Conflictos, contiendas y pugnas en los terrenos de ideas, creencias y conceptos. Conflagraciones en lo abstracto y teórico que llegan mucho más allá de la discusión académica. Llegan a ambicionar el dominio intelectual de las opinión pública. Es la batalla de las ideas. Lo contrario del mercado de ideas libres.

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Introducción

La idea general asegura que en una batalla de ideas, el error y la verdad combaten entre sí y que al final, la verdad terminará siendo aceptada —lo que justifica que las personas participen en ese combate porque al final ellas aceptarán la verdad.

Esto es lo que justifica a la libertad de expresión, la que produce ese «campo de batalla» entre opiniones, unas equivocadas y otras verdaderas. Es también lo que justifica la apertura mental a escuchar opiniones ajenas, aunque ellas sean opuestas.

Esto es lo que pretendo explorar en lo que sigue —esta idea de que la verdad eventualmente triunfará en medio de una infinidad de errores. Ante lo que expreso una actitud escéptica sobre ese poder de la verdad que eventualmente llegue a ser reconocida por todos.

¿Qué es esa batalla de ideas?

Una idea aproximada de su significado es esto:

«La Batalla de Ideas es una expresión que ya utilizó Karl Marx en la década de 1840 en su crítica a la filosofía alemana moderna. Posteriormente ha sido muy utilizada. Antonio Gramsci consideraba que ganar la batalla de las ideas era tan importante como controlar los medios de producción. Por otro lado, ha sido muy usada en el lenguaje político británico. Incluso Margaret Thatcher utilizó la expresión «batalla de las ideas»». es.wikipedia.org

La guerra de las ideas es un conflicto entre visiones, típicamente económicas y políticas, que buscan prevalecer unas sobre otras. Por ejemplo, la disputa entre socialismo y capitalismo, el choque entre progresistas y conservadores, y los enfrentamientos entre liberales y estatistas.

Ella está formada por personas convencidas y conocedoras que sostienen ideas opuestas, y que se enfrentan entre sí disputando la posibilidad de que sean sus ideas las que predominen y sean aceptadas por el resto. Más, por supuesto, el rechazo y abandono de las propuestas de los enemigos.

La batalla entre Keynes y Hayek muestra una de las batallas más conocidas entre concepciones económicas, entre el libre mercado y el intervencionismo. Este video le da un tratamiento divertido a esa disputa tan grave.

Hayek versus Keynes

El mercado libre de las ideas

Para comprender la batalla ayuda el apuntar que no es sorpresa que existan discusiones severas, incluso ásperas, entre personas partidarias de diferentes posturas intelectuales. Los desacuerdos entre Platón y Aristóteles es una ilustración de esa que es una situación natural del campo de las ideas.

La Ciencia y la Filosofía crean esos desacuerdos que son inevitables y parte obvia del echar a andar la imaginación razonada. Así se crea una especie de libre mercado de ideas, propuestas, teorías y conceptos que son defendidos, atacados, criticados y analizados.

Ese conjunto de ideas distintas entran en competencia y, gracias a la libertad de expresión, son examinadas y probadas, dando como resultado la victoria de las verdaderas. John Milton y John Stuart Mill razonan de esa manera general. La esperanza, demasiado utópica, es esa victoria de las mejores ideas.

La batalla de las ideas

La guerra de las ideas no es un libre mercado en el que ellas compiten sustentadas en su calidad. Es un combate por el dominio de las opiniones personales que cancela a la libertad de expresión con la censura de visiones opuestas y usa al poder político para imponerse.

No es la victoria de las ideas mejores y más sólidas, sino la imposición de las visiones que tienen detrás de sí al poder y la coerción para predominar y formar una opinión mayoritaria amplia y resistente a propuestas contrarias. Síntomas de esto es el adoctrinamiento en la educación pública, cuando rechaza ideas divergentes a las suyas.

En su extremo, el dominio cultural es el objetivo último de la guerra de las ideas, la imposición de una de las visiones o propuestas por encima del resto. Es igual a dejar de lado al mercado libre de ideas en competencia para adoptar un «monopolio doctrinal» con protección estatal.

Medio ambiente cultural

El libre mercado de ideas y la batalla de ellas sucede en un medio ambiente social y cultural con innumerables actores y facetas. Son los terrenos de la opinión pública y las creencias mayoritarias que alteran a la política y a la economía de un país.

La guerra de las ideas es, de cierta manera, una guerra cultural, en la que pocas probabilidades de acuerdo existen y que solo puede terminar con la victoria que dé el uso de la fuerza. Ya no habrá un mercado libre de ideas con libertades de expresión, sino una fuerza inquisidora responsable de guardar la ortodoxia de la visión ideológica respaldada por la coerción.

Aceptación de la verdad

Para que eso suceda —para que la verdad triunfe— debe cumplirse con un requisito indispensable: la disposición personal de aceptar la verdad. Este es el ánimo que mantiene al mercado libre de ideas y que aborrece su batalla.

Es decir, una gran mayoría, especialmente los líderes, debe compartir la vocación de búsqueda de la verdad muy por encima de la terquedad que usualmente se encuentra cuando la persona defiende sus puntos ideológicos.

Con lo anterior quiero decir que el triunfo eventual de la verdad, en un campo de batalla de opiniones equivocadas y verdaderas, solo puede suceder cuando las personas aceptan que la verdad existe y que puede no coincidir con sus creencias personales previas.

Visto de otra manera, los regímenes autoritarios que tiene a propiciar la batalla de las ideas son facilitados cuando el ambiente cultural favorece al subjetivismo moral. Cuando se piensa que la verdad no existe, la única manera de dirimir confrontaciones de ideas es el uso de la fuerza.

Triunfo final de la verdad

Es exagerado esperar que en un mercado libre de ideas el resultado final será la victoria de la mejor idea. Ese triunfo no está garantizado de modo alguno e, incluso, puede suceder lo opuesto cuando, por ejemplo, se implantan por la fuerza ideas realmente malas.

Un mercado de ideas creadas y expresadas en libertad no puede ser perfecto y tendrá sus fallas notables que, sin duda, crearán ocasiones que invitan a su repulsión. Tampoco producirá las ideas perfectas, sin embargo contiene un mecanismo de autocorrección que no termina jamás mientras esas libertad sean conservadas.

La ideología que haya podido llegar a establecerse por la fuerza no tiene ese buen mecanismo que permite corregir fallas y errores. Por tanto, es inestable y está destinada a la autodestrucción por debilidad interior porque ha supuesto haber encontrado la verdad final y absoluta que no puede ser retada.

A pesar de su apariencia desordenada y caótica, el mercado de ideas libres es algo que sí tiene mecanismos de autocorrección y puede sostenerse indefinidamente.

Solo en libertad

La diferencia entre el mercado de ideas libres y el escenario de su batalla es la libertad de iniciativa personal que crea incentivos de participación en el progreso de ellas. Sin esa libertad la única solución es el uso de la fuerza para dictar la victoria de unas ideas sobre todo el resto.

Por tanto, los regímenes de libertades, separación de poderes y estado de derecho producen más avance y progreso que los de concentración de poder y personalismo político. Es la libertad eso que debe aceptarse como una protección contra la imposición totalitaria de ideas que presuponen ser las mejores pero sin estar obligadas a demostrarlo.

Cultura

No solamente influirá el ambiente político mencionado en el punto anterior —el ambiente cultural tendrá un impacto sustancial en esa batalla entre el error y la verdad.

Donde domine una mentalidad relativista, esa discusión no tiene sentido alguno —lo único que será solicitado será la tolerancia de todas las opiniones, lo que significa qué será tolerado el error no importa cuál sea.

Dentro del ambiente cultural tendrá una influencia significativa la preparación y la educación de las personas, especialmente en lo que se refiere al uso de herramientas de razonamiento —donde se carezca de esa capacidad, la victoria última de la verdad será poco probable.


«Un escritor que diga que no hay verdades o que toda verdad es meramente relativa, está pidiéndote que no le creas. Así que no lo hagas».

«[…] podemos concluir que el marxismo debe su notable poder de supervivencia ante toda crítica al hecho de que no es un sistema de pensamiento dirigido a la verdad, sino dirigido al poder».

— Roger Scruton

Ideologización del conflicto

Eso es la contaminación de la cultura y educación de la sociedad con ideas que favorecen a las luchas y conflictos como explicaciones históricas totales. Con esta mentalidad que por todos lados contempla confrontaciones, no es extraño que también vea una guerra de ideas que se ganará solo con el empleo de la fuerza.

Resumen

Lo que he hecho con los puntos anteriores es demostrar la dificultad que enfrenta la idea de que en una batalla entre el error y la verdad esta última saldrá triunfante al final —es muy posible que no sea así.

Es posible que todo lo que dicho antes se focalice en un solo punto: la actitud de las personas frente al sesgo propio hacia la verdad.

Es una posibilidad real que a las personas no interese la verdad —quizá deriven un beneficio personal defendiendo al error, o sean indiferentes ante la verdad, o, si es que la conocen, hagan poco o nada por defenderla, o no tengan la capacidad para reconocer el error.

Al final, esa idea sobre el eventual triunfo del sesgo hacia la verdad pinta las cosas de color rosa y, sin querer ser pesimista, parece adecuado concluir que la verdad necesita ser defendida continuamente —incluso en tiempos en los que ella domina debe ser reafirmada porque muy posiblemente llegarán tiempos en los que pueda ser olvidada.


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