¿Creemos que somos libres, pero evitamos la responsabilidad? Descubrir por qué la irresponsabilidad es la mayor amenaza para una sociedad libre y cómo eludir las consecuencias de nuestros actos, culpar a las circunstancias o esperar que el gobierno lo haga todo, nos convierte en enemigos de nuestra propia libertad.
Índice
- Introducción
- Punto de partida
- Irresponsabilidad, enemiga de la sociedad libre
- Los irresponsables son los enemigos de la libertad
- Tolerancia y sociedad libre
- Conflicto y felicidad
- Responsabilidad, algo humano
- La responsabilidad obliga a valorar
- Y si la responsabilidad desaparece
- Precisiones sobre el olvido de la responsabilidad
- Conclusión
15 minutos
Introducción
Quizá sean las complicaciones de una sociedad en la que sus miembros son libres lo que hace difícil su comprensión. La comprensión de sus ventajas y la de sus defectos.
Es enormemente más fácil entender el funcionamiento de una dictadura que el de una sociedad libre.
Y para comprender lo que significa vivir en una sociedad libre, pocas cosas son mejores que encontrar una clasificación de la irresponsabilidad, verdadera enemiga de la libertad.
Además de reconocer que en una sociedad libre necesariamente se vive rodeado de acciones que uno no necesariamente aprueba.
📕 Eso es lo que nos brinda uno de los capítulos de la obra de Savater. La idea reportada en esta carta está en el libro de Savater, Fernando (1992). Política para amador. Buenos Aires. Ariel. capítulo Octavo, «¿Libres o Felices», pp. 197-219.

En una sociedad que valora la libertad como estandarte, a menudo se pasa por alto a su más insidioso enemigo: la irresponsabilidad.
¿Es posible ser verdaderamente libre sin asumir las consecuencias de nuestros actos? ¿Y qué ocurre cuando la línea entre la culpa y la excusa se difumina?
La complejidad de una sociedad democrática se manifiesta precisamente en esta tensión, donde la libertad no es un camino fácil, sino un sendero que exige constante rendición de cuentas.
Punto de partida
Inicia el capítulo con la afirmación de que la vida en una sociedad libre es muy complicada.
Por el contrario, hay simpleza en los sistemas totalitarios, simpleza criminal que intenta imponer un orden sencillo e imposible en la sociedad.
Los totalitarismos se mofan de las libertades y con el pretexto de hacer el bien a todos, quieren terminar con esas libertades.
Las libertades, añade, llevan implícita la noción de la responsabilidad, que es el responder por el acto y explicar sus razones. Por tanto, la irresponsabilidad puede definirse como una enemiga de la sociedad libre
La explicación de las razones del acto realizado, por su parte, acarrea necesariamente la idea de articular esas razones, de manera que sea posible el diálogo con otras personas y eso es escuchar, saber oír a los demás sin posiciones cerradas.
Irresponsabilidad, enemiga de la sociedad libre
Con esta introducción, Savater, comienza su análisis de la irresponsabilidad. Todo en su camino para colocar a la irresponsabilidad como opositora de la sociedad libre.
Concretamente, menciona varios tipos de irresponsables, una tipología de ellos.
1. Otros tienen la culpa
La irresponsabilidad que usa argumentos del tipo yo-no-fui-fueron-las-circunstancias, con lo que quieren buscar responsables de sus actos en el sistema, en la sociedad, o en la ignorancia, Así argumentan desconocer las consecuencias de sus actos.
La mención de este tipo de irresponsabilidad no es querer dejar de considerar que los actos tienen variables circunstanciales, pero sí es querer aclarar que debe evitarse que la persona deje de ser responsable de sus acciones.
2. Fanatismo
El segundo tipo de irresponsable es el fanático, quien se niega a dar explicaciones de sus actos por considerar que él posee la verdad total y que solo responde ante entidades superiores a los del resto de los hombres.
En el fanatismo no hay posibilidad de dar aclaraciones ni explicaciones.
3. Burocracia
También existe el tipo de la irresponsabilidad burocrática. Es la que se da en instituciones y organizaciones en las que nadie es responsable de lo que allí se hace. Nadie da la cara.
La responsabilidad se pierde en las jerarquías de la organización, sin que exista la posibilidad, por ejemplo, de la renuncia de alguien por sus actos. Esto es impunidad; las denuncias de malas acciones no acarrean acciones efectivas.
4. El actor mayor
Por último, está la irresponsabilidad de aquellos quienes creen que quien debe hacer las cosas es la autoridad. Para estos el gobierno debe hacerlo todo y ellos tan solo deben esperar a que otros hagan las cosas.

Los irresponsables son los enemigos de la libertad
La libertad significa autocontrol y ella lleva consigo la idea de cometer errores y producir daños en nosotros mismos y en los demás.
Más aún, la creencia de sabernos responsables quiere decir que es posible organizarnos, que es posible realizar cosas; pues si no fuésemos responsables, ello significaría que alguien nos debe impedir actuar.
Infantiles irresponsables
Los irresponsables son como niños que tienen miedo a los actos de los demás o que tienen miedo a sus propios actos.
Cualquiera que sea la razón del miedo, ello lleva a la idea de querer prohibiciones de acción, pues creen que existen tentaciones irresistibles antes las que inevitablemente cedemos.
⚠️ No sorprende, pues, que ellos piensen y propongan al gobierno como la única solución. El gobierno prohibe así las tentaciones y ellos creen que esas prohibiciones hacen desaparecer a las tentaciones. Lo que las prohibiciones gubernamentales no reconocen es que cuanto más vedado y proscrito es algo, más atracción y seducción ejerce.
Además, cada persona es diferente, y tiene sus propias tentaciones, las que tendrían que prohibirse también, a pesar de que no lo fueran para el resto.
Por ejemplo, las drogas. Su prohibición las ha convertido en un negocio en extremo lucrativo. Cada vez los delitos relacionados con el tráfico de droga crecen más. Para examinar esto, conviene recordar lo sucedido durante la Prohibición de bebidas fuertes.
Dice el autor que las tentaciones sencillamente no pueden ser prohibidas. Peor aún, las prohibiciones fomentan y promueven esas tentaciones, dañando a quien las hubiera usado con moderación.
Tolerancia y sociedad libre
Nos lleva ahora Savater al terreno de la tolerancia, reconociendo que si se vive dentro de una democracia ello necesariamente significa vivir rodeado de acciones que para una persona merecen desaprobación.
La democracia, por tanto, significa tener una base única para todos, pero muchas realidades diferentes.
Esa base es la de las leyes, que son iguales para todos. Las leyes protegen los derechos de cada persona, además de establecer las obligaciones correspondientes. Hay acciones que, no prohibidas por las leyes, pueden realizarse.
Por ejemplo, yo puedo ir al templo que yo quiera, pero no puedo hacer obligatorio que el resto de las personas vayan al mismo templo.
Eso implica tolerancia, pero el hecho de tolerar no quiere decir aprobar. Se puede comprender que las personas realicen algunos actos y así tolerarlos, pero las acciones y acciones de las personas pueden ser sujetos a crítica y desaprobación.
Libertad de expresión
Libertades como la de expresión son parte de la democracia, pero esta libertad, dice el autor, tiene dos restricciones.
Una es la de la abierta instigación a la violencia, al crimen o al daño a otras personas. Otra es la restricción que protege la intimidad de las personas.
Fuera de eso, la libertad de expresión tiene luz verde, aunque es muy recomendable la prudencia en los discusiones que acarreen consecuencias públicas.
Conflicto y felicidad
Las sociedades democráticas por su propia naturaleza son conflictivas y esto se debe a que ellas están basadas en la libertad, no en el consenso obligado, ni en la unanimidad forzada.
Con esta consideración, vuelve el autor al tema de este capítulo.
¿Nos hace felices la libertad? Los gobiernos, contesta, no pueden hacer felices a persona alguna. Es suficiente con que ellos no la fastidien, ni la hagan desgraciada.
La felicidad no es una cuestión de orden político.
Si sucediera que en los momentos de grandes transformaciones de una sociedad las personas creyeran que todos sus problemas y males serían resueltos, ello sería una expectativa irreal.
La felicidad personal es buscada por el individuo en cosas y cuestiones que no están directamente relacionadas con las acciones gubernamentales. Donde la irresponsabilidad se convierte en enemiga de la sociedad libre.

Responsabilidad, algo humano
A lo afirmado por Savater, puede añadirse algo más acerca de los efectos de la desaparición de la responsabilidad.
La rendición de cuentas nos separa del resto de los animales porque de la responsabilidad salen conceptos abstractos: derechos y deberes, recompensas y castigos.
Más aún, sería imposible la idea de rendir cuentas sin la existencia de la libertad. Sobre la desaparición de la responsabilidad, una idea interesante de un tipo inteligente:
«Pensando en el mundo de esta manera, respondemos a él con emociones que están más allá del repertorio de otros animales: indignación, resentimiento y envidia; admiración, compromiso y alabanza, todo lo cual involucra el pensamiento de otros como sujetos responsables, con derechos y deberes y una visión consciente de su futuro y su pasado». Scruton, Roger. On Human Nature (p. 25). Princeton University Press. Kindle Edition. Mi traducción.
La idea es obvia: únicamente quien entiende la idea de la responsabilidad y la rendición de cuentas puede comprender también y experimentar esas otras ideas de premio y castigo, de respetar la palabra, de enojo, culpa y envidia…
📌 La idea es la de la responsabilidad como rasgo propio de los seres humanos y de ningún otro animal. La desaparición de la responsabilidad traería consecuencias serias.
Esa compleja idea de la obligación de rendir cuentas que encierra el término ‘responsabilidad’ y que tiene un clímax en el Juicio Final de la cultura judeo-cristiana: el final de los tiempos y un juicio personal perfecto.
📍 Este es el campo de otros temas también, como riesgo moral, el vigilante moral e imparcial, la conciencia personal y la crisis de valores.
La responsabilidad obliga a valorar
Pero que también tenemos en mucha menor escala con los juicios evaluativos, éticos y morales y que inevitablemente están sustentados en la rendición de cuentas y la responsabilidad.
Considere usted, por ejemplo, a un ladrón de gasolina que ha perforado un conducto subterráneo y la vende.
El juicio que recibe la acción de esa persona tiene en su misma base la noción de la responsabilidad de la que salen las reacciones de indignación, castigo, prohibición, condena.
Debajo de todo está el cimiento de la rendición de cuentas. Si acaso hubiera una desaparición de la responsabilidad, todo eso sería distinto.
Y si la responsabilidad desaparece
Una posibilidad especulativa, la de qué sucedería en un ambiente en el que no existiera la responsabilidad personal.
Difícil imaginar una sociedad en la que no existiera la rendición de cuentas. No habría mérito ni castigo, admiración ni reprobación porque nadie es en realidad responsable de sus actos.
Toda acción humana sería indiferente. Valdría lo mismo salvar a un niño de ahogarse que realizar un genocidio, copiar en un examen que estudiar para pasarlo.
Nada de lo que hagamos podría sernos adjudicado como responsabilidad. Un mundo sin compromiso, sin obligaciones, en el que no podría existir ley alguna (sobrarían los legisladores).
Sin responsabilidad personal perdemos lo humano que tenemos y la vida en común sería imposible. ¿Cómo vivir en donde quien secuestra o roba no es responsable de eso? ¿En dónde da lo mismo matar a un enfermo que sanarlo?
📌 En suma, si desaparece usted la idea de la responsabilidad personal destruye a la persona y a la sociedad. Y, sin embargo, se intenta hacer cuando por ejemplo, se considera al criminal como enfermo; o al estudiante que plagia como una víctima del sistema.
Precisiones sobre el olvido de la responsabilidad
Un popular economista, S. E. Landsburg en su libro The Big Questions: Tackling the Problems of Philosophy with Ideas from Mathematics, Economics, and Physics, usa un ejemplo que ilustra los efectos de la desaparición de la responsabilidad.
Dos niños, dos conductas
Toma el autor a dos niños a los que hace elegir entre comprar un helado y un dulce, con cada uno de ellos decidiendo diferente. Lleva a los niños, primero, a comprar el helado, que es lo que quiere uno de ellos.
Después va a otro comercio, donde el segundo niño recibe el dulce que quiso que le comprasen pero, algo sucede, el primer niño inicia un reclamo: ahora él también quiere un dulce, además del helado que ya tomó.
Un padre con sano juicio les hará ver a los niños que cada uno decidió y que eso significa que deben aceptar las consecuencias de sus actos, es decir, el reclamo del primer niño no tiene fundamento.
Si acaso el padre sucumbiera al reclamo y le compra un dulce al primer niño cometería un error doble. La desaparición de la responsabilidad causaría:
- Incentivar la conducta quejosa del primer niño y
- Borrar la idea de responsabilidad en ambos.
Dos adultos, dos conductas
El autor proyecta esa situación al mundo adulto, con dos situaciones:
• Pedro acepta un trabajo de 35 horas a la semana, con un salario garantizado y hace eso durante varios años.
• Pablo abre un negocio que le obliga a trabajar hasta 60 horas a la semana, sin tener garantía alguna de ingresos, y hace eso durante varios años.
Pedro y Pablo tienen, 30 años después, fortunas distintas y desiguales. No importa quién tenga la mayor. ¿Tiene uno de los dos justificación válida para reclamarle al otro la diferencia en fortuna?
Por supuesto, no y la razón es una personal. Cada uno de ellos tomó una decisión y eso implica que ambos aceptaron las consecuencias de sus acciones. Es lo que se conoce como ‘responsabilidad’ y su desaparición tendría efectos.
Si Pedro tiene una fortuna mayor a la de Pablo (o al revés) sería disparatado que Pablo le exigiese a Pedro una parte de su fortuna para igualar las de ambos. Y sería aún peor que Pablo contratara a un maleante para que le robara a Pedro sus propiedades.
Si la responsabilidad desaparece
Sin embargo esa posibilidad descabellada e irracional puede llegar a ser vista como una opción lógica cuando se retira de esa situación a uno de sus elementos, el de responsabilidad.
Cuando se retira a la responsabilidad se inhabilita la conexión que existe entre la acción personal y sus consecuencias, resultando en una supresión de la relación causa-efecto entre conducta y resultados.
El inutilizar esa relación causa-efecto entre conducta y consecuencias —que elimina a la responsabilidad—, la persona se extravía al no encontrar enlace alguno entre sus actos y sus consecuencias.

Conclusión
Comprender una sociedad libre es intrínsecamente complejo, a diferencia de la simple (y criminal) lógica de las dictaduras. Fernando Savater, en su obra «Política para Amador», nos guía a través de esta complejidad, centrándose en la irresponsabilidad como el mayor enemigo de la libertad.
En una sociedad democrática, donde convivimos con acciones que no siempre aprobamos, la responsabilidad es el pilar que permite el diálogo, la explicación de nuestras razones y la rendición de cuentas.
Savater identifica varios tipos de irresponsables:
- «Otros tienen la culpa»: Aquellos que eluden su responsabilidad culpando a las circunstancias, al sistema o a su propia ignorancia, negándose a aceptar las consecuencias de sus actos.
- Fanatismo: Quienes se niegan a dar explicaciones por creerse poseedores de una verdad absoluta, solo respondiendo ante entidades superiores e inaccesibles.
- Burocracia: La irresponsabilidad institucional donde la culpa se diluye en jerarquías, generando impunidad y falta de rendición de cuentas.
- El «actor mayor»: Aquellos que esperan que el gobierno lo haga todo, delegando toda iniciativa y responsabilidad personal en la autoridad.
Los irresponsables son como niños temerosos que buscan prohibiciones gubernamentales para evitar las tentaciones, sin comprender que estas prohibiciones no solo no eliminan la tentación, sino que a menudo la magnifican y dañan a quienes actúan con moderación.
En una sociedad libre, la tolerancia es fundamental; significa aceptar que convivimos con acciones desaprobadas, siempre que estén dentro del marco de leyes que protegen los derechos individuales. La libertad de expresión, por ejemplo, solo se limita por la incitación a la violencia o la invasión de la intimidad.
La libertad, en su esencia, implica autocontrol y la aceptación de los errores. La responsabilidad nos diferencia de los animales, dando origen a conceptos como derechos, deberes, recompensas y castigos.
Si la responsabilidad desapareciera, no habría mérito ni culpa, compromiso ni obligaciones, y la vida en común sería imposible. La acción humana se volvería indiferente, anulando el vínculo entre actos y consecuencias.
Ejemplos cotidianos, como la elección de un empleo o un negocio, ilustran cómo la irresponsabilidad, al desconectar la relación causa-efecto, puede justificar reclamaciones ilógicas y socavar los fundamentos de una sociedad justa.
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