Hay una contradicción en ella, al menos un dilema. Supone que todas las culturas son iguales, pero realmente se basa en el supuesto de que una de esas culturas es superior al resto. La contradicción en la idea de la sociedad plural.

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Introducción

Examinar la idea de la sociedad plural es lo que hace Baggini en un breve ejercicio mental. Partiendo de la presentación de un escenario el autor examina el significado de ella y su inevitable dilema.

La sociedad plural hace un reclamo central, el de preservar culturas étnicas de antiguas tradiciones. Una petición considerada como inobjetable.


📕 ¿Lo es? No, de acuerdo con el examen del autor. La idea para este resumen fue tomada de Baggini, J. (2006). The Pig That Wants to Be Eaten: 100 Experiments for the Armchair Philosopher. Plume, pp. 199-201.


Un restaurante con comida india

El autor, como en cada uno de los breves capítulos, expone primero una situación, la de un escenario de posibilidades.

En este caso, se trata de la visita de una mujer a un restaurante de comida de la India. Ya en la mesa, ella recibe del mesero un plato con papadam, una especie de pan plano propio de ese país.

El ver ese plato sobre su mesa no es precisamente un suceso que sea vital en la vida de cualquier persona, pero hay una situación especial en esto. El mesero que puso el plato sobre la mesa es un hombre anglosajón, no un mesero nacido en la India, ni con esa ascendencia. Esto llama la atención de la mujer y de cierta manera la molesta.

Ella, señala el autor, disfruta comiendo platillos de diversas culturas, que es como probarlas a ellas y su variedad. Si el mismo mesero, piensa ella, hubiera sido un nativo de la India… 

Es que ella se ve a sí misma como multiculturalista: en verdad goza de las diferentes culturas étnicas que tiene la sociedad en la que vive.

📌 Pero, sigue narrando Baggini, la mujer goza esa sociedad plural solo si los demás se mantienen diferenciados étnicamente. Es decir, el placer multicultural que disfruta solo puede tenerse bajo la condición de que el resto se mantenga en una condición monocultural.

Al plantear esa situación, la pregunta que sigue es lógica, ¿en qué queda toda esa idea de la sociedad diversa? Es ahora cuestión de examinarla y explorar el dilema.

Ese respeto a otras culturas

Claramente se percibe un problema en la situación del restaurante. La apariencia inmediata es positiva: ese respeto hacia otras culturas.

Pero hay otro asunto que se valora aún más que a las otras culturas y es la capacidad para valorar otras culturas. La distinción es sutil y cierta. La apariencia inmediata y clara es la de celebrar a las culturas de otros.

Por encima de ese respeto a culturas ajenas a la persona, existe una cualidad aún más apreciada, la de la habilidad o capacidad para saber valorarlas a todas por igual. 

La persona más admirable, por tanto, no es la de alguien que sigue su cultura propia, sino la de quien visita una mezquita, lee escrituras indias, practica Budismo y experimenta vivencias de otras culturas.

Como en una feria de exhibición

La sociedad plural supone, por tanto, una diferencia entre personas. La posición superior es la de quienes saben apreciar a las diferentes culturas y la inferior es la de quien permanece en su cultura y no resulta alguien con la mente abierta a otras.

Baggini califica a esto como poseyendo algo de una «mentalidad de zoológico». La persona que se ve a sí misma con admiración por ser plural va por la vida deleitándose con diferentes formas de vida.

📌 Pero solo puede tener ese gozo bajo una condición: los demás deben mantenerse más o menos intactos en sus culturas propias. Cada cultura es como una especie de jaula que preserva culturas y si las personas salen de ella, pierden interés. La conclusión hasta aquí es clara. La persona que se ve a sí misma como multicultural únicamente puede serlo si los demás no lo son.

Una objeción posible

A lo anterior, dice Baggini, puede hacerse una objeción. Pensemos en otra situación, por ejemplo, la de una persona que es un devoto musulmán o cristiano.  ¿Puede esta persona ser al mismo tiempo multicultural y permanecer comprometido con su cultura?

Puesto de otra manera: es el caso de una persona que tiene creencias religiosas profundas y convencidas de su propia cultura, pero que al mismo es capaz de respetar otras creencias y considerar que de ellas puede aprenderse algo.

Esta posibilidad requiere afinar conceptos. No es igual tener una actitud de tolerancia que una posición que valora a todas las culturas por igual.

La persona plural está convencida de que todas las culturas tienen un valor igual o al menos muy similar. Pero esa valoración igual o similar no la puede tener, por ejemplo, un ateo convencido, ni un cristiano devoto, ni un musulmán creyente.

Lo que Baggini plantea es una diferencia de valoraciones. Para la persona plural todo tiene un mismo valor, pero eso no le sucede a quienes tienen creencias comprometidas con otras culturas. 

Si un católico devoto valora al Islam como igual al catolicismo, eso no tendría sentido, le daría lo mismo uno que el otro.

Globo de ideas relacionadas

El tema de la columna lleva de inmediato al de la comunidad plural, al multiculturalismo y a los peligros de la educación para la tolerancia.

También al dilema de respetar opiniones o personas y las dificultades de debates.

Pone sobre la mesa conceptos como globalización, aislacionismo y etnocentrismo, más la curiosa idea de la apropiación cultural, la de las guerras culturales y la batalla de las ideas.

El dilema de la sociedad plural

Se trata, resume el autor, del dilema de esa sociedad diversa y que supone que hay una cultura superior a las otras, lo que contradice su misma esencia de considerar a todas por igual.

La cultura que vale más es la propia de la idea de esa sociedad. Las otras valen menos: vivir dentro de una sola cultura sin considerar a las demás iguales a la propia, es una posición inferior.

Y si todos se volvieran plurales, ya no habría posibilidad de serlo porque dejarían de existir personas monoculturales.

La situación examinada por Baggini acerca de la sociedad plural da una utilidad doble. Por un lado examina una habilidad exaltada en muchas mentes mostrando las debilidades de una opinión idealizada y sin mucha base.

Por otro lado, da una idea de la riqueza que contienen situaciones cotidianas cuando ellas se analizan con sentido común. 

Los experimentos de sillón para filosofar, como los llama Baggini, son enormes oportunidades para evaluar ideas a las que podemos tomar con más seriedad de la que merecen.


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