La determinación de los campos en los que esas leyes no deben adentrarse. Donde no tiene sentido que intervengan, como la supresión de vicios y el fomento de virtudes. Los límites de las leyes humanas.
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Tabla de contenidos
- En breve: preguntas y respuestas
- Introducción: ¿qué es la ley?
- Los requisitos de la ley
- Entra Santo Tomás: los límites de las leyes humanas
- El asunto central
- La respuesta a quienes dicen que no tienen límites
- En conclusión
- ¿Hasta donde debe llegar una buena ley?
- ¿Debe llegar la ley al extremo de prevenir todo vicio?
- Regulaciones contra el mal
- Conclusión
En breve: preguntas y respuestas
Una ley es una disposición gubernamental obligatoria emitida por una autoridad legítima y hecha pública, cuyo propósito final es el bienestar de la comunidad. Requiere ser un mandato que obliga a todos por igual, de forma general e impersonal, y debe ser emitida por una autoridad legítima siguiendo procesos formales y ser accesible al público.
Sí. El asunto central que examina Santo Tomás de Aquino es si la ley humana debe extenderse a la supresión de todos los vicios y malas conductas de los ciudadanos, o si su misión debe ser más limitada. Es decir, ¿debe la ley castigar solo acciones como el robo, o también prohibir vicios personales como fumar o la gula?
Santo Tomás concluye que las leyes humanas tienen límites y no deben prohibir todos los vicios. Argumenta que las leyes deben ser acordes con la condición humana y las costumbres de la nación, y que la mayoría de las personas no son virtuosas en extremo. Por lo tanto, las leyes deben enfocarse en prohibir solo los vicios más severos y dañinos para la vida en sociedad, como el robo o el asesinato, que impiden la convivencia pacífica.
Si las leyes humanas intentaran suprimir todos los vicios, imponiendo obligaciones que solo los muy virtuosos pueden cumplir, las personas se sentirían abrumadas y se rebelarían, cayendo en males aún mayores. La ley no debe ser una carga excesiva, ya que esto llevaría al desprecio de las normas y a la aceptación de vicios incluso mayores.
Sí, a pesar de la lógica de Santo Tomás, muchas legislaciones modernas intentan regular vicios personales (como prohibir fumar en propiedades privadas, prohibir el uso de drogas, o regular el consumo de alimentos), basándose en la creencia de que el gobierno debe guiar a las personas hacia un mayor bienestar. Estas regulaciones a menudo se basan en hipótesis falsas o cuestionables, resultan ineficaces, desperdician recursos y aumentan la intromisión gubernamental, sin lograr los efectos deseados y, a menudo, generando problemas colaterales o mayor control sobre la vida de los ciudadanos.
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Introducción: ¿qué es la ley?
Antes de entrar al tema de los límites de las leyes humanas, debe verse la naturaleza de ellas.
📌 Una ley es una disposición gubernamental obligatoria emitida por una autoridad legítima y hecha pública, para el bienestar de la comunidad.
Lo sorprendente de una definición así es que establece el origen de la ley en el bienestar de la gente dentro de una comunidad. Esa es su justificación última, la causa final que tiene la ley.
Puede comprenderse su significado de esta manera, como una norma emitida con formalidad y que regula partes de la conducta de las personas:
«La ley es la norma o regla que se aprueba a través de procedimientos específicos por la autoridad de un Estado y que contiene regulación determinada de ciertos ámbitos de la vida de las personas. […] La ley tiene la finalidad de la regulación de ciertos aspectos de la vida diaria de los ciudadanos, como, por ejemplo, leyes que regulan las relaciones laborales, las relaciones conyugales o qué se entiende por delito.» economipedia.com.
Su esencia está bien capturada en esta de sus acepciones que incluyen la idea de un autoridad legítima y apego a la justicia:
«Precepto dictado por la autoridad competente, en que se manda o prohíbe algo en consonancia con la justicia y para el bien de los gobernados». dle.rae.es
Detrás de la ley existe un propósito de sana relación entre personas que se una a una meta de bien general que requieren ciertas condiciones en toda buena ley.
«Concebida como norma jurídica de convivencia, se dice de la ley que debe estar dirigida al bien general, en función de lo cual debe estar dirigida al bien general, en función de lo cual se le atribuyen unos requisitos, intrínsecos y extrínsecos («ordenación de la razón dirigida al bien común» la definió Santo Tomás)». enciclopedia-juridica.com
Los requisitos de la ley
Esa afortunada frase de «ordenación de la razón dirigida al bien común» resalta la esencia de toda ley. En el significado de toda ley está la idea de que ella es producto de dos características esenciales:
- La ley es producto de la razón
- La razón de ser de la ley es el bien general de todos.
De la razón es que emergen requisitos de toda ley.
1. Obligatoriedad
La ley es un mandato que obliga a todos. No es una sugerencia ni un consejo que se respete a discreción propia. Es una prescripción forzosa.
2. Igual para todos
La obligatoriedad de la ley es aplicable a todos sin excepciones lo que lleva al principio de igualdad ante ella. Su obligatoriedad es total para la sociedad.
3. Generalidad
Este requisito hace que la ley se dirija no a personas específicas sino a situaciones y casos en los que puede estar cualquier persona. Es impersonal, obligatoria e igual para todos
4. Emitida por autoridad legítima
Esto significa que tiene como emisor a un gobierno legítimo que ha seguido el proceso formal para su emisión.
5. Hechas públicas
El significado de la ley se completa con esta necesidad de hacer del conocimiento público a cada ley. Ella debe ser conocida y estar disponible.
«Hay una sola ley para todos, a saber, la ley que gobierna todas las leyes, la ley de nuestro Creador, la ley de la humanidad, la justicia, la equidad: la ley de la naturaleza y de las naciones».
— Edmund Burke

Entra Santo Tomás: los límites de las leyes humanas
¿Debe una ley llegar a la supresión de los vicios y las malas costumbres, o debe tener una misión más limitada como castigar el robo? La respuesta necesita el examen del poder político de los gobiernos y si ellos deben aceptar una responsabilidad en el desarrollo de las virtudes de los ciudadanos.
📌 La respuesta de Santo Tomás de Aquino es razonada y analítica. Sí, hay límites en las leyes humanas emitidas por los gobiernos y ese límite está fundado en las necesidades de una vida en sociedad.
📕 La idea reportada en este resumen fue encontrada en Aquinas, Thomas saint, Treatise on law. Washington DC. Regnery Publishing, pp 90-93.
📍 El tema lleva a otros como estado de derecho o a un gobierno totalitario que sea fuente de preceptos morales, es decir, intervencionismo moral. Y, por supuesto, se presenta el inevitable El dilema del legislador.
El asunto central
El tema de esta parte del tratado de Aquino, examina si la ley humana debe incluir la supresión de todos los vicios.
Es, por tanto, una exploración del alcance que debe tener la ley que declara una autoridad. ¿Debe llegar hasta la tarea de suprimir los malos hábitos de los ciudadanos? Esto es examinar los límites de las leyes humanas.
⚠️ La pregunta central ¿Debe llegar la ley hasta la tarea de suprimir todos los malos hábitos de los ciudadanos? ¿Debe prohibir beber ciertas cosas y comer otras más? ¿Debe obligar a la caridad y la compasión? ¿Puede llegar a castigar el materialismo? ¿Tiene facultades para obligar a la fraternidad universal?
Primera posibilidad: sí, las leyes deben suprimir todos los vicios
La primera de ellas sostiene que sí pertenece a la ley humana la tarea de suprimir todos los vicios y malas conductas.
Las leyes han sido hechas para que el atrevimiento y la audacia de las personas sea mantenidos bajo control, lo que no sería posible a menos que todos esos males fueran reprimidos. Por tanto, la ley humana sí debe intentar esa supresión total de vicios y conductas reprobables.
Otra opinión sostiene lo mismo. La intención de las leyes, se argumenta, es hacer virtuosos a los ciudadanos y eso no puede ser logrado a menos que se eviten todos los vicios y malas acciones. Por lo tanto, sí pertenece a la ley humana el suprimir los malos hábitos de todas las personas.
Igualmente puede argumentarse que la ley humana se deriva de la ley natural, y ya que todos los vicios están en contra de la ley natural, la ley humana también debe reprimir esos vicios.
Segunda posibilidad: no, las leyes no deben suprimirlos
Pero también se ha razonado lo opuesto a las posturas anteriores, diciendo que la ley escrita para el gobierno de las personas permite esas cosas malas y que es la ley Divina la que las castiga.
La ley Divina castiga nada más que vicios, pero la humana permite algunos al no reprimirlos. Es un argumento que hace a la ley humana una parte del todo de la ley natural.
La solución de Santo Tomás
Dice que la ley es entendida como una regla o medida de los actos humanos y que debe ser una medida homogénea con eso que mide. Es un razonamiento de congruencia entre la persona, su naturaleza y las leyes humanas a las que está sujeta.
De esto se deduce que las leyes que son impuestas a las personas deben considerar esa condición humana. Deben ser acordes con su naturaleza y las costumbres de la nación. Hay naturalezas distintas en las personas. Quien tiene hábitos virtuosos no tiene la misma posibilidad de actuar que quien no los tiene.
La misma acción es diferente en un niño que en un adulto, razón por la que la ley de los menores es diferente a la de los adultos. Lo que se permite en un infante puede ser perseguido por la ley en un adulto.
📌 Ella está destinada, sigue diciendo, a muchas personas, la mayoría de las cuales no son virtuosas, por lo que debe pensarse que la ley humana no debe prohibir todos los vicios de los que se abstendría la persona virtuosa. La ley humana solo debe prohibir los vicios más severos y mayores, de los que deben abstenerse todos.
Esos vicios mayores son los que lastiman a terceros, sin cuya prohibición no podría mantenerse la vida en sociedad. Esta es la razón por la que la ley prohibe acciones como el robo y el matar.
Esa ley humana, aplicable a todos en una nación, no puede presuponer una alta virtud en todos y por esto mismo, debe enfocarse en aquellas malas acciones que son de daño claro en todos, las acciones que impedirían una vida social, como el asesinato.
📌 Por tanto, las leyes humanas sí tienen límites. Y si no se reconocen, habrá consecuencias, como muestran las lecciones políticas venecianas.
La respuesta a quienes dicen que no tienen límites
A quien dice que la intención de las leyes es hacer virtuosos a los ciudadanos y eso no puede ser logrado a menos que por ella se eviten todos los vicios, dice Aquino que el propósito de la ley es conducir a las personas a la virtud, pero hacerlo de manera gradual y no repentina.
📌 La ley no debe cargar los hombros de las personas con disposiciones que solo los muy virtuosos pueden cumplir para que todos se abstengan de acciones malas.
Si acaso esto se intentara, las personas abrumadas con tales obligaciones se rebelarían y caerían en males aún mayores. El vino nuevo no debe ser puesto en odres viejos que se romperían, es decir, las leyes exigentes en exceso serían despreciadas por las personas y con esa actitud aceptarían vicios mayores aún.
A quien dice que la ley humana se deriva de la ley natural, y ya que todos los vicios están en contra de la ley natural, la ley humana también debe reprimir esos vicios, responde Aquino que la ley natural es una parte de la ley eterna y que la ley humana es parte de la eterna.
La ley que es dada para el gobierno de las personas permite y deja sin castigo muchas cosas que son castigadas por la Divina Providencia. Si la ley humana no intenta cubrir todo, no debe ser culpada por ello.
En conclusión
La ley humana no puede prohibir todo lo que prohibe la ley natural. Las leyes que eso intenten serán demasiado ambiciosas y abrumarán con sus cargas a las personas.
📌 Sí, las leyes humanas tienen límites. Están más dirigidas a hacer posible a la convivencia de las personas que a volverlas virtuosas a todas ellas.
¿Hasta donde debe llegar una buena ley?
¿Debe una ley suprimir vicios? Vicios como el fumar. No hay duda de que es mejor no fumar que hacerlo, pero no es ese el punto. El meollo es si una ley debe ir hasta el punto de prohibir fumar en un restaurante o un un bar que son propiedad privada.
Esa es la pregunta de Tomás de Aquino en ese siglo. La respuesta es no, el gobierno no debe ir a esos extremos.
Tomás incluso cita a San Agustín: «Prohíbase la prostitución y el mundo se desharía en lujuria». La ley, en otras palabras, no debe intentar imponer la virtud en todos las personas, pero sí prohibir sus más grandes vicios.
Es posible añadir otro factor: el de la libertad personal. El propietario del restaurante debe decidir por sí mismo lo que hace dentro de su propiedad y correr esos riesgos. Si allí deja fumar o no, esa debe ser su decisión y sus clientes decidirán ir o no a comer allí.
Esta decisión de señalar el punto al que llega a la buena ley es de sentido común y lógica. Y, sin embargo, llama la atención que se haya impuesto una posición de menor lógica y sin tanto fundamento. ¿Por qué?
Quienes, por ejemplo, defienden la prohibición de fumar en restaurantes y bares, o la prohibición de bebidas fuertes, han dado una respuesta que es preocupante: ellos aceptaban con gusto que el gobierno tomara decisiones que guiaran a las personas a un mayor bienestar.
Están contentas y satisfechas con esa autoridad que imponía leyes que atacaban vicios y de ellos protegían a la gente.
Santo Tomás, en su pregunta del siglo 13, dio una respuesta que es sólida y razonable, a pesar de lo que es rechazada no por mejores razones, sino por la existencia de una mentalidad desafortunada: querer con ansia algo, lo que sea, y hacer que el gobierno la imponga en el resto. Revelador sin duda.
¿Debe llegar la ley al extremo de prevenir todo vicio?
¿Hasta el punto de obligar a retirar saleros de las mesas, regular el tamaño de las bebidas azucaradas, o poner impuestos adicionales a los refrescos?
El gobierno, por ejemplo, propone evitar la publicidad de comida rápida, creyendo que al cancelar sus anuncios, los niños dejarán de ingerir esos alimentos. No es una hipótesis lógica, pero si hay una que lo es: los niños que comen en familia tienden a padecer menor índice de gordura y hay evidencia que lo prueba.
Existe, se dice, un problema serio de obesidad, que tiene consecuencias en la salud y que, por supuesto, da una excusa para la intervención gubernamental —y también, da vuelo a una imaginación sin límites, como regulaciones del número de agujeros en los saleros, la aclaración de que las salchichas marca Dragón no tienen en realidad carne de ese animal.
Regulaciones contra el mal
En palabras sencillas, las regulaciones gubernamentales, como elevación de impuesto al comsumo en restaurante, que persigan reducir el problema de obesidad no tendrán los efectos que persiguen —porque la hipótesis de la que partieron es falsa, o al menos cuestionable.
Esas regulaciones, como muchas otras, serán un desperdicio de recursos —como sucede con muchas otras donde la ley llega más allá de su punto razonable.
El esquema legal
Son casos de legislación gubernamental innecesaria y sustentada en creencias falaces, algo que es costumbre burocrática de larga tradición. Sigue un proceso secuencial claro:
- Los gobernantes y burócratas andan en busca de problemas a resolver.
- Seleccionan uno, el que sea y que generalmente es poco importante en relación a otros.
- Crean hipótesis sobre la causa del problema seleccionado —como en este caso en los EEUU: las personas engordan porque comen fuera de casa.
- Y proponen medidas para regular la supuesta causa —elevar los impuestos al consumo en restaurantes o cosas similares. En la UE, por ejemplo, se han calculado diez regulaciones nuevas diarias en promedio.
- Si acaso confrontan opiniones opuestas, se retraen y las ignoran —es un fenómeno de terquedad y obstinación.
- Las medidas gubernamentales se implantan, no dan resultado, producen problemas colaterales y se concluye que lo que se necesita es mayor regulación.
Lo extraño que es que a pesar de las evidencias encontradas una y otra vez en contra de estas intervenciones fallidas, las medidas propuestas sean aprobadas con gusto por los ciudadanos, quienes no parecen en su mayoría haber comprendido la necesidad de tener hipótesis demostrables.
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Conclusión
Sí existe una mentalidad que supone que la ley debe llegar a puntos más allá de lo razonable y, por ejemplo, intentar curar vicios, como sucede con los impuestos al pecado.
El problema es serio pues con cada regulación que hace que la ley llegue más allá de su sentido, la libertad se pierde poco a poco, sin notarse siquiera.
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