Los cinco momentos de shock y estrés que vive en su proceso de aceptación de la realidad que le es contraria. Las etapas de frustración del gobernante.

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Frustración del gobernante

Este es el centro de mi idea —el resaltar que, como todo ser humano, el gobernante vive momentos duros y crueles de frustración y dolor intenso cuando la realidad lo enfrenta.

Más concretamente, los que examino a continuación es la reacción del gobernante cuando sus esperanzas y expectativas son destruidas por la realidad —el shock que él recibe cuando los hechos son dramáticamente contrarios a lo que esperaba o ansiaba.

El modelo de análisis

Para examinar las etapas de frustración del gobernante cuando la realidad lo contradice en asuntos vitales, uso el conocido modelo de las cinco etapas del dolor de una pena intensa.

Es el modelo Kübler-Ross y el postula cinco etapas en las que se enfrenta al dolor —concretamente, el saber que se sufre una enfermedad fatal irremediable. O bien, el enfrentar la terrible aflicción de perder a un ser muy cercano.

Son cinco las etapas de cómo enfrentar un gran dolor:

1. Negación

La primera reacción ante la realidad es la negación, la no aceptación —el argumentar errores, falsedades y acudir al refugio de otra supuesta realidad

2. Enojo

Cuando la negación desaparece comienza la ira y la asignación de culpables entre personas muy cercanas. Es una serie de ideas en la mente —«No sé por qué me tocó a mí, debe haber culpables, qué fue lo que en realidad pasó».

3. Negociación

Después del enojo comienza la búsqueda de negociaciones e intercambios de favores —cosas que en la mente son una especie de diálogos: «si Dios me cura, cambiaré mi vida. Sería mejor que muriera yo y no ella».

4. Depresión

Es la etapa del silencio, de la inacción y del sinsentido —en la que nada parece justificarse ni tener razón de ser. En la mente vagan ideas de «No tiene nada ya sentido, para qué seguir».

5. Aceptación

Es la última de las etapas y significa eso, la aceptación de la realidad que es imposible cambiar —pero ante la que se reacciona positivamente admitiéndola. Hay ideas de resignación constructiva y estabilidad emocional.


Con lo anterior en mente voy ahora a examinar las etapas de frustración del gobernante en dos situaciones muy distintas: elecciones que se pierden y crisis económicas durante su gobierno.


I. Elecciones perdidas: etapas de frustración

La situación real

En este caso, la persona ha perdido las elecciones y eso es muy doloroso. Seguramente durante años ambicionó ganarlas y durante largo tiempo a diario realizó grandes esfuerzos para ganarlas, incluyendo desembolsos cuantiosos.

Pero los resultados, le declaran perdedor —ha ganado uno de sus enemigos, alguien que siempre fue su peligro personal. Ante eso, el candidato a gobernante puede pasar por esas etapas del frustración severa.

Negación

Tal vez la mayoría de los perdedores están en esta etapa, la que es muy comprensible —sus ilusiones de ocupar un puesto público se han hecho trizas, todo el esfuerzo de meses y años se ha venido abajo, el dinero gastado se ha desperdiciado.

A lo que quiero añadir algo pocas veces comprendido por el elector: el candidato perdedor tiene su razón de vivir en ocupar un puesto público y ha fallado en su intento.

La circunstancia personal del candidato puede ser aún peor, si es que él ha llegado a creerse un redentor de la nación —su impronta debe ser mayúscula, llegando incluso a pensar que el país se destruirá sin su intervención.

Enojo y furia

El centro de la siguiente etapa es el enojo, la rabia —la persona tiene coraje, cólera, exasperación. Es capaz de violencia. Padece bilis. Ya no niega la realidad, ahora se enfurece con ella. Está muy seriamente enfadado y molesto.

Varios de los perdedores en las elecciones ven con odio a sus opositores, también a quienes les dieron consejos, culpando a todos menos a ellos —buscarán explicaciones en fraudes de los que están seguros, pues ellos tenían la certeza de ganar —verán confabulaciones en su contra.

Amenazarán a quienes vean como enemigos, incluyendo a las autoridades electorales —hablarán de defender sus votos a toda costa, de movilizar a sus partidarios, de defender en las calles su victoria.

Su crispación es extrema en esta etapa y puede llevarlos a la agresión y las embestidas con poca conciencia del efecto de sus acciones.

Para el país, esta segunda etapa es la que posee los mayores riesgos —la etapa de la furia puede infiltrarse en la conducta de sus seguidores, los que pasan por las mismas etapas y son armas potenciales que materializan las reacciones del perdedor.

Negociación

El centro de la tercera etapa es una aceptación condicionada de la realidad, quizá tratando de verle algo bueno, pero sobre todo intentando poner limitantes a ella —la persona la acepta parcialmente, pero pide algo a cambio.

En esta etapa están los políticos de mayor experiencia y más sangre fría —han asimilado la realidad, les duele, pero reconocen que solo tienen una opción, la que sacar la mayor ventaja posible.

Su tarea es la de buscar oportunidades de aprovechamiento buscando a quienes beneficien con la aceptación de su derrota y negociando con ellos.

Depresión

El centro de esta etapa es el abatimiento y el desaliento —la persona decae, declina, se desanima y hunde. La realidad se acepta y ante ella la reacción es esa, de declive en el ánimo personal.

No debe ser una fase agradable —tal vez el perdedor se retire de la luz pública y viva meses de desánimo. Su derrota ha sido aceptada con reservas y la ha hecho pública.

Podrá aparecer normalmente en ocasiones, pero le duele sentirse perdedor y que lo perciban así. Pero ya la realidad es aceptada medianamente.

Aceptación

El centro de la última de las etapas es la admisión del hecho —la persona piensa que debe aceptar la realidad, que no la pueda cambiar y que debe vivir con ella. Es el asentimiento final que acepta lo sucedido.

En la fase de la admisión total, el candidato busca otras vías y caminos —se ha dado cuenta de la transición en la que estuvo y sale de ella con realismo. Seguramente regrese a las áreas que conoce, las políticas, con más sabiduría y experiencia.

En el caso de democracias y candidatos maduros, esta última etapa tarda poco en llegar.

II. Crisis económica grave: etapas de frustración

La situación real

En esta otra situación se examinan las etapas de frustración del gobernante ante una innegable crisis económica de consideración durante su gobierno —y de la que es considerado culpable.

Negación

Esta etapa es simple —se trata ta solo de rechazar, rebatir y negar. No existe tal crisis, se ha exagerado, hay otra información.

Seguramente hay esfuerzos gubernamentales que contradigan la realidad de una crisis, argumentando poca duración o escasa severidad.

Se busca refugio en las intenciones de las políticas implantadas, en el gasto realizado y el gran objetivo del gobierno.

Enojo y furia

Cuando la crisis ya no resulta tan sencilla de negar, inicia la etapa de la ira, la que puede con facilidad combinarse con la anterior.

Se caracteriza por la búsqueda de culpables a quienes asignar la responsabilidad de los problemas —con la premisa innegable de que el gobernante no tiene culpa alguna y sus intenciones siempre fueron buenas.

Hay ataques a enemigos conocidos, se inventan enemigos —típicamente colectivos— y se ataca a la libertad de expresión que se entiende solo como portavoz del enemigo.

Negociación

Cuando la crisis ya es innegable puede comenzar la etapa de concesiones —es decir, la toma de decisiones que son remedios. Pequeñas al principio pueden ser colocadas como ajustes y pequeños cambios a circunstancias imprevistas.

No hay reconocimiento de errores y fallas, simplemente arreglos menores, convenios de emergencia y conciliaciones momentáneas ante la realidad de una emergencia.

Depresión y aceptación

Esta es la etapa de madurez la que es deseable que se presente de inmediato. Significa un reconocimiento de culpa con intención de soluciones de fondo —combinada con la depresión.

¡Advertencia!

Las etapas del modelo usado, a pesar de resultar razonables, no necesariamente existen ni se presentan en ese orden. Creo que son una simple ayuda de un proceso por el que la realidad es aceptada.

Conclusión

Usando el modelo de pasos de aceptación de una realidad severa y dolorosa, he especulado sobre las etapas de frustración de un gobernante ante hechos que lo contradicen severamente.


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