Los dos sistemas están construidos sobre tres elementos en los que coinciden y que presentan riesgos sustanciales de abuso de poder y fracaso inevitable. La cercana e íntima relación entre el socialismo y el despotismo.

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Un inicio natural: despotismo ilustrado

Para examinar la relación que existe entre el socialismo y el despotismo. debe empezarse con la idea del «despotismo ilustrado», eso que puede ser entendido así:

«[…] una forma de gobierno que trataba de conciliar el absolutismo con las nuevas ideas de la Ilustración, intentando para ello conjugar los intereses de la monarquía con el bienestar de los gobernados. Se desarrolló durante la segunda mitad del siglo XVIII» claseshistoria.com

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Las características del despotismo

Lo anterior puede ser analizado con sus tres componentes:

  1. Un monarca con poder concentrado en él.
  2. Una justificación de interés en el bienestar de las personas.
  3. La suposición de un monarca casi perfecto, sabio y virtuoso.

Entre los soberanos del despotismo ilustrado suelen citarse a Luis XV de Francia, Carlos III de España, Catalina II de Rusia y José II de Austria.

Bajo ese régimen, ellos asumían la idea de déspotas benevolentes, de buenos tiranos. Toda su intención era, al menos en teoría, lograr la felicidad de su reino.

Despotismo y socialismo

La íntima relación entre el socialismo y el despotismo es muy simple de examinar cuando se ve que el primero también tiene los mismos elementos estructurales que necesita su implantación.

Las suposiciones del socialismo:

  1. La concentración de poder en manos del gobernante.
  2. La motivación del bienestar de todos como justificación del poder concentrado.
  3. La suposición de que el gobernante es sabio y virtuoso.

Los dos sistemas políticos fundamentan sus acciones en el objetivo que dicen querer lograr, el bien general de los gobernados.

También, ambos requieren que el gobierno concentre poder sin contrapesos que le impidan o limiten implantar sus políticas y decisiones.

Por necesidad lógica, ambos sistemas presuponen que los gobernantes están motivados por las más altas aspiraciones, poseen las más grandes virtudes y son sabios y conocedores. De otra manera no se justificaría darles un poder sin límites.

Precisiones

La frase de «todo para el pueblo, pero sin el pueblo» dibuja bien la idea del despotismo ilustrado. El monarca es tan ilustrado y sabio que ya no tiene necesidad de consultar con nadie más. Sabe de antemano lo que es bueno para el pueblo que gobierna.

Bajo el socialismo, el gobernante se asume él como conocedor de la voluntad popular, conocedor de la gente, tanto que tampoco hace mucha falta que existan sus representantes. Él es su representante real y sabe lo que al pueblo conviene sin necesidad de mecanismos políticos.

Los ejemplos de gobernantes de ese tipo son conocidos: Lenin, Stalin, Mao, Pol-pot, Castro, Chávez, Hitler.

Gobernantes que llegan al poder justificando un objetivo de bienestar para su pueblo bajo la condición de que se les otorguen poderes que en un régimen normal se llamarían extraordinarios.

Los primeros soberanos, que son déspotas, no son exactamente iguales que los segundos, que son más bien cabezas de regímenes totalitarios.

La distinción es una de grado, con esos últimos en el extremo de querer normar la vida de los ciudadanos en sus más pequeños detalles dentro de lo ordenado por la ideología de su preferencia.

Relación entre socialismo y despotismo

Aunque es obvia la similitud entre el despotismo ilustrado y el régimen socialista, su gran parecido permanece oculto.

Quien reprueba al despotismo ilustrado puede con facilidad aprobar al socialismo, lo que es algo en extremo llamativo.

Desnuda y sin disfraz, la noción central socialista es la erección de un gobierno grande y poderoso que tome las decisiones de vida que en otros regímenes corresponderían a la persona, bajo la premisa de que las decisiones de gobierno serán mejores que las de las personas.

Y, de esa manera, toda la sociedad vivirá mejor que bajo otro sistema cualquiera.

Las mismas ideas del despotismo ilustrado.

Examen de las características

Recordemos las tres características de los dos regímenes:

  1. La concentración de poder en manos del gobernantes.
  2. La motivación del bienestar de todos como justificación del poder concentrado.
  3. La suposición de que el gobernante es sabio y virtuoso.

Veamos más de cerca a cada una de ellas aunque en diferente orden.

1. Motivación del bienestar general

Este es un elemento común al resto de los sistemas de gobierno. Todos ellos persiguen ese objetivo genérico, desde el liberalismo hasta el socialismo. Sus objetivos no los diferencian pues son los mismos.

2. Concentración de poder en el gobernante

Los dos sistemas, socialismo y despotismo necesitan concentrar el poder gubernamental en una persona o grupo de ellas y hacerlo sin las molestias que les significarían los mecanismos de la división del poder.

El riesgo que esto contiene es el de la construcción de un gobierno que abusa de su poder, el peligro siempre señalado que explica Montesquieu.

Esto significaría que con facilidad se formarían gobiernos dictatoriales y autoritarios, incluso totalitarios.

3. Gobernantes sabios y virtuosos

¿Saben los gobernantes más que las personas, lo suficiente como para no permitirles tomar decisiones propias? Realmente no, es imposible que posean tal conocimiento.

Y ya que no lo tienen, la labor del gobierno socialista se transforma en la simple implantación de la idea de bienestar que tiene el gobernante, no el ciudadano.

Y tanto el socialismo como el despotismo ilustrado acaban siendo el establecimiento de la noción que tiene el gobernante de lo que es «mejor para su pueblo», como Chávez ideó eso del socialismo del siglo 21, o el gran salto adelante de Mao.

Inexplicable popularidad

¿Cómo es posible que el socialismo tenga adeptos cuando es simplemente un despotismo ilustrado dependiente de la supuesta benevolencia del déspota? Es la búsqueda de la explicación de la popularidad de, por ejemplo, B. Sanders.

La cosa es aún más grave, porque habrá que explicar esa popularidad a pesar de que la evidencia se inclina en contra del socialismo, el que no es precisamente un sistema que se caracterice por crear progreso.

Conclusión

Ha sido mostrada la íntima relación entre el despotismo y el socialismo mediante los tres comunes denominadores de su estructura política y que requiere concentración de poder sin límites ni mecanismos de protección contra su abuso, pensando que los gobernantes serán siempre sabios y virtuosos.


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[Actualización última: 2023-06]