¿Por qué se pierde la razón? ¿Cuáles son las causas por las que se pierde la capacidad de pensar correctamente? Aquí hay razones de la razón perdida y pervertida y la renuncia a la inteligencia.

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Renuncia a la inteligencia

Se encuentra con cierta facilidad y es un aviso peligroso. Son demasiados los que renuncian al uso de su capacidad para pensar, de su inteligencia.

Por supuesto, los hay que se pierden en el relativismo creyendo que sus opiniones son verdades igual de válidas que las del resto. Pero hay otras maneras de perder la facultad de pensar. Otra manera de dejar de hacer filosofía, ese necesario deporte extremo que tanto molesta.

Una exploración de la razón pervertida, como se llama a este fenómeno, es la siguiente.

La razón perdida

📌 Es el fenómeno por el que una persona renuncia a su inteligencia, a su capacidad de razonar. No es que se haya vuelto loco, sino que voluntariamente ha decidido dejar de pensar. Una situación común por la que las habilidades del pensamiento se han olvidado intencionalmente y han sido sustituidas por la voluntad del poder.

Estas son las causas por las que se renuncia a la inteligencia, es decir, se pierde la razón y se deja de usar a la mente. En otras palabras, se suspende el hacer Filosofía: el hacer preguntas, el dudar, el ser escéptico, el cuestionar.

📌 El drama de la razón perdida es el natural. Renunciando al uso de la inteligencia propia se deja de realizar la humanidad propia. Siendo animales racionales, la potencia humana se realiza usando a la razón. Renunciar a ella causa problemas humanos.

Causas obvias de la renuncia a la inteligencia

Relativismo

Ya fue mencionada antes. El relativismo, como efecto colateral inevitable, hace a la razón de lado porque presupone que cada persona tiene «su verdad». Cuando existe esa situación no tiene sentido tratar de pensar y argumentar para encontrar a la verdad.

Ideología

Cuando se toma a una ideología como una verdad incuestionable, no tiene caso usar a la razón. Todo lo que es necesario hacer es buscar la explicación ideológica y tomar como verdad la explicación que ella ofrece. Las explicaciones universales que ofrece la ideología aceptada son suficientes para responder a todo.

Ignorancia intencional

Esto es otro acto voluntario por el que la persona decide no adquirir conocimientos que ella percibe que alterarán su modo de pensar presente. Prefiere mantener su ignorancia actual para así conservar sus juicios y prejuicios, y defender su derecho a tener opiniones sin la obligación de saber.

¿Por qué se pierde la razón?

Hay otras posibles causas de la renuncia voluntaria a la razón, adicionales a las tres anteriores. Insisto en que no se trata de casos de locura ni enfermedades mentales, sino de ocasiones en las que la persona decide dejar de pensar.

Los seis tipos de razón perdida que siguen los tomé de la obra de Budziszewski, J. (1997). Written on the Heart: The Case for Natural Law y provienen del pensamiento de Santo Tomás de Aquino (InterVarsity Press, pp. 72 y 73). Sobre ellos las reflexiones son mías.

1. Motivos personales

La perversión de la razón por motivos pasionales: es el caso de quien que es cegado por algún suceso fuerte, como la muerte de un familiar o la traición del esposo. El caso clásico es el del que mata al mensajero de muy malas noticias.

Tienen aquí cabida las emociones exaltadas. Es el sentimentalismo convertido en obstáculo al uso de la razón y que da rienda suelta a opiniones, decisiones y juicios sin conocimiento ni lógica.

2. Hábitos malos

Se trata de una perversión de la razón por la adquisición gradual de costumbres malas. El caso que leí es el del uso de pornografía que puede comenzar poco a poco hasta convertirse en un hábito.

Quizá lo mismo puede decirse del beber en exceso, o el de robar primero un lápiz de la oficina y luego otras cosas.

Son hábitos convertidos en impedimentos a la inteligencia produciendo su renuncia. Un caso claro es el de la pereza que rechaza el esfuerzo de pensar o buscar información. El mal hábito de evitar temas trascendentes de discusión, por ejemplo, orienta las conversaciones a asuntos triviales.

4. Naturaleza propia

Es la disposición mala de nuestra propia naturaleza. Hace referencia a la imperfección humana, inclinada naturalmente a la adopción de conductas opuestas a nuestro bien. Es el caso de, por ejemplo, el adicto a alguna substancia o a algún tipo de acto, que puede refrenar, pero que termina aceptando.

Es una aceptación general de la imposibilidad de perfección en los humanos, sujetos todos a defectos, errores, malos hábitos, vicios y errores. No es una consideración pesimista, sino realista.

5. Hábito generalizado

Es la que se tiene cuando algún hábito malo es común, como el de la corrupción en un gobierno, y por ello se acaba aceptándola como algo normal, sin pensar mucho en ella.

Esto hace referencia a costumbres o conductas comunes y generalizadas que se convierten en frenos al uso de la razón, incluyendo presiones sociales como la corrección política.

6. La persuasión malévola

Su esencia está en encontrar razonamientos mal hechos que llevan a justificar acciones reprobables. Un caso es el de la compra de discos pirata, que se justifica pensado que ya de por sí los artistas ganan mucho. O el de alterar los medidores de electricidad, pensando que así se explota a los explotadores.

Es el uso de razonamientos equivocados y falacias que buscan perder a la razón en medio de engaños de apariencia lógica.

Filosofía y razón

La razón, la capacidad de pensar, es el medio que los humanos tenemos para conocer nuestro mundo, la realidad que nos rodea, y a nosotros mismos. No tenemos más herramientas que esa. Dejar de usarla es igual a dejar de saber, de conocer y, por tanto, de mejorar.

📌 Por eso precisamente es importante examinar las razones por las que la razón y la inteligencia son puestas de lado. Esto lleva al otro extremo del tema, el del exceso de confianza en la razón.

¿Cuánta razón o inteligencia es bueno?

El otro síndrome, el de las personas que confían demasiado en la razón a la que consideran infalible y fuente única del saber. Estas personas pueden caer en dos posiciones.

La más conocida es la de quienes hacen de lado a todo lo que no es racional y quieren reemplazarlo con lo que ellas consideran racional. Un caso clásico es el del Marxismo, otro es el del Positivismo y, en general, el de todos esos planes románticos de construcción de una sociedad perfecta.

La otra posición es la de quienes terminan renunciando a la razón del todo, considerándola un mal que debe ser evitado. Estas personas adoptan otra especie de romanticismo alocado en el que solo caben los sentimientos y las emociones, a los que consideran el bien supremo.

La razón, nuestra capacidad de pensar, está ligado a nuestra libertad y capacidad de decidir y hacer. Sin razón no podríamos ser realmente libres.

Pero más aún, si Dios nos hizo seres racionales y nos dio esa capacidad, renunciar a ella me parece es perder nuestra naturaleza divina. De lo único que debemos estar conscientes es de que podemos errar, de que somos imperfectos.

Por eso pienso que el corazón de la educación, de la real educación, debe estar centrado en enseñar a pensar y a razonar, más que a aprender información de memoria o, peor aún, ser adoctrinados en las teorías políticamente correctas del momento.

Un buen alumno es al final de cuentas, uno que sabe pensar y razonar con una actitud humilde y de curiosidad intelectual. Es el que usa a la Filosofía, ese deporte extremo que es tan necesario.

📍 El tema hace pensar en la curiosidad intelectual, el sesgo de la verdad y las diferencias entre casualidad, causalidad y correlación. Más la tesis de que no se trata de ganar discusiones y la propuesta de recordar lo obvio y evidente.


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