La lección económica de Argentina: ignorar a las leyes económicas tiene costo y sus experiencias no son excepción, dando así experiencias ajenas útiles. A continuación se presentan dos ideas. Agradecemos el permiso de publicación de El Financiero y el Acton Institute.

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Una idea de Manuel Sánchez González publicada anteriormente en El Financiero.

La experiencia argentina

Durante 2018, la economía argentina ha registrado continuos ataques especulativos contra su moneda, los cuales confirman la persistencia de desequilibrios macroeconómicos, especialmente fiscales, que han aquejado a ese país por mucho tiempo.

En los albores del siglo XX, Argentina era una de las naciones más desarrolladas del mundo. 

La riqueza de sus recursos naturales y un ambiente adecuado para los negocios propiciaron, desde la última parte de la centuria anterior, un extraordinario progreso basado en las exportaciones agrícolas y la inversión extranjera.

Sin embargo, el liderazgo de Argentina dentro de los países avanzados se fue perdiendo posteriormente. 

Lecciones económicas argentinas; qué no hacer

En particular, desde finales de la segunda guerra mundial, las sucesivas administraciones han tendido a aplicar programas caracterizados por el papel preponderante del gobierno en la economía, lo que ha generado distorsiones e inestabilidad financiera.

De especial trascendencia ha resultado el legado del presidente Juan Domingo Perón, cuyas políticas incluyeron la estatización de empresas, el fortalecimiento del sindicalismo y otros grupos de interés, los programas de bienestar y de aumentos salariales, así como la proliferación de controles de precios y subsidios.

Tal régimen, cuyos fundamentos parecen haberse enraizado en ese país, reduce los incentivos al trabajo y a la inversión, favoreciendo las actividades de cabildeo y búsqueda de rentas, así como la dependencia de la población respecto a las transferencias gubernamentales.

Con breves excepciones como las reformas de mercado implantadas durante los años noventa del siglo pasado, el enfoque económico ha sido primordialmente estatista y «hacia adentro», con controles a los flujos de comercio y de capital.

Los déficits fiscales, provenientes del gasto público excesivo, han recurrido, en diferente grado, al financiamiento monetario. Así, Argentina ha padecido largos periodos de inflación e, incluso, episodios de hiperinflación, con bajo crecimiento o caídas del Producto.

Lógicamente, la inestabilidad de los precios ha deteriorado la confianza del público en la moneda nacional, lo que, a su vez, ha conducido a la preferencia por el dólar estadounidense como medio de pago y, en especial, como almacén de valor.

Lo anterior ha inhibido el ahorro interno y ha limitado el desarrollo del sistema financiero nacional, lo que, entre otros efectos, ha conducido a una elevada dependencia del financiamiento del exterior.

La inconsistencia entre los desbalances fiscales y los regímenes de tipo de cambio predeterminado invariablemente ha generado fuga de capitales y devaluaciones. 

El endeudamiento en moneda extranjera por parte del sector público ha llevado, en varias ocasiones, al impago de obligaciones y al aislamiento de los mercados internacionales.

La situación de fragilidad que actualmente padece la economía argentina, manifestada diáfanamente en la necesidad de acudir a un cuantioso préstamo del FMI para hacer frente a sus compromisos fiscales, parece ser resultado, principalmente, de los desequilibrios gestados durante las administraciones previas, los cuales han sido difíciles de corregir.

En particular, de 2003 a 2015, las gestiones de los esposos Kirchner se vieron favorecidas por las cotizaciones internacionales de las materias primas, que impulsaron el crecimiento económico y las erogaciones gubernamentales.

Además, se reestatizaron algunas empresas, incluyendo el sistema de pensiones como alternativa al incremento de impuestos. Se aplicaron subsidios significativos a muchos bienes y servicios, y se decretaron aumentos de salarios y otros beneficios laborales.

Ante la caída de la inversión extranjera, se endurecieron las restricciones al comercio exterior y los controles cambiarios, lo que profundizó el mercado negro de divisas. 

En un intento por reprimir la inflación derivada de la expansión fiscal y monetaria, el gobierno interfirió en la agencia estatal de estadísticas para subestimar las cifras.

La actual administración ha buscado reducir de forma gradual las ineficiencias y ha aplicado una política monetaria restrictiva para hacer frente a la crisis de balanza de pagos. 

A pesar de ello, el peso argentino ha sido la moneda con el peor desempeño durante el presente año y la inflación es una de las más elevadas del mundo.

En resumen, lecciones económicas argentinas

📌 Argentina nos recuerda que la estabilidad financiera toma tiempo en construirse, pero puede desmoronarse con facilidad. Intentar ignorar las leyes económicas mediante políticas irresponsables genera retrocesos prolongados con grandes costos sobre las posibilidades de progreso.

Una idea de Samuel Gregg. Agradecemos al Acton Institute el amable permiso de publicación. El título original de la columna es Weeping For Argentina.

Lecciones económicas con lágrimas por Argentina

Hay países que son ricos y hay países que son pobres. Y hay países que son pobres que están creciendo. Y luego está Argentina.

Esta frase, atribuida al Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa del Perú, es quizá la más compacta descripción de lo que muchos consideran un caso académico de deterioro económico.

Quince años ya en el siglo XXI y en la trayectoria a las elecciones nacionales en octubre, no existe indicación de que Argentina cambie de curso en el corto plazo.

Eso se debe en parte a los problemas económicos aparentemente insolubles de Argentina que reflejan disfuncionalidades profundas en la política y la cultura que la mayoría de las élites de la nación —y, debe decirse, muchos argentinos comunes— tienen poco interés en enfrentar.

Lo primero que noté recientemente cuando di una conferencia en Argentina, fue el deterioro de las condiciones desde mi última visita en 2010.

El centro de Buenos Aires es una impresionante mezcla de Art Deco, de Barroco, del París del siglo XIX y colosales estilos coloniales junto a arquitectura moderna a menudo de sorprendente buen gusto.

Dentro de esas mismas calles, sin embargo, no es difícil observar el creciente número de mendigos, gente aturdida por el alcohol y drogas, prostitutas, gente viviendo en la calle durmiendo en portales y los muchos elegantes parques.

Más aún, una vez que se conduce unos pocos kilómetros fuera del centro de Buenos Aires, usted encuentra rápidamente poblados de casuchas en los que no entra la policía.

Tales contrastes son un común telón de fondo de la Argentina contemporánea. Otra disparidad se tiene, por un lado, entre la inflación rampante y el declive general de estándares de vida, y por el otro lado, la interminable retórica de «igualdad y justicia social» que gobierna el discurso público.

Efectos presidenciales

La realidad brutal es que doce años de las presidencias combinadas del fallecido Néstor Kirchner y su esposa Cristina Kirchner, y sus políticas económicas de izquierda populista han —en el nombre de promover gran igualdad económica y justicia social— ayudado a conducir a Argentina aún más a la decrepitud económica.

En 2013, el entonces presidente de Uruguay, José Mujica —un ex guerrillero que no es un conservador —etiquetó con desaprobación, como «autarquista» al enfoque argentino de la economía.

Estas políticas han incluido la nacionalización de grandes industrias, proteccionismo creciente, medidas para la sustitución de importaciones, continuas expansiones de regulaciones y el establecimiento del control de divisas.

La moneda

Dependiendo de con quien se hable en Argentina, existen al menos cinco tipos de cambio oficiales y no oficiales del peso argentino.

No sorprende que nadie esté ansioso de usar los tipos de cambio establecidos por el gobierno. La mayoría de la gente opta por lo que es llamado el «mercado azul».

Cuando pregunté porqué se usaba la palabra azul, se me dijo: «bueno, es una palabra más elegante que ‘negro’».

Corrupción

Está también la corrupción endémica que invade Argentina (por no mencionar a la mayoría de América Latina).

Si usted quiere entender la razón por la que el Papa Francisco ataca continuamente a la inequidad de la corrupción, considere el contexto económico primario que le es conocido.

El Foro Económico Mundial, 2014-2015, en su reporte de competitividad global colocó a Argentina en el lugar 139 del mundo (en una escala descendente de 144), en lo que se refiere a «ética y corrupción»; y 141 en «influencia indebida».

La corrupción está especialmente extendida en el poder judicial y la policía argentina, por no mencionar a los políticos, con la familia Kirchner siendo el único más prominente político acusado de involucración.

Mentiras oficiales

En un nivel más amplio, el FMI ha sostenido que el gobierno de Argentina ha estado mintiendo, durante años, acerca de las estadísticas de inflación y crecimiento.

Visto desde este punto, el ampliamente reportado asesinato del procurador Alberto Nisman coincide con un patrón más amplio que tarde o temprano se convierte en una característica de todos los regímenes populistas de izquierda, es decir, criminalidad sistemática.

Sin libertades

Estas son solamente algunas de las razones por las que Argentina fue recientemente colocada en el lugar 169 (de 178), en el Índice de Libertad Económica de 2015: justo cerca de modelos de rectitud económica como los dos Congos, Zimbabue, Corea del Norte y Venezuela.

Esto se traduce directamente en un pesado medio ambiente regulatorio para los negocios nacionales.

En el Índice de Facilidad Para Hacer Negocios de 2015, del Banco Mundial, Argentina se colocó en el sitio 124 (de 189) con un ranking aún peor (146) en la facilidad para iniciar un negocio.

Naturalmente las mismas condiciones detienen la inversión de compañías extranjeras.

En busca de culpables

Parte del guión de izquierda populista, cuando las cosas inevitablemente salen mal, es culpar a otros de sus problemas, especialmente a los extranjeros.

La lista particular de cocos del Kirchnerismo incluye a los fondos de cobertura, al FMI, a los Estados Unidos y a los intrigantes «neoliberales».

Kirchner también ha tratado de desviar la atención de los argentinos a los problemas económicos buscando —como la junta militar del General Galtieri en 1982— aumentar las tensiones con Gran Bretaña acerca de las islas Falkland.

Lección económica básica de Argentina: daño autoinflingido

Esto a su vez subraya un problema aún mayor en el cuerpo político de Argentina: la reticencia a conceder que los problemas argentinos han sido auto infligidos. Nadie hizo que el electorado argentino votara a favor de colocar en el poder en tres ocasiones a los Kirchner.

Ninguno fuera de Argentina forzó a la diarquía Kirchner a abrazar a la economía populista de izquierda. Nadie fuera de las fronteras de Argentina obliga a los argentinos involucrarse en la corrupción.

En lo que se refiere al clientelismo que infecta a Argentina de arriba hasta abajo, eso requiere dos partes: aquellos que usan al puesto público para ofrecer favores a cambio de votos, y aquellos que aceptan el patrocinio votando en concordancia.

Eso significa que millones de argentinos comunes son cómplices de prácticas que han envenenado a la economía nacional.

¿Qué hacer entonces?

Así, se me preguntó constantemente en Argentina lo que el país debía hacer. Con mayor frecuencia las preguntas tuvieron un prefacio con declaraciones de que Argentina necesitaba líderes fuertes para levantarse.

La verdad, sin embargo, es que Argentina no necesita más «grandes hombresÆ, menos aún un caudillo populista. Lo que Argentina necesita son reformas fundamentales de sus instituciones políticas legales y económicas.

Las instituciones argentinas están entre las más débiles del mundo, siendo colocadas en el lugar 137 de 144 en el antes mencionado reporte del Foro Económico Mundial.

Es más fácil decir que esta situación desastrosa debe rectificarse, que hacerlo en realidad. La transformación institucional es difícil, requiere paciencia y toma un largo tiempo.

En las democracias modernas en las que los votantes tienen una memoria corta y solo horizontes de corto plazo, esta es una gran petición muy demandante.

También significa el reconocimiento de que la disminución de la pobreza se debe menos a la redistribución que a instituciones propicias para el crecimiento económico estable.

📌 Es un continente que está casi tan obsesionado con la igualdad económica como el europeo occidental moderno, esto sería equivalente a una revolución intelectual.

En el caso de Argentina, estos cambios también significan enfrentar a dos figuras políticas ataviadas con un estatus seudoreligioso por muchos argentinos —Juan y Eva Perón— quienes no solamente contribuyeron importantemente al declive de largo plazo de la nación sino que también con urgencia necesitan su desdeificación.

Incluso hoy mismo, uno ve fotografías prominentes y monumentos bien mantenidos de los Perón promiscuamente desperdigados a través de ciudades y pueblos en Argentina.

¿Qué mejor manera para Argentina que distanciarse del populismo por medio de reconocimiento del mucho daño que los Perón infligieron al país — y que la demagogia al estilo peronista continua imponiéndose?

La escala del fracaso del Kirchernismo, por no mencionar su mera sordidez, ha creado quizá condiciones únicas para deshacerse del pasado. Pero el asunto real es si los argentinos ordinarios y sus líderes están dispuestos a realizar un salto mental cultural conforme se acercan las elecciones de octubre.

Fui repetidamente informado durante mi visita en Argentina que «cualquiera sería mejor que Cristina». Pero ¡ay!, las dificultades económicas son tales que se necesita mucho más allá de «Cristina no».

Lo que se requiere es un rechazo amplio formas enteras de pensar y hacer que están sostenidas en actitudes y prioridades aparentemente internalizadas en la retrógrada cultura económica de Argentina.

En este sentido, temo yo, el realismo sobre Argentina, parafraseando a un ex primer ministro de Israel, requiere creer en milagros.


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[Actualización última: 2023-07]