¿Es la verdad una realidad inmutable o una simple opinión? Las cuatro posturas que definen nuestra relación con la verdad —desde la fe inquebrantable hasta el relativismo absoluto— y cómo esta concepción moldea nuestra sociedad, nuestra educación y hasta nuestra capacidad de asombro.
Tabla de contenidos
En breve
La verdad es aquello que es real e independiente de nuestra voluntad, pero se enfrenta a diversas posturas.
Algunos creen que existe y puede conocerse, mientras que otros, los escépticos, dudan de nuestra capacidad para hallarla. Los relativistas van más allá, negando su existencia objetiva y afirmando que es meramente subjetiva. Finalmente, los pragmáticos solo aceptan lo que produce resultados observables.
Esta diversidad de enfoques influye profundamente en la sociedad y la educación. La pérdida de la capacidad de asombro y la proliferación de ideologías y prejuicios obstaculizan la búsqueda de la verdad.
Una educación que no priorice la enseñanza de lo verdadero corre el riesgo de caer en el adoctrinamiento, socavando el pensamiento crítico y la coherencia social.
18 minutos
Introducción
El problema es difícil. Ante él pueden adoptarse posturas distintas. Actitudes diferentes frente a la verdad, eso que es real, existe y es independiente de nuestra voluntad.
Imagine usted una discusión de religión entre dos personas. Una propone que Dios no existe, la otra piensa que sí existe. Obviamente una de las dos tiene la razón. Una de ellas está diciendo la verdad. Discuten y eso llama la atención de otras personas que las observan.
📍 El tema de las diferentes opiniones que se tienen ante el concepto de verdad lleva de inmediato a asuntos como agnosticismo y escepticismo, multiculturalismo y subjetivismo moral. Así como a las mentalidades de la mente abierta y de quien asegura que es totalmente cierto que no hay verdades.
Posturas frente a la verdad
Lo fascinante está en lo que piensan quienes discuten y esos observadores.
1. La verdad existe
Los que discuten sobre la existencia de Dios obviamente tienen la idea de que la verdad existe y que puede ser conocida, aunque crean dos cosas opuestas. Esta es una de las cuatro posturas posibles de cara a la verdad.
📌 La suposición es doble. Por un lado, la verdad existe y, por el otro, ella puede conocerse, o al menos estar cerca de ella.
2. La posición del escepticismo
Pero los que les escuchan pueden adoptar posturas interesantes. Una de ellas es la del escéptico. Piensa este que no podemos realmente saber si alguno de esos dos que discuten están diciendo la verdad.
Muestra una actitud de capacidad insuficiente para dar la razón a alguno de los dos que discuten sobre si Dios existe, o cualquier otro tema. Es una posición general de incredulidad:
«El escepticismo es la corriente filosófica que expresa la duda en la posibilidad de un conocimiento veraz, de la verdad objetiva. Los escépticos elevan la duda al nivel de un principio; ante cada objeto, dicen, son admisibles dos opiniones que se excluyen mutuamente: la afirmación y la negación, y por eso nuestros conocimientos acerca de las cosas no son veraces». filosofia.org
Consecuentemente concluye que la discusión es irrelevante, una pérdida de tiempo. Pero esto muestra una postura difícil de defender.
⚠️ Si efectivamente se sabe cómo calcular la resistencia de materiales, el escéptico no puede alegar del todo que es imposible conocer la verdad. Lo único que podría alegar es que en algunos terrenos aún no se tiene con certeza razonable.
3. La posición del relativismo
Otro de los que escuchan la discusión entre el ateo y el religioso toma la postura del relativista.
Como el escéptico, el relativista piensa que quienes discuten están perdiendo su tiempo porque la verdad no existe. Cada persona cree en ciertas cosas y eso es todo, no hay nada más qué decir.
📌 Es distinta a la postura frente a la verdad del escéptico, el que alega que no tenemos la capacidad de conocerla. El relativista es más atrevido y afirma que la verdad simplemente no existe de manera objetiva, que ella depende de las personas, los tiempos y los lugares.
El relativista tiene un problema serio, el afirmar que no importa cómo se calculen los pesos de los aviones porque de cualquier forma todos volarán.
4. La posición pragmática
La cuarta postura frente a la verdad es la de las personas que escuchan la discusión puede tomar otra actitud, distinta a la del escéptico y a la del relativista.
Es la posición del pragmático es la de creer solo en lo que tiene resultados que pueden verse. Todo el énfasis está en la acción visible. Esta persona solo cree en lo que puede ver, o cuyos resultados puede sentir.
No es que niegue la verdad, sino es que la limita al terreno de lo que puede constatarse al estilo de un laboratorio. Este hombre puede moverse con tranquilidad en cuestiones prácticas, como comprobar cálculos de resistencia de materiales, pero fuera de allí comienzan sus problemas.
Resumen hasta aquí
Consecuentemente, tenemos cuatro posturas ante la verdad, las que he tomado del libro de Adler, M. J. y Weismann, M., How to think about the great ideas (2000 Chicago: Open Court).
Creer que:
- La verdad existe y puede ser conocida.
- Ella existe pero no podemos conocerla.
- La verdad no existe.
- Creer solo en la verdad que puede verse.
¿Qué haría cada uno siendo un detective?
Supongo que puede ayudar a entender mejor estas cuatro posturas frente a la verdad, el llevar esas actitudes a casos concretos, por ejemplo, el de un detective que investiga un robo y pretende arrestar a los culpables.
- Un detective que cree en la verdad y la posibilidad de conocerla, estudiará el caso y determinará las pruebas que acusen al culpable.
- Uno escéptico se dará por vencido antes de empezar su investigación, diciendo que nadie tiene la capacidad para encontrar al culpable.
- El relativista dirá que no hay ni siquiera la verdad de un robo, ni de un culpable. Detendrá la investigación, la que no tiene sentido, y que cada quien piense que el culpable sea el que sea.
- El detective pragmático, en cambio, se moverá como pez en el agua, buscado pruebas innegables de culpabilidad. Pero en la discusión sobre Dios, simplemente se hará para atrás porque no hay manera científica de probar nada.
📌 Una variable vital
El asombro ante la verdad
¿Qué es asombro? Algo simple, en apariencia y un elemento vital frente a la verdad.
No es difícil definir asombro, una sensación de gran sorpresa, una vivencia de estupefacción ante lo no esperado, frente a lo impensado. El deslumbramiento que se tiene al descubrir algo. Y la verdad es usualmente algo que produce asombro
Más aún, el asombro se conecta con la niñez:
«Los niños llegan al mundo con una inmensa capacidad de asombro y los adultos nos encargamos de suprimirla a través del tedioso recorrido por el sistema educativo. Y […] el desinterés general en aprovechar la disposición de la primera infancia hacia las preguntas […]». elespectador.com
Y, obviamente se pierde al crecer:
«Pasando los años no somos capaces de asombrarnos de nada, todo nos parece “evidente”: el encender la luz desde un interruptor, abrir la llave y ver correr el agua, despertarnos y ver la luz; salvo cuando algo nos falta». comc4.wordpress.com
Asombro y verdad
El asombro suele conectarse con lo que produce, bien visto, un suceso cualquiera, como presenciar una puesta de sol, ver Las meninas, escuchar a un ruiseñor, o una sinfonía de Beethoven.
El asombro está ligado a la idea de descubrimiento, siendo la verdad eso que lo produce. Ese descubrimiento no un hecho científico necesariamente, como el descubrimiento de la penicilina, sino un acto personal.
Es el darse cuenta por uno mismo de una verdad descuidada, de la que ahora se tiene conciencia. Es como una tríada que va de verdad a descubrimiento a asombro.
La queja acostumbrada
El lamento usual: hemos perdido la capacidad de asombro, como el de maravillarnos ante un apagador eléctrico. Sin embargo, hay algo más sutil en el fondo de esa pérdida de capacidad de asombro y que en realidad no es tal.
Lo que se ha abandonado es ese punto intermedio entre asombro y verdad, el descubrimiento. Es decir, la voluntad de pensar o reflexionar que lleva al descubrimiento, al asombro final ante la verdad.
Es el ponerse a pensar lo que se ha perdido, abandonar el hábito de preguntar y cuestionar, en otras palabras, de hacer filosofía.
📌 Por ejemplo, no es que no nos deba asombrar ver una puesta de sol entre las montañas, eso debe suceder bajo ciertas circunstancias, lo que falta es el asombro ante las cosas que se dan como dadas, como la propia vida. En otras palabras, asombro frente a lo intangible, lo espiritual, lo sagrado.
Es cuando se deja de ser intelectualmente curioso que se pierde el asombro ante la verdad. Eso es lo que produce el hacer de lado a la costumbre de ponerse a pensar, de intentar ser perspicaz.
Pero hay otra forma de perder el sentido de asombro y ese es el suponer que la verdad no existe. Sin verdad, no hay posibilidad de asombro. Eso lleva a examinar una posibilidad.
¿Qué sucedería si no existiese la idea de la verdad?
Un reto a la imaginación. ¿Cómo sería el mundo si no tuviéramos en nuestra mente el concepto de la verdad?
Tiene utilidad pensar en ese mundo sin verdad porque, al fin de cuentas, eso es lo que muchos piden. Los que dicen que todo es relativo, que cada persona tiene su verdad, que no hay posibilidad de saber la verdad.
Un ejercicio de imaginación que describe la letra de una nación
«El principio y el final. Los de mal y los de bien. Más arriba cuál de cuál. Más abajo quién de quién. El derecho y el revés. Lo prohibido y lo legal. […] Todo es relativo. Todo lo que ves. Lo profundo y lo banal, lo real y la ilusión. […] Lo perfecto y lo anormal. La locura y la razón. Lo correcto y lo inmoral». Tabaré Cardozo.
Con relativismo y sin verdad
Poca confusión puede haber en ese reclamo de que todo es relativo. Son lo mismo la locura y la razón, lo correcto y lo inmoral. Ahora es momento de especular qué tipo de mundo se tendría si no existiera el concepto de lo verdadero.
Un filósofo contemporáneo ha hecho la tarea por nosotros, partiendo de un ejemplo muy simple:
«Imagínese tratando de aprender francés en una sociedad de franceses monolingües, sin suponer que, en general, pretenden hablar con sinceridad. Por supuesto, no todo lo que decimos es cierto: a veces cometemos errores, a veces decimos mentiras o verdades a medias. Pero sin el concepto de verdad y su posición soberana en nuestro discurso, no podríamos decir mentiras; tampoco podríamos tener el concepto de un error». Scruton, Roger. An Intelligent Person’s Guide to Philosophy (p. 28). Penguin Publishing Group. Kindle Edition.
En un mundo en el que no existiera la verdad, por ejemplo, no se podría aprender otro idioma, ni matemáticas (la raíz cuadrada de 144 variaría). No podría decirse que un cierto gobernante ha mentido, ni que se ha cometido una equivocación en un estado financiero.
La comunicación entre las personas sería nada más que un lanzamiento de palabras sin significado. No podríamos estar de acuerdo con nadie, tampoco en desacuerdo. Perdería todo significado, el significado que se encuentra en esa concepto de verdad. Nada tendría validez, ni significado. Tampoco habría posibilidad de asombro.
No sería un mundo agradable ese en el que no existiera sorpresa ante la verdad.

Enseñar la verdad
Piense usted en esta posibilidad. Sabemos que es verdad que 2+2=4. Es una verdad innegable. Eso nos lleva a la pregunta de si se tiene derecho a decir y enseñar que eso es mentira, proponiendo que 2+2=6. El problema es obvio. ¿Se tiene derecho a enseñar en una escuela, por ejemplo, que 3+3=4?
Cualquier persona razonable contestará que no. Que no existe ese derecho a enseñar una mentira. Y si acaso se enseña, la mayoría verá eso como algo excéntrico e indebido.
El principio normativo máximo de la educación es sencillo: ella debe enseñar la verdad. Hacer lo contrario sería absurdo, peor aún, negativo y de consecuencias funestas.
Educación real
La cuestión no parece tener complicaciones serias. La educación debe enseñar la verdad y no la falsedad. En un salón de clases, el curso debe mostrar al alumno que 2+5=8. Enseñar otra cosa sería indebido.
Lo anterior es más comprensible en las ciencias que aceptan mediciones, experimentos y comprobaciones. Los métodos para calcular la resistencia de materiales, las reacciones químicas, las leyes físicas y asuntos similares no presentan gran dificultad para aceptar eso. Las leyes de los gases son conocidas y se enseñan tomándolas como reales y verdaderas.
Los avances de estas ciencias se enseñan, incluyendo las distintas teorías y explicaciones, pero siempre con la idea de buscar comprobaciones demostrables. Entre las más celebradas demostraciones se encuentra la de A. Einstein.
«El eclipse total solar de 1919 permitió a los científicos británicos confirmar las predicciones del joven científico alemán Albert Einstein sobre como la luz se comporta en relación a la gravedad». bbc.com
Incluso con teorías y explicaciones opuestas o distintas, es posible enseñar la verdad a la luz de su ajuste con la realidad, educando en la necesidad de su poder para entender a la realidad externa.
Ciencias sociales: sus complicaciones
La sencillez con la que puede admitirse la idea de enseñar la verdad disminuye notablemente en ciencias cuyo objeto de estudio es la conducta humana, notablemente en áreas como la Economía.
Esta dificultad se debe a la facilidad con la que ellas son sujetas a preconcepciones, prejuicios e ideologías que tienden a retirarles su naturaleza descriptiva y asignarles un carácter normativo. Por ejemplo, en los casos de ideas como economía solidaria, haciendo de lado la real materia de la Economía.
Más complicaciones presentan áreas como la Filosofía, incluyendo sus campos de Ética, en los que también entra en juego la mentalidad relativista y el posmodernismo.
La consecuencia es la inevitable. Ya no puede aplicarse en estos terrenos, sin dudas, la norma de enseñar la verdad. Ella se ha puesto en duda y la solución general es presuponer que no existe la verdad, ni en Economía, ni en otras disciplinas similares. Por ejemplo, se descartan principios tan razonables de leyes económicas de oferta y demanda. Incluso se han propuesto ideas alocadas, como la «ciencia neoliberal», que es reprobable.
Instrucción religiosa
En cuanto a los asuntos religiosos, ellos han encontrado una solución razonable en la idea de la libertad religiosa. Cada persona es libre de creer o no en una religión y ellas pueden o no enseñarse en clases dependiendo de las decisiones personales. Es un principio sano de laicismo.
Tome el lector una religión, la que sea, y verá que ella piensa que posee la verdad. No tendría sentido una religión que no creyera eso. ¿Qué hace esa iglesia que está segura de ser depositaria de la verdad? No hay una respuesta única. Quizá se mueva entre dos extremos.
👎 Implantar el derecho de la verdad: creer que no existe el derecho a enseñar una mentira y que, por lo tanto, toda educación en un país deba ser hecha conforme a esa única religión. No solo la educación, sino las leyes, las costumbres, la cultura, todo.
👍 Implantar el derecho de la persona: creer que es la persona la que por sí misma sigue su conciencia y puede seleccionar alternativas erróneas, pero también puede seleccionar la verdad, es decir, esa religión.
El asunto ha sido explicado así:
«El planteamiento ya no se centra en el ‘derecho de la verdad’, sino en el derecho de la persona a seguir la propia conciencia en materia de práctica religiosa, libremente y sin injerencia ni coerción del Estado, aun en el caso de que, desde el punto de vista de la verdad religiosa, su conciencia sea errónea». Rhonheimer, M. (2009). Cristianismo y laicidad: historia y actualidad de una relación compleja. Ediciones Rialp, S.A.
Lo anterior ayuda a examinar el significado y las complicaciones de incorporar a la verdad en la educación. Algo que puede explicarse según la clasificación hecha antes.
Ciencias exactas o experimentales
En este campo es donde más clara se entiende la idea de enseñar la verdad, entendida como la concordancia entre la realidad y la idea percibida de ella. Las leyes de la Química ilustran la imposibilidad de enseñar lo que es falso. La curiosidad disciplinada, sin embargo, podrá hacer adelantos que mejoren y refinen los conocimientos.
Ciencias sociales
Este campo abre la puerta a influencias que alteran la norma de instruir en la verdad. No siendo terrenos en los que hay fácil medición y experimentación, entran en ellos las posibilidades de abandonar a la razón y de dejar entrar a ideas preconcebidas que distorsionan la comprensión de la realidad. Incluso de negar la verdad.
Se tienen aquí enfrentamientos entre las intenciones científicas de describir a la realidad y los deseos de construir un mundo mejor sin atender a la realidad. Es especialmente notable la inclinación de las ideologías a acomodar a la realidad a sus prejuicios, sin atender el funcionamiento real de la verdad.
De prestan estas ciencias a ser medios de instrucción sesgada y distorsionada, alejada de la realidad. Es la sustitución de la descripción de la realidad con la creencia arraigada de cómo debería ser. Como si se tratase de negar la ley de la gravitación universal porque las personas no merecen dañarse al caer por las escaleras.
Más que en el campo anterior, es común encontrar aquí frenos al uso de la razón y la lógica. Donde son frecuentes las falacias y los diálogos fracasan con frecuencia. Entran aquí conceptos que alteran el encuentro de la verdad, como la tolerancia, el multiculturalismo, el relativismo cultural y los conflictos institucionalizados.
Donde debería mantenerse el uso de la razón disciplinada entra la emotividad, el optimismo irreal y las buenas intenciones. Más el contagio de la creencia que los métodos democráticos son una solución universal.
El riesgo de una instrucción educativa con fines de adoctrinamiento es enorme y real. La educación puede llegar a ser dominada por comunidades que buscan más adoctrinar al alumno que enseñarle la verdad. También es el caso de la censura progresista universitaria.
Educación moral y religiosa
En esta área de instrucción, pueden distinguirse dos campos. Uno es el de la educación religiosa, ya tratada antes. El otro es el de la Moral y la Ética usando medios racionales. Los dos se combinan en un «supernova espiritual» de opciones múltiples que es dejado a la decisión personal de un código á la carte.
Como en el caso anterior, aquí se tiene el riesgo de adoctrinamiento indebido. Por ejemplo, el acomodado a la conveniencia de un gobierno, o a la ideología de un grupo de presión.

Conclusión
La verdad, definida como aquello que es real e independiente de nuestra voluntad, genera diversas posturas que impactan profundamente en la sociedad y la educación. El autor explora cuatro actitudes fundamentales:
- La verdad existe y puede ser conocida: Es la creencia de que la realidad es cognoscible, aunque el conocimiento pueda ser imperfecto. Quienes sostienen esta postura buscan la verdad y sus evidencias.
- Escepticismo: Esta postura duda de la capacidad humana para conocer la verdad de manera veraz y objetiva. El escéptico considera que, ante cualquier cuestión, existen opiniones mutuamente excluyentes, haciendo inútil la búsqueda de un conocimiento cierto.
- Relativismo: Más radical que el escepticismo, el relativismo niega la existencia de una verdad objetiva. Afirma que la verdad es subjetiva y depende de la persona, el tiempo o el lugar, lo que lleva a considerar que todas las opiniones son igualmente válidas y que no hay un criterio superior de juicio.
- Pragmatismo: Esta postura limita la verdad a aquello que produce resultados observables o que puede ser verificado empíricamente. Aunque no niega la existencia de la verdad, restringe su alcance a lo práctico y demostrable.
Estas cuatro posturas se ilustran con el ejemplo de un detective investigando un robo: el creyente en la verdad buscará al culpable; el escéptico se rendirá; el relativista negará la existencia de un culpable objetivo; y el pragmático buscará pruebas innegables.
La columna también enfatiza la pérdida de la capacidad de asombro como un factor que dificulta el encuentro con la verdad. Esta pérdida no es una incapacidad de maravillarse, sino una falta de voluntad para pensar, preguntar y filosofar, especialmente sobre aquello que se da por sentado o lo intangible. Si se abandona la idea de la verdad, el asombro desaparece.
Un mundo sin el concepto de verdad sería caótico. La comunicación carecería de significado, no podríamos aprender, ni juzgar la veracidad de afirmaciones o acciones (como las de un gobernante). La verdad es esencial para el significado y la coherencia de la existencia.
En cuanto a la educación, su principio normativo máximo es enseñar la verdad. Esto es más evidente en las ciencias exactas, donde la verificación y experimentación permiten un conocimiento objetivo.
Sin embargo, en las ciencias sociales, la influencia de prejuicios e ideologías dificulta esta tarea, a menudo llevando a la negación de principios fundamentales y al adoctrinamiento. En el ámbito moral y religioso, la discusión se centra en el «derecho de la persona» a seguir su conciencia frente al «derecho de la verdad» de una institución.
En definitiva, la columna subraya la vital importancia de reconocer la existencia de la verdad, cultivando la razón y la capacidad de asombro, para evitar caer en el relativismo y garantizar una educación que realmente forme individuos capaces de comprender y navegar la complejidad del mundo.
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