Por más asombroso que sea, lo sobrenatural se muestra de otras maneras sólidas. Es la unión del asombro con lo moral lo que lleva al sentido de lo religioso. El Universo no es prueba de lo sobrenatural. La grandiosidad de la naturaleza no demuestra la existencia de lo divino.

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Introducción

¿Puede derivarse de la observación del universo la idea de un Creador sabio y bondadoso? La cosa se complica por otra razón, la crueldad real, el dolor innegable que la realidad muestra a diario.

Lewis toma el tema de la religión y va por otro camino para explicarla. No es la grandiosidad del Universo lo que explica las creencias en lo sobrenatural. Es otra cosa. Algo que es propio de la naturaleza humana y que no puede ser justificado a partir de la realidad.


La idea fue encontrada en Lewis, C. S. (2004). El Problema del Dolor, (7 ed.). Madrid: RIALP, pp 21-33.


La idea que examina es la de esa reacción común que provoca en muchos la visión impresionante y bella de la naturaleza. Tal impacto puede tener que con frecuencia se llega a suponer que tal belleza natural es evidencia de la obra de Dios. ¿Puede hacerse eso?

La respuesta es no. Lo fascinante es la justificación de esa negativa.

📍 El tema de la columna conduce a otros más, como la debilidad moral de las sociedades occidentales, el lamentable estado moral de hoy y la propuesta de que no hay crisis de valores sino de virtudes.

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Punto de arranque

Lewis inicia la introducción al tema de que el Universo no es prueba de lo sobrenatural recordando los tiempos en los que él era ateo. Y dice que no hubiera él deducido la existencia de Dios a partir del mundo existente. Un cosmos vacío, una tierra llena de dolor con solo pequeños atisbos de felicidad.

No, la experiencia que ofrece la realidad no puede ser una justificación ni fundamento de la religión, ni de la creencia en Dios.

Es absurdo inferir la existencia de un Creador sabio y bueno a partir de la existencia de la realidad que se contempla, por abrumadora que sea. La religión no puede tener ese origen, dice Lewis. Pero su origen sí tiene los siguientes elementos. Entra así el autor al corazón de su idea.

El Universo no es prueba de lo sobrenatural, pero hay otros elementos

Lo numinoso

El primero de los elementos religiosos es lo numinoso, una palabra que debe ser explicada: si se nos dice que detrás de una puerta frente a nosotros hay un tigre, sentiríamos miedo, una reacción natural. Pero si se nos dice que detrás de la puerta hay un espíritu, la reacción sería diferente, una de sobrecogimiento.

Son ambas reacciones de miedo, pero no son iguales. El tigre es un peligro real. El espíritu es un misterio. Ese misterio es lo que «nos sitúa al borde de lo numinoso».

Y si se nos dijera que el espíritu detrás de la puerta es poderoso, la reacción sería más diferente. No sería miedo, sería desasosiego. Sería sobrecogimiento, desazón.

En tiempos idos, continúa el autor, es posible que los hombres hubieran entendido a los espíritus en los que creían como ahora entendemos el peligro de un tigre, pero no es ya así desde hace mucho.

Durante mucho tiempo, los hombres han hecho la distinción, la que puede ser mostrada en obras literarias que ilustran la diferencia.

Aquí, Lewis cita diversas obras que ejemplifican esa diferencia. Una de ellos es de Esquilo, cuando narra el estremecimiento de tierra y mar bajo el «espantoso ojo de su amo». Y la idea de Ovidio con los bosques en los que reina la santidad de los días pasados.

Inquietud ante lo sobrenatural

La conclusión es simple: el temor frente a lo numinoso es quizá tan antiguo como la humanidad.

Y ese sobrecogimiento frente a lo espiritual no es producido por el universo visible. No es posible justificar el sobrecogimiento frente a lo espiritual por medio del miedo ante un peligro físico.

Lo numinoso no está contenido en el sentimiento de peligro y miedo. El miedo a sufrir una herida no lleva a deducir la inquietud frente a lo espiritual.

Dos maneras existen de entender lo numinoso.

  • Reconocer ese sentimiento como una parte de la naturaleza humana que no tiene una base real, a pesar de que sea un elemento común en la mente humana.
  • Reconocer ese sentimiento como «una experiencia directa de la realidad sobrenatural».

Es decir, ese sobrecogimiento frente a lo espiritual puede o no estar basado en la realidad. Si no lo está, se trata de simplemente un rasgo humano sin función biológica y sin fundamento.

Pero si sí está basado en la realidad y se trata de una vivencia directa, entonces conviene usar el nombre más adecuado, revelación.

Lo moral

El segundo elemento de las religiones, que muestra que el Universo no es prueba de lo sobrenatural, es el de la moralidad. No es algo que necesariamente esté asociado con lo numinoso. Quien tiene ese sentimiento de intranquilidad y desazón frente a lo numinoso, no deriva de ello nociones del bien y del mal.

Pero, sin duda, es también un rasgo humano esa idea del deber o no hacer. Otro rasgo que tampoco puede ser derivado de la simple observación del universo. Se trata de códigos morales que contienen ideas sobre lo debido e indebido, con un añadido vital para Lewis.

Puede haber diferencias entre los códigos morales, pero «bien mirados» no son tan distintos: todos coinciden en señalar comportamientos que son deberes, pero también todos coinciden en aceptar que esas reglas no siempre serán puestas en práctica.

Por tanto, este segundo elemento de la religión y lo sobrenatural no puede limitarse a ser definido como la existencia de un código moral reconocido, sino como la conciencia de una ley moral aprobada y desobedecida.

Este sentido de culpa que produce el desobedecer tampoco puede ser deducido de la realidad del universo.

Lo numinoso y lo moral unidos

El tercer elemento de la religión en general y lo sobrenatural es la unión de lo numinoso con lo moral.

Los rasgos numinoso y moral del ser humano, sin embargo, no necesariamente coinciden. Pueden existir sin relacionarse uno con el otro, como cuando la adoración de los dioses en el paganismo nada tenía que ver con las reflexiones éticas de sus filósofos.

📌 El tercer elemento es la unión del sobrecogimiento frente a lo espiritual con el sentido de lo que debe ser. Lo numinoso que producía temor es ahora fuente de lo que debe ser, de lo moral.

No es esto algo obvio, ni posible de derivar de la observación del universo que no es ya prueba de lo sobrenatural. Más aún, resulta chocante: al sobrecogimiento de lo espiritual se unen las exigencias de la moral. El sentimiento de culpa se sufre frente a lo que causa desazón e inquietud.

Lewis señala que no es raro rechazar esa unión de lo moral con lo numinoso. Es más cómodo y produce una vida más placentera el separar a lo espiritual de lo moral (como sucede con la versión del Dios de Spinoza, que retira a la moral para concentrarse en lo numinoso de la naturaleza)

Pero la unión de los dos elementos es real y cita el autor aquí al pueblo judío como un ejemplo de esto: un atrevimiento grande que también han tenido grandes hombres que «están a salvo de la obscenidad y la barbarie del culto inmoral, y de la fría y triste beatería del puro moralismo».

Este tercer elemento, que es la unión de lo numinoso con lo moral, puede ser también vista como un rasgo propio del hombre, una «locura» de «resultados extraordinariamente propicios».

Pero puede ser otra cosa, puede ser revelación muy bien expresada en la frase de la literatura judía, «el Señor ama lo justo».

El Universo no es prueba de lo sobrenatural, el cuarto elemento

Hasta aquí los tres elementos que Lewis trata como orígenes de la religión en general y que no pueden ser justificadas por la mera observación del universo.

Son rasgos propios del hombre, sin una utilidad biológica y sin justificación real, o bien son experiencias reales de lo sobrenatural.

Ahora, para terminar, el autor añade otra consideración que es útil para tratar un tema específico. Con mucha frecuencia se escucha la frase de que todas las religiones son iguales y que en realidad no tiene consecuencia alguna seleccionar alguna de ellas. Todas dan lo mismo.

Es un loco o es Dios

Hay un cuarto elemento en una religión solamente. Dice Lewis que es la existencia de un hombre, nacido entre los judíos y que afirmaba ser «ese Alguien», la unión de lo numinoso y lo moral. Se crea o no, no puede ser esto tomado con ligereza. Y ese hombre solo puede ser tomado de dos maneras.

Una de ellas es tomarlo como un loco, «especialmente abominable» y lleno de fantasías ridículas. La otra de ellas es tomarlo aceptando lo que él dijo que es. No hay una tercera posibilidad. No hay término medio. O era un loco, o era Dios.

Globo de ideas relacionadas

Es el campo de nociones como la inevitable necesidad de creer en algo, los sustitutos de Dios y la apuesta obligatoria sobre Dios.

Más las extrañas enseñanzas de Dios y el tema de una sola religión verdadera. Incluyendo la opción de la educación religiosa.

Tiene gran afinidad con los conceptos de ateísmo, agnosticismo, secularismo y laicismo.

Lo que lleva a temas como el síndrome de la mente abierta, el vigilante moral y el dilema de la libertad con o sin moral.

También, las razones para obedecer a la moral y la posibilidad de que sea posible sin evidencias creer en Dios.

El resumen

Vuelve el autor ahora al inicio. El Universo no es prueba de lo sobrenatural. Por más asombroso que sea, lo sobrenatural se muestra de otras maneras sólidas.

Preguntarnos si el universo es una creación de alguien sabio y amoroso, o si es una simple creación de la casualidad, es erróneo: significa olvidar desde «el comienzo los factores relevantes del problema religioso».

Y sin nos preguntamos sobre el problema de una vida con dolor y sufrimiento, el cristianismo no nos resuelve la duda. Más bien la agranda.

La persona puede rebelarse contra lo numinoso, contra la moral y contra la unión de ambos. Puede encontrar otras cosas que adorar, como la fuerza, la sexualidad o la muerte, pero pagará un precio muy alto.


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[Actualización última: 2023-07]