Esa habilidad adquirida por la experiencia para curar el optimismo exagerado y confiar en la división del poder. Y no solamente los gobernantes, también los ciudadanos que esperan demasiado de sus gobiernos. La virtud máxima de todo gobernante, la sensatez. En lo legislativo y en lo cotidiano.

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Introducción

Sin duda hablar de la prudencia tiene dos cualidades. Una es la complejidad de su definición. La otra es que cualquiera que esa definición sea, existe siempre una conexión espontánea entre la prudencia y el poder político.

Vista sencillamente como la capacidad de prever las consecuencias futuras de las acciones presentes, y hacer esto de manera sabia, no sorprende que la prudencia sea ligada rápidamente a los gobernantes.

El tema ha sido explorado en otras columnas, al examinar ideas de MandevilleSpencer y Landsburg. La prudencia, en estos casos, surge como una solución razonable: evitar en todo lo posible esos efectos indeseables provocados por medidas imprudentes.


📕 La idea presentada en esta carta fue encontrada en el capítulo dedicado a Aristóteles, escrito por Carnes Lord, que está en Strauss, Leo, Cropsey, Joseph, History of political philosophy. Chicago. University of Chicago Press, pp. 130-131.


📍 Este es el terreno de ideas como la complejidad social y sus consecuencias, gobernantes imperfectos y gobiernos imperfectos y romanticismo político.

La virtud máxima de todo gobernante, la sensatez

En la sección «Prudence, Statemanship, and Political Science» del capítulo dedicado a Aristóteles, Lord examina a la prudencia o sensatez dentro del pensamiento de filósofo, contenida esencialmente en la Ética a Nicómaco.

Se habla allí de la prudencia, es decir, de la sabiduría práctica, la sensatez.

Ella es, para el griego, la virtud propia de la deliberación, parte del raciocinio que elige calculando y seleccionando. Y tiene rasgos que la caracterizan.

Por un lado, es una virtud intelectual. Pero también es una parte o aspecto de la acción moral, la que no podría existir sin virtud moral. Se tienen por tanto, elementos que ayudan a entenderla.

Ella está sin duda relacionada con la virtud al mismo tiempo que combina elementos de deliberación, raciocinio y decisión. Elementos que hacen de la sensatez la virtud máxima de todo gobernante.

Entendiendo a la prudencia

Un tanto simplificada, la sensatez puede entenderse como una virtud a ser usada en el momento de tomar decisiones, para mejorarlas. Entendida como prudencia supone elementos: pensar, calcular, analizar, deliberar. No estaría lejos de ser un hábito muy deseable.

Más aún, la prudencia, continúa Lord, no debe ser confundida con otras cosas, como el ingenio, la agudeza, la astucia, la perspicacia, o la habilidad.

La sensatez no está destinada a ser un instrumento en busca del bien propio como tal, sino para disponer de los medios apropiados que son necesarios para alcanzar los fines que la virtud moral indica.

La aseveración introduce otro elemento, el moral y por eso, una evaluación inevitable de lo bueno y de lo malo, algo a lo que se oponen a las visiones actuales que exaltan la tolerancia absoluta de todas las ideas independientemente de sus méritos morales.

La sensatez, por eso, contiene un elemento esencial moral. No es la astucia que por medio de engaños, falsedades y apariencias ayuda a lograr objetivos personales.

Lo anterior implica, según el autor, que la sensatez tiene una combinación especial de elementos.

📌 Se ocupa de las virtudes morales, sí, pero no de la universalidad de las virtudes, sino de las circunstancias específicas en las que las virtudes son llevadas a la práctica. Una cualidad que hace de la prudencia o sensatez la máxima virtud posible de todo gobernante.

El punto esencial de la sensatez

📌 El punto es esencial para comprenderla. Ella reúne los detalles y situaciones particulares de una circunstancia concreta en la que son aplicados principios universales. No es un asunto teórico que estudia esos principios inmutables, sino uno pragmático que aplica esos principios a una situación específica y única.

Lo que a su vez implica otra conclusión, según Lord en su comentario sobre Aristóteles.

Es una cualidad que depende de la experiencia, razón por la que el griego hace notar que las personas jóvenes pueden ser muy hábiles en diversas materias, pero que por falta de experiencia en la vida no tienen una sesatez desarrollada.

Es otro punto esencial, muy similar al que hace Santo Tomás, señalando que la sensatez es una obra que toma toda la vida.

La exclusión de los jóvenes no es gratuita, sino lógica: hace falta haber vivido diferentes circunstancias y situaciones para entender las complicaciones de las consecuencias que una decisión puede tener.

Tipos de sensatez en política

La sensatez, en terrenos de la política, se muestra como la virtud por excelencia y máxima de todo gobernante.

El terreno político ella resulta muy ligada con la experiencia en ese campo. En la política, la prudencia del gobernante es de varios tipos.

Una es la legislativa. Otra es la de los asuntos de día a día, llena de circunstancias particulares y que a su vez se divide en deliberativa y judicial.

Es posible por tanto, según el autor, ver que Aristóteles dice que el gobernante combina en su función virtud moral con inteligencia práctica, experiencia y conocimiento del lugar que gobierna.

En la aplicación de la sensatez a los campos de la política, es natural que se repita la esencia de la prudencia, esa combinación de elementos y que tiene un fuerte contenido moral aunado a la experiencia y el conocimiento.

La unión de elementos, sin duda, es necesaria para un buen gobierno, uno que toma decisiones sensatas, definidas como deliberadas, que anticipan consecuencias. No son solo buenas intenciones.

Sensatez legal y sensatez cotidiana

Y esas decisiones prudentes son de diversos tipos.

Una es la de las leyes, lo que evoca la importancia que los legisladores tienen al decretar disposiciones sabias, sin efectos indeseables.

Otra es la de los casos concretos, la de los asuntos cotidianos, realizada por jueces y gobernantes.

Hay aquí un sabor a Bastiat y su noción de lo que se ve y lo que no se ve, y a la «mano invisible» de A. Smith. El sensato es quien es capaz de ver lo que no es fácilmente visible al resto y que lo puede hacer combinando conocimiento, experiencia y moral.

La sensatez, ese pesimismo prudente

La idea resulta subversiva. Ataca a la democracia y la adoración que ha recibido en nuestros días. Y destacan a la prudencia y la sensatez como la virtud mayor y máxima que debe tener todo gobernante.

Dos autores, una idea

Polibio, un historiador griego, hablando de Roma:

«El secreto, Polibio sugirió, descansa en una delicada relación de pesos y contrapesos entre cónsules, el senado y la gente, de manera que ni la monarquía, ni la aristocracia, ni la democracia dominan enteramente». Beard, Mary. 2015. SPQR: A History of Ancient Rome

No está mal eso de «una delicada relación de pesos y contrapesos» entre los poderes. Tiene sentido. Y no es todo, vayamos con Cicerón:

«Cicerón escribió acerca de cómo el estado estará mejor organizado y los tomadores de decisiones del siglo 18 leyeron y digirieron lo que él tuvo que decir. Su gran idea, que expresó sin descanso, era la de una constitución mixta o balanceada. No favoreció a la monarquía, a la oligarquía, ni la democracia, sino a una combinación de las tres». Everitt, A. Cicero: The Life and Times of Rome’s Greatest Politician. Mi traducción

Otra idea similar, esa de «una constitución mixta o balanceada. No favoreció a la monarquía, a la oligarquía, ni la democracia, sino a una combinación de las tres».

La idea en común es una de balance y equilibrio, de mezcla y combinación. Una amalgama de elementos que en su resultado final permiten armonías y contrapesos.

Un toque de pesimismo

Una especie de freno al optimismo irreal que solicita sensatez. Será difícil encontrar más prudencia y a la sensatez y mesura políticas en otras ideas, la máxima virtud de todo buen gobernante.

Entre quienes admiran sin límite a la democracia y juzgan que todo puede solucionarse con diálogos democráticos, esto caerá pesadamente.

Les está diciendo que calmen sus ímpetus y bríos optimistas. Pero lo mismo dice al resto, a los socialistas, a los liberales, en realidad a todos.

Piense usted en esta posibilidad romana. Los cónsules podían en tiempos de gran crisis y emergencia nombrar a un dictador con autoridad suprema y a quien no se le exigían cuentas. Con una salvedad, no más de seis meses en el poder.

La imagen de ese gobierno está bien explicada por el último autor citado: un jaleo desordenado de poderes de iguales que expulsaba a quienes acumularan demasiado poder.

Un gobierno lleno de pesos y contrapesos, y que sorprende que haya podido tomar decisiones. Lleno de discursos que podían durar horas y eran memorizados.

Detrás de esas ideas de un equilibrio sano de poderes gubernamentales se encierra una idea de prudente pesimismo. No confiar demasiado en quienes gobiernan. La confianza ilusa en ellos no produce buenos gobiernos.

Incluye a todos

No solo la sensatez es la virtud máxima de todo gobernante, también lo es de los ciudadanos.

Eso es como una cubeta de agua helada arrojada sobre los socialistas y su exagerados optimismo y confianza en las bondades y capacidades de los gobernantes.

Suelen ellos ser como infantes con ilusiones desmedidas y expectativas irreales sustentadas en una confianza ilimitada en los gobernantes a los que ven como ángeles.

Solamente cuando el electorado, en una sociedad democrática, lo quiere será, posible ese desbalance del poder. Cito a Polibio:

«Como la masa del pueblo es inconstante, apasionada e irreflexiva, y se halla además sujeta a deseos desenfrenados, es menester llenarla de temores para mantenerla en orden. La muchedumbre es fácil de guiar y puede ser movida por la más pequeña fuerza».

Cuando el electorado deja de ser prudentemente pesimista acerca de sus gobernantes es que el poder se desequilibrará y llegarán al poder gobernantes que para gobernar pedirán al ciudadano que renuncie a sus libertades. No con esas palabras, pero sí con esos efectos.

Conclusión: un campo descuidado

En política, la prudencia y la sensatez son la máxima virtud posible y no solo para todo gobernante. También lo es para los ciudadanos, a quienes conviene tener expectativas prudentes acerca de sus gobernantes. Es decir, a todos conviene una sensatez con cierta dosis de pesimismo.

A todo lo anterior se añade que hay dos tipos de actores en el conocimiento de las cuestiones políticas.

Sus practicantes, dice Aristóteles, no hablan ni escriben de estas cuestiones y tampoco capacitan a otros en ellas. Su éxito parece deberse más a su capacidad natural y experiencia que a conocimiento.

Los otros actores, los sofistas, en su mayor parte no suelen considerar estas cuestiones.

Es decir, hay un descuido de este campo y su estudio. Los estudiosos del tema lo hacen de lado y los gobernantes también, confiando en sus habilidades e instintos, pero no en sus conocimientos.

A lo que podría quizá añadirse el abandono de las cuestiones morales.


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