A pesar de tener un DNA casi idéntico con otras especias, los humanos muestran diferencias notables con respecto a otros animales. Debe existir otra variable que explique esa asombrosa diferencia. La diferencia entre los animales y los humanos.

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Punto de arranque

Un lector escribió esto:

«No creo que haya diferencias entre animales y humanos, lo que nos diferencia es de grado y nada más por los datos de un DNA casi idéntico. ¿Podría comentar sobre esto porque me parece que usted ha escrito lo contrario?»

Por mi parte, creo lo opuesto. Creo que entre los humanos y los animales hay diferencias notables, muchas y muy importantes.

Diferencias que nos separan haciéndonos muy distintos unos de otros (a pesar de a veces encontrar ejemplares humanos que podrían hacer dudar). Creo que hay varias razones para anotar esa diferencia de nivel cualitativo, opuesta a la de, por ejemplo, el evolucionismo.

📍 Muchas nociones pueden relacionarse con el tema de la similitud biológica entre animales y humanos, como las constantes humanas universales que ilustran diferencias abismales. Más el concepto de identidad personal y el de libre albedrío.

Racionalidad, imaginación, creación

Mi punto central es la racionalidad, el poder razonar las cosas y cómo se manifiesta esta diferencia. Hay una comparación interesante en esto, el de la construcción.

Podemos tomar animales constructores, como las hormigas, los castores, las abejas, las arañas. Sin duda construyen. Los humanos lo hacen también. Pero eso no significa igualdad, sino al final lo opuesto.

Esos animales construyen maravillas, cosas realmente admirables. Una telaraña es fantástica, igual que una colmena. Maravillas incluso de ingeniería.

Los humanos también hacemos maravillas en la construcción. Pero lo hacemos con algo que es muy especial. Lo llamamos inclinación artística o gusto.

Buscamos belleza y modificamos las cosas con estilos diferentes y tecnologías que descubrimos, como los vitrales del gótico y los materiales modernos.

Telaraña«Telaraña« by sergi.gisbert is licensed under CC BY-NC-ND 2.0

No hay estilos de construcción en las telarañas, ni en las colmenas. Siempre han sido iguales y siguen al instinto del animal. Solo nosotros podemos hablar del estilo románico, o del egipcio, o del barroco.

No hay abeja que cuelgue un cuadro dentro de la colmena con un paisaje campirano, ni una foto de sus abuelos. No hay araña que teja con un nuevo estilo minimalista.

La diferencia quizá sea la de construir por instinto contra la de construir por arte y funcionalidad. El diseño de un iPod no tiene equivalentes animales, ni tampoco sus funciones.

Hay chimpancés que usan herramientas como martillos y lanzas, delfines que usan esponjas, cuervos que usan piedras, elefantes que usan ramas como matamoscas, gorilas que miden la profundidad del agua con ramas. Estos y otros casos están en 10 Animals That Use Tools.

Por supuesto, construyen y usan herramientas. Pero la diferencia sigue siendo abismal. Nosotros vamos más allá de eso.

No hay animal que haya tenido la idea de sustituir un martillo con un taladro, ni que haya inventado un insecticida, ni una caña de pescar con carrete y decorada de diferentes colores.

Tener ideas

Quizá la diferencia más notable entre animales y humanos sea la de tener ideas. Poderlas explicar a otros y guardarlas o almacenarlas. No hay animal que haya decorado un cuchillo, o la rama que usa para sacar hormigas.

Tampoco, uno al que haya conmovido la naturaleza queriéndola explicar, ni que quiera visitar pinturas hechas por sus antepasados en cavernas.

La misma pregunta que nos hacemos, la de si somos genéticamente casi iguales a los chimpancés por qué no actuamos igual. Algo nos separa de ellos. Ningún gorila se ha preguntado eso sobre un macaco.

📌 Si somos tan diferentes al resto de los animales, eso significa que hay otra variable que nos describe y explica mejor. Teniendo casi el 100% de similitud genética con un primate, eso nos haría predecir que jamás habríamos tenido a J. S. Bach.

Portrait of a bonobo«Portrait of a bonobo» by Tambako the Jaguar is licensed under CC BY-ND 2.0

Un DNA casi igual

Ha sido dicho que que somos en este sentido muy parecidos a los chimpancés: un 95% del DNA humano es igual al de esos animales. Es cierto y de hecho hay otros porcentajes calculados aún mayores.

Hasta donde he leído, se cree que los humanos tienen un mismo ancestro común con los chimpancés y los bonobos (otra especie de chimpancé).

Y que los orangutanes, los gorilas y otros monos, junto con nosotros, tienen un ancestro aun más remoto y común a todos. En lo general no tengo problemas con estas ideas.

Y de hecho, les doy la bienvenida. Son parte de avances científicos que más tarde serán refinados y ajustados, quizá incluso cambiando de paradigma en su estudio. Pero usarlos para despreciar a los humanos y equipararlos a cualquier mono, eso es otra cosa muy distinta.

La interrogante que sigue

La pregunta que surge es la obligada. Si existen tan pocas diferencias en el DNA ¿a qué se debe la enorme diferencia entre los humanos y los animales? ¿Entre los chimpancés y las personas?

Después de todo, son los humanos los que han descubierto el DNA y los monos ni siquiera han descubierto cómo hacer fuego.

Una explicación es la esperada. Muy pequeñas diferencias producen efectos enormes y ese muy pequeño porcentaje de diferencia entre el DNA es capaz de generar la gigantesca separación entre monos y humanos. Es lo que se conoce como rendimientos crecientes y tiene su popularización en el efecto mariposa.

Desde luego, no es la única explicación. Es posible que existan otras, que iremos descubriendo en el futuro y que nos hagan saber las razones de nuestra naturaleza tan única. Las que nos ha hecho, por ejemplo, poder discutir sobre regímenes de gobierno, algo que le es ajeno al más inteligente de los animales.

Mi punto es el dar la bienvenida a datos como el de que tenemos una muy pequeña diferencia de DNA con los chimpancés. Unos la toman como una manera de denigrar a los humanos.

Una especie muy distinta

Pero puede ser tomada de otra manera. El DNA no explica el fenómeno humano y debe haber otras formas de entenderlo. Somos una especie muy diferente a las demás.

Desde hace muchos siglos, contamos con otra explicación, la de la Creación. Los humanos fuimos creados por Dios a su semejanza y eso es lo que nos hace diferentes. Esta explicación es, por supuesto, una de las muchas que no están sujetas a pruebas científicas (las más importantes cuestiones de nuestra vida no lo están).

Y, otra cosa que me agrada en su significado último, es la discusión entre partidarios de la explicación Divina y los partidarios de la teoría de la evolución.

Estos argumentan en esencia que todas las criaturas vivas tienen un origen común, un mismo ancestro. Que la principal causa de la modificación de los seres vivos es la acción común de la selección natural y los cambios accidentales en el DNA. Y que ese proceso de modificación no tiene una guía o plan.

No tengo problema con creer que tenemos un mismo ancestro común, ni con la idea de selección natural, ni con la idea de accidentes en el DNA.

Pero sí con la idea de que somos un producto de la casualidad, viviendo una existencia que no tiene ninguna razón ni sentido. Discutir estas cosas me vuelve optimista.

Porque, al final de cuentas, tener esas discusiones es algo que no hacen los demás animales. Una gran diferencia entre animales y humanos.

Ningún chimpancé se conoce que se haya burlado de Darwin, ni que le haya brindado su apoyo con el descubrimiento de algún fósil. Somos los únicos que se hacen preguntas de ese tipo y que argumentan con inteligencia y ofuscación estos tópicos.

Algo especial, muy especial, debe haber en los humanos cuando ellos tienen características tan únicas y distintas. Quienes se preguntan la razón de su existencia, quienes creen en la existencia de Dios, quienes la niegan, son de una especie muy distinta, como no hay otra.

Querer despreciarse a nosotros mismos diciendo que no somos muy diferentes a los chimpancés, es hacer en verdad lo que ningún otro animal puede hacer y esa misma afirmación puede ser usada para negarla.


«En fin, entre los animales se producen pocos dramas, la confusión no se suscita entre ellos apenas; se lanzan los unos contra los otros, esto es todo. Los hombres también se lanzan los unos contra los otros; pero su mayor o menor grado de inteligencia hace que el combate se complique de otra forma. […] El animal tiene escaso mobiliario, no tiene ni artes ni ciencia; mientras que el hombre, por una ley que aún no se ha investigado, tiende a representar sus costumbres, su pensamiento y su vida en todo cuanto aplica a la satisfacción de su necesidad».

— Balzac, Honoré de. La Comedia humana.

Otras precisiones

Sobre los retornos crecientes puede verse la idea de la complejidad: pequeñas causas tienen efectos mayores.

La discusión entre evolucionistas y creacionistas es muy ríspida y suele usar argumentos falaces, como el del consenso científico. Más aún, esas posiciones tienen variaciones importantes, de las que conviene desechar las fundamentalistas en ambos extremos.

La teoría de un ancestro común a todos los seres vivos, por ejemplo, puede ser interpretada literalmente, pero también como una especie de «sopa primordial» de la que salieron diferentes tipos de células que evolucionaron por sí mismas.

Igualmente, muy pocos problemas existen en la aceptación de la teoría de adaptaciones de las especies y su acomodo a circunstancias específicas. Pero la atención debe colocarse en otros fenómeno más elusivo, el de la creación de una nueva especie distinta a las demás y con las que no puede procrear descendientes fértiles. Este es el corazón de la evolución.

El meollo de gran parte de la discusión que conozco y que no es mucho, me parece que es el tomar a la evolución (creación de especies distintas a partir de un mismo ancestro) y dar por confirmada una conclusión, la de que somos un accidente de la realidad y que Dios no existe. Es un enorme non sequitur.

El efecto: la reducción de estándares

Roger Scruton (1944-) lo describió bien:

«… cuando los biólogos tratar de desarrollar una forma del ser humano cimentada en el panorama darwiniano de cómo nos desarrollamos, con demasiada frecuencia terminan describiéndonos como más simples de lo que somos, o bien, describiendo a los animales como más complejos de lo que son». Scruton, R. (2012). The Face of God: The Gifford Lectures. Bloomsbury Academic.

Tome usted una faceta tan solo, la capacidad para tener un sentido de culpa, de haber hecho algo malo. No parece razonable que un león macho lo tenga después de matar a crías de otro macho. Ni una serpiente después de engullir a un pájaro que deja solo un nido lleno.

Siendo nosotros capaces de crear, desarrollar, pensar, negar y aceptar razones para realizar acciones, tenemos como consecuencia inevitable la probabilidad de arrepentimiento: reconocer que hemos cometido errores, que hemos hecho mal las cosas, que hicimos lo que no debíamos haber hecho.

Del otro lado, eso es la admisión consciente de que debíamos haber hecho otra cosa, como quizá no jugar en un casino tanto dinero, o no haber hablado mal de alguien, o no haber mentido al cliente.

Esto significa algo único, la capacidad para pensar como ‘yo’. Y si puede pensarse como ‘yo’, eso lleva a entender a otros como ‘tú’, esos con quienes estamos en relación y que son como nosotros.

Cuando le hablamos al perro como tú, lo hacemos sabiendo que es muy distinto al ‘tú’ de quienes son iguales a nosotros.

Mi punto es sencillo: hay explicaciones sobre nosotros y ellas van mucho más allá de la ciencia que explica los compuestos físicos que nos forman. No creo que exista una explicación biológica del sonrojo, ni del arrepentimiento, ni del humor. ¿Qué animal se divierte con una paradoja?

Y, sin embargo, parece existir una cierta fuerza mental que se complace en rebajar a los humanos con explicaciones reducidas de nuestra naturaleza. De nuevo, Scruton lo explica bien:

«La naturaleza humana, alguna vez algo a lo que se aspira, se convierte en algo inferior. El reduccionismo ideológico alimenta la idea de este ‘vivir inferior’, que es el por qué la gente tan inmediatamente lo acepta. Hace al cinismo aceptable y elegante a la degeneración. Es la abolición de nuestra especie, y con ella de nuestra amabilidad». Ibídem

Esto es lo preocupante. Cuando la explicación humana se busca y encuentra en la explicación animal, su consecuencia es el empequeñecimiento de nuestras personas.

Nos hace conformarnos con el estándar de la conducta de quien tiene un DNA casi idéntico al nuestro. Actuar como el bonobo será perfectamente natural.

Y será perfectamente aceptable, por tanto, vivir para la satisfacción inmediata, por la búsqueda del sensaciones placenteras en cualquier parte del cuerpo. Y esto no tiene límites. Terminará aceptando todo si es que lo hace un chimpancé.

Lo anterior puede ser tal vez explicado con un cambio de estándares. De estándar humano, mayor y más alto, hemos emigrado a un estándar reducido y menor que nos degrada. La sexualidad es un ejemplo llamativo.

La complejidad sexual humana nos hace actuar de manera distinta a los animales. No es lo mismo el sexo entre “yo” y “tú” que entre dos simios.

En los humanos implica compromiso, intimidad, sentido de unión, al mismo tiempo que placer y un sentimiento humano solamente, felicidad. Es natural que tenga reglas y normas.

Igual sucede con la caridad y la compasión. Ayudar a otros no es tratarlos como objetos a quienes se intentar dar medios para satisfacer necesidades materiales. Es también tratarlos en esa relación “yo” y “tú” y eso es amarlos como personas, como sujetos.

La pornografía es una instancia que ilustra la diferencia de los estándares a los que me he referido. Ella es la violación del sujeto humano mediante un tratamiento que lo vuelve objeto y coloca a partes del cuerpo como medios de diversión por instinto.

Cosas como estas preocupan porque reducen dignidad, quitan nobleza, anulan respetabilidad. En lugar de elevarnos a lo humano, nos llevan a lo animal creyendo que eso es lo natural. Pero cosa no puede sucederle a persona alguna. Es la renuncia a su libertad.

Globos de ideas afines

Evoca los campos de la naturaleza humana, de los tres elementos humanos y, por supuesto, del animal humano racional.

De la genética y la conducta sexual humana, de la excelencia humana y del alma.

Más Lo bello, lo bueno, lo verdadero y ritos de paso.

Finalmente

En resumen, hay quienes creen que no hay diferencia entre humanos y animales, al menos diferencias importantes, sino de grado.

Por mi parte, en todos lados veo exactamente lo opuesto, unas diferencias abundantes y abismales. Una de ellas es obvia, ellos solos no han sido capaces de desarrollar esa opinión y no sé de algún animal que tenga opiniones como esta. Ni sobre la oferta y la demanda, ni acerca del color de su automóvil.

Otra diferencia, la de poder pensar en lo que es y diferenciarlo de lo que debe ser, eso que llamamos moral o ética.

O, aún más, el pensar en Dios. No hay animal que haya construido un altar, ni que discuta con otro sobre un pasaje de la Biblia. Mucho me temo que en los humanos haya algo que nos diferencia notablemente del resto del mundo.

¿Qué exactamente causa esa diferencia tan grande? Siendo la genética o la biológica una explicación insuficiente, debe buscarse en otro lado.

Por ejemplo, la explicación de un accidente natural, totalmente improbable, pero que sucedió. O bien, la de aceptar un componente no biológico ni corporal, sino espiritual, metafísico, o como quiera llamársele.

La explicación que pienso es la más viable tiene siglos. Es la Creación Divina, en la que el ser humano fue creado a semejanza del Creador, con alma. Esa semejanza es la explicación de nuestra diferencia con respecto al resto de los animales.


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