Ser exitoso es una llamada al castigo, no un signo de virtud. La razón que sostiene al gobierno totalitario.
Por eso, el totalitarismo crea grupos de inocentes y culpables. Como el de la «clase» de propietarios. la burguesía que tiene lo que tiene porque lo ha quitado a otros. Y quien no piense así, es víctima de su ideología.
Un truco sagaz que permite aparentar ser ciencia, especialmente notable en el Marxismo. Un clasismo claro y fundamental para el gobierno totalitario.
Para ponerse a pensar
La tentación totalitaria lleva de inmediato a ideas como la envidia es una política de Estado, los métodos de la mente totalitaria y las usualmente malas opiniones políticas de los intelectuales.
Lleva también a la noción de la macropolítica, de la opresión política: el autócrata y el solipsismo del poderoso.
La ideología totalitaria perfecta
Es el reclutamiento del resentimiento justificado por una pseudo ciencia, que desecha a todo opositor y da a los no exitosos un sustento de su mejor poder intelectual. Sobre todo, les legitima su derecho a gobernar. Comenzando en la élite, sus ideas validan el resentimiento y permiten tener conscriptos resentidos.
La élite toma una personalidad sustentada en la destrucción del viejo orden tarea en la que es un líder popular. Uno que encarna conocimiento y sabiduría de «casta sacerdotal» con la misión de destruir al enemigo para proteger al resto de resentidos. Estos seguirán siendo excluidos, pero será para su bien, se razona.
Resentimiento inevitable
En toda sociedad se dan sentimientos de resentimiento, de celos y envidia. Es inevitable, pero son disminuidos con costumbres, hospitalidad, regalos, tratos, la ley, todo lo que desaparece cuando los resentidos suben al poder.
El problema es cuando el resentimiento «se transforma en una emoción de gobierno y una causa social», dice Scruton. Sucede cuando el resentimiento ya no es específico, sino general dirigido a la sociedad y contra quienes se piensa que la controlan.
La personalidad del resentido
Ahora el autor trata a una personalidad, la del resentido por la razón que sea. Aislado, desarrolla una idea de la responsabilidad de su fracaso: nadie en específico, sino el mundo como es. Se alimenta de lo negativo y se asigna una tarea destructiva. Este es el centro de la tentación del totalitarismo.
Busca seguidores y si llega al poder, los liberará de los villanos con un gobierno totalitario. Otra vez un mundo dividido en dos grupos. Tendrá asociados si ellos se alimentan también de resentimiento, el único sentimiento en el que puede confiarse.
El enemigo, que es colectivo, debe ser aniquilado, sea una clase, una raza, un grupo, no importa. El que manejaba al mundo debe ser ahora manejado. Debe tener poder, debe actuar sin ley.
A los grupos culpables, en la mente del resentido, se les acusará de su éxito, serán humillados y se les «privará de su humanidad». No tienen oportunidad de defenderse. Son culpables por definición científica.
📌 Los resentidos en el poder, sin embargo, nunca estarán tranquilos. Verán culpables por todas partes. Querrán dominar todo, desde clubes hasta iglesias. El resentimiento reclama dominio total.
Pasado el tiempo, cuando desaparezcan los resentidos originales, el sistema continuará automáticamente. Hasta que algo suceda y todo caiga, como el la URSS.
La lección, según Scruton: «el totalitarismo no es una visión patológica, sino al contrario, la forma patológica de una visión normal».
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Intelectuales y resentimiento
Son los intelectuales los que parecen más proclives al resentimiento generalizado que produce un sentido grande de merecimientos propios y poca capacidad para merecerlos.
No llama la atención que los intelectuales estén al frente de los resentidos, ni que ellos estén más inclinados a aceptar ideas que nada tienen de recomendable, excepto el poder que ellas prometen.
Hay relación con el terrorismo, en este proceso en el que el resentimiento se desliga de las formas que lo disminuyen y se vuelve una enemistad general. Son los nihilistas, los revolucionarios y terroristas que desean destruir el viejo orden.
Muestran ellos la «intrincada conexión psicológica» entre la ideología del Marxismo y el terrorismo del Estado Marxista. Que desaparezca el gobierno totalitario no lleva a la desaparición del resentimiento, ni del ansia terrorista.
El nuevo terrorismo sin Estado hace lo mismo, quiere la destrucción de los exitosos, su desaparición total sin tener siquiera una vaga idea de lo que intenta crear.
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Hace recordar los temas de los trastornos mentales del poder, la gravedad de los problemas del exceso de poder y los trastornos mentales del poder.
Más la llamativa tesis de que el poder embrutece y la mente y conducta de un dictador.
Concluyendo
Scruton propone una gran idea, la explicación de la tentación del totalitarismo como una de resentimiento que tiene un disfraz científico que lo protege en las apariencias.
Pero, más aún, la explicación de la supervivencia de ideas y nociones erróneas que solo tienen el mérito de atraer al resentido que se asocia con otros como él y encuentra una validación de su mayor deseo, llegar al poder para destruir a los grupos que cree son los culpables de su fracaso.
La lección para la persona sagaz es obvia: tener extremo cuidado con gobernantes que exhiban resentimiento personal y teorías de culpabilidad colectiva, pero sobre todo, que busquen exaltar el resentimiento ajeno buscando reclutar adeptos.
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