Estamos tan acostumbrados a alabar la democracia que hemos llegado a verla como una solución infalible, una fuerza casi mística en la que la voluntad de la mayoría es, por definición, sabia y justa. Pero, las decisiones democráticas tienen un problema ¿Qué pasa cuando una decisión democrática es, al mismo tiempo, una profunda equivocación?
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Exaltación democrática: la mayoría decide
La democracia es un ideal ampliamente celebrado, y a menudo se le considera el sistema político más justo. Sin embargo, aquí se plantea una pregunta que desafía la visión de que «la mayoría siempre tiene la razón». A través de una exploración de la calidad de las decisiones tomadas por votación popular, se sugiere pensar sobre si la democracia merece la fama que posee
Acostumbradas a escuchar ninguna otra cosa que alabanzas a la democracia, las personas muestran una tendencia general a aprobar cualquier cosa, si es que ella es el resultado de una mayoría de votos.
📌 Esa será una decisión democrática, como se le suelen calificar, y deberá acatarse por obligación. Definida de manera tan estrecha y limitada, la democracia es comúnmente entendida como un simple sistema de toma de decisiones por mayoría.
📍 El tema lleva a otros, como el de la calidad de la opinión pública y de la democracia necesitando participación ciudadana, pero también necesitando opinión pública de calidad. Así como la relación entre grupos de presión y democracia.
El problema de las decisiones democráticas
📌 Un sistema de decisión por mayoría presenta una dificultad descomunal. No garantizar que la decisión tomada por mayoría sea la mejor de las puestas a votación.
Esta idea ha sido expresada antes (mi traducción):
«Yo creo, en verdad, que una de las más importantes materias en las que la teoría política tendrá que descubrir es la respuesta en el futuro cercano acerca de encontrar una línea de demarcación entre los campos en los que las opiniones mayoritarias deben ser obligatorias para todos y los campos en los que, por el contrario, la opinión de la minoría debe permitirse prevalecer si esta puede producir resultados que mejor satisfagan una demanda del público». The Essence of Hayek
El problema explicado
Ese es un problema que puede ser expresado con claridad de esta manera, en un análisis mental simple.
La mayoría vota a favor de implantar la decisión X. No importa cuál sea, pero contra la que existen evidencias fuertes, las que indican que no dará los resultados esperados.
La minoría vota en contra de la decisión X, vota noX. Pide no aprobar esa decisión porque tendrá resultados netos y no intencionales negativos considerables.
De lo anterior pueden concluirse dos cosas.
El implantar la decisión X sería (1) democráticamente correcta y (2) al mismo tiempo una total equivocación.
El campo de la decisión democrática
Lo anterior lleva a una consideración acerca del terreno de la solicitud de solución democrática por voto mayoritario. Es decir, el nivel de especialidad o conocimiento necesitado por la persona para emitir un voto razonado, con posibilidad razonable de ser acertado.
Por ejemplo, el voto para la elección general de un país y que determinará la proporción en la que se formarán las cámaras de representantes y el presidente de gobierno. En este caso universal todos podrán votar sin demostración alguna del conocimiento suficiente para hacerlo.
O bien, un plebiscito para la aprobación del uso de fondos públicos para la construcción de ferrocarriles. También aquí las personas podrán votar sin necesidad de demostrar que han hecho una evaluación del proyecto de gasto, considerando costos de oportunidad, rentabilidad y similares.
Aunque todas las votaciones requieren personas informadas, es muy visible que existen campos de mayor especialización que otros y que, por ende, requerirían más conocimientos.
📌 Conforme mayor sea la especialización y el conocimiento necesario, más grande será la posibilidad de que la votación mayoritaria sea equivocada técnicamente, aunque democráticamente sea legítima.
Someter a votaciones populares asuntos especializados, por tanto, será una práctica desaconsejable. Lo que lleva a la cuestión de si la elección de legisladores es o no algo que requiera conocimientos y habilidad analítica. Hay razones fuertes para argumentar que sí los requiere.
El otro nivel del problema democrático
Podrá decirse, por tanto, que los campos especializados deban dejarse a los expertos. Por ejemplo, a los legisladores que han sido elegidos. Es una idea razonable, pero que presenta la posibilidad muy real de que, como se ha visto con frecuencia, tampoco esos legisladores elegidos en votaciones, sean expertos y sólo se guíen por ideologías y prejuicios. Como también por consideraciones de beneficio personal a sus carreras políticas.


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El problema de las decisiones democráticas es el obvio: una decisión legítimamente democrática puede ser realmente errónea. No hay garantía de que la decisión mayoritaria sea la correcta.
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La calidad de la decisión de todos
El punto neurálgico del problema de las decisiones democráticas es la calidad del voto emitido. Definiendo a «calidad» como una combinación de (1) conocimiento acerca del tema votado y (2) habilidad de raciocinio general. Los votos de calidad satisfactoria minimizarán las posibilidades de elección mayoritaria errónea.
¿Es esa una expectativa razonable? Realmente no. La experiencia electoral muestra una y otra vez un electorado formado por personas ingenuas, crédulas, ignorantes, que son presa fácil de candidatos y partidos dispuestos a realizar actos alocados que prometen lo imposible. Vencen ellos con facilidad a otros que evitan esos defectos siendo realistas.
La misma pregunta puede ser aplicada a los gobernantes elegidos para las cámaras legislativas y puestos de los poderes judiciales y ejecutivos. ¿Es razonable esperar que ellos emitan votos y tomen decisiones colegiadas con (1) conocimiento experto del tema votado y (2) habilidad de raciocinio general?
De nuevo, la respuesta es un probable no. Independientemente de desconocimiento, los políticos elegidos serán influidos en primer lugar por su propio interés personal y por sus sesgos ideológicos.
Pronósticos probables
Lo anterior admite algunos escenarios realistas.
🔴 Un país con mayorías de baja educación, con un régimen democrático reciente, sucumbirá pronto al hechizo de gobernantes fantasiosos con discursos ilusos sustentados en el conflictos sociales Así se dirigirán a gobiernos autoritarios aprobados mayoritariamente.
Lo contrario sucederá en un país con mayorías educadas y con tradición democrática longeva, aunque con el tiempo se elevarán las probabilidades de gobernantes prometedores de fantasías y conductores de semillas autoritarias. El éxito de las libertades ablandará los ánimos de las generaciones que gocen sus frutos.
🔴 El ambiente político generalizado será afectado centralmente por nociones simplistas, irreales y emocionales, en mucho alteradas por explicaciones de conflictos de intereses entre clases y sectores. Un marco mental propicio a cultivar el crecimiento del líder que encarne a las «víctimas del sistema».
Este ambiente político hechizará a las mayorías por su simplicidad y lógica aparente.
🔴 Las sobrepromesas de la democracia aunadas al fracaso de las decisiones tomadas por mayoría producirá desilusión en las personas y se inclinarán fácilmente por sistemas autoritarios. Preferirán la claridad de una figura de poder concentrado a las complicaciones democráticas.
«La derecha no puede normalmente ganar por su propia virtud, su verdad, sus valores porque nunca fascinará a las masas. Atraerá a gente extraordinaria y superior, pero casi nunca al hombre promedio».
— Erik Ritter von Kuehnelt-Leddihn
Esquema de los problemas de la democracia
Las decisiones por mayoría
- La democracia se entiende a menudo de manera limitada como un simple sistema donde la mayoría de votos decide.
- Una decisión puede ser democráticamente correcta (aprobada por la mayoría) pero al mismo tiempo una total equivocación (incluso con resultados negativos no intencionales).
- Conviene una línea divisoria entre los asuntos que deben ser decididos por la mayoría y aquellos donde la opinión de la minoría (con conocimiento especializado) debería prevalecer.
Conocimiento y especialización
- En elecciones generales o plebiscitos, se vota sin requerir conocimientos específicos del tema.
- Cuanto más especializado sea un asunto (ej. gestión de fondos públicos, infraestructura), mayor es el riesgo de que la decisión mayoritaria sea técnicamente incorrecta.
- Someter asuntos altamente especializados a votación popular es una práctica desaconsejable.
La calidad del voto
- Un voto de calidad se basa en una combinación de (1) conocimiento sobre el tema y (2) habilidad de razonamiento.
- La experiencia muestra que muchos votantes son ingenuos, crédulos e ignorantes, lo que los hace susceptibles a promesas imposibles y discursos simplistas.
- A pesar de la idea de dejar las decisiones a los expertos (legisladores), estos a menudo se guían por ideologías, prejuicios e intereses personales, en lugar de por un conocimiento profundo.
La democracia en perspectiva real
El problema de la democracia es obvio: su buen funcionamiento depende de la calidad de los votos emitidos y, para nuestra desfortuna, esa calidad es baja. Esto es lo que crea la dificultad real: una victoria democrática tiene amplia probabilidad de resultar en una realidad indeseable.
Una de esas consecuencias indeseables, quizá la mayor, es llevar al poder de forma legitima a gobernantes con propuestas equivocadas y, peor aún, con intenciones autoritarias que anularán la posibilidad de cambiar de gobierno de manera pacífica. Los casos de esta realidad son abundantes.
La idea resumida en la frase «la democracia es la peor forma de gobierno, a excepción de todas las demás que se han ensayado» aproxima la visión más aconsejable que puede tenerse sobre ella. No es perfecta, lejos de eso. Tiene riesgos reales de llevar a sistemas dictatoriales. Sus hipótesis son optimistas en exceso.
Sería mucho más preciso desarrollar una visión fundada en la idea de que la democracia no es un valor a defender y que, al mismo tiempo, ella tiene utilidad en la medida en la que proteja al real valor político: la libertad.
El paso siguiente
Si lo anterior es cierto, la democracia debe ser evaluada como un régimen de gobierno entre varios otros, incluso dándole la categoría de ser el menos malo. Y, entonces, dar el gran paso siguiente.
📌 No importa cuál sea el régimen no quien gobierne, con tal de que n esa situación cada persona tenga la mayor libertad posible. Es la libertad la que merece la adulación que ahora tiene la democracia.
«Mientras que la democracia responde a la pregunta de quién debe gobernar, el liberalismo aborda el problema de cómo se debe ejercer el gobierno. La respuesta que da el liberalismo es que, independientemente de quién gobierne, este debe ejercerse de tal manera que cada individuo, cada ciudadano, goce de la más amplia libertad personal que sea compatible con el bien común». Erik Ritter von Kuehnelt-Leddihn
El problema de las decisiones democráticas es mejor comprendido así: ellas pueden reducir las libertades personales. Por tanto, es necesario que sean frenadas con contrapesos políticos, culturales y económicos.
Conclusión
La columna critica la exaltación de la democracia, argumentando que su principal problema es que una decisión mayoritaria, aunque legítima, puede ser totalmente equivocada.
Señala que la democracia, entendida como un simple sistema de decisión por mayoría, no garantiza que la opción elegida sea la mejor. Este problema se agrava en temas especializados, donde los votantes y los mismos legisladores carecen del conocimiento necesario y a menudo se dejan llevar por emociones o intereses personales.
Concluye que la calidad de la democracia depende de la calidad del voto, algo que rara vez se cumple. La manipulación de un electorado crédulo con promesas populistas puede llevar a decisiones desastrosas.
Como consecuencia, el fracaso de la democracia puede causar desilusión y llevar a la población a preferir sistemas autoritarios.
Finalmente, se propone que la democracia debe valorarse no como un fin en sí mismo, sino como un medio para proteger el verdadero valor político: la libertad.
[Véase la llamativa idea de la democracia iliberal]
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