Contrario a lo que suponen algunos, gobernar es complicado, muy complicado. Va mucho más allá de creer que el gobernante es responsable de la felicidad de los ciudadanos. Más allá de emitir leyes y dar órdenes. Gobernar no es fácil porque requiere comprender que solo deben hacerse unas pocas cosas, pero hacerlas bien.

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Introducción

Ha sido dicho que «gobernar es fácil y sencillo». ¿Lo es? Difícilmente. El gobierno de personas iguales es, por el contrario, algo de tremenda dificultad. Y lo es, en gran parte, porque cuesta mucho entender la real responsabilidad del gobernante, siempre tentado a creerse a sí mismo un mesías responsable de hacer felices a sus ciudadanos.

📌 La idea propuesta en esta columna: gobernar es arduo y complejo en sí mismo, y la tarea la complica el gobernante que no acepta que él es otro simple ser humano no mejor que el resto.

La historia del adivino

Todo comienza en una plaza pública, hace muchos años, por la tarde, en un día de mercado. Reunidos estaban allí gran cantidad de comerciantes que ofrecían todo género de mercancías a gente de la ciudad y sus alrededores.

Entre los puestos y tiendas allí establecidos, uno de ellos se distinguía del resto. Era uno en el que no se ofrecían mercancías, sino un servicio muy particular. El de un mago o vidente, alguien que decía a otros lo que el destino les deparaba. Y no le iba mal. Con el tiempo, el adivino había logrado una pequeña fortuna que le permitía vivir con comodidad.

Ya cerca de la hora en la que los comerciantes hacían preparativos para cerrar sus tiendas ambulantes, un cierto día, se escuchó una gran conmoción. Un par de personas entraron a la plaza gritando, «¡Le han robado su casa al adivino, le han robado su casa!»

Siguieron gritando hasta que llegaron frente al adivino y le narraron los  acontecimientos: poco después de salir hacia el mercado, unos individuos debieron llegar a la casa del mago, e introduciéndose por el techo, entraron en ella, logrando salir con un gran botín. Los vieron varios niños que jugaban en la calle y que avisaron a sus padres.

Alarmado con tal noticia, el mago encargó la tienda a su mujer y salió corriendo entre la gente, gritando, «¡Me han robado, me han robado!»

Llegó así hasta su casa, pero antes de entrar en ella, uno de sus vecinos le dijo, «¡Oh, gran mago, que presumes de poder ver todo, de decir al incauto la suerte que el futuro le tiene preparado, que crees poder ver más allá del tiempo, ¿cómo es que no has podido antes de salir ver lo que este día te tenía preparado?»

Detrás de la historia

Así termina una de las fábulas de Esopo, dejando al lector el obtener su propia moraleja. En ella llama la atención un elemento de la historia que siempre pasa relativamente desapercibido: la forma en la que el mago logró su fortuna. Llevaba tiempo haciendo eso de decir a otros su futuro y, claramente, había sido exitoso.

Sus servicios tenían demanda. Podemos inferir que quizá no todos creían en lo que el mago hacía, como su vecino, pero sí tenía sus clientes. Es decir, había personas que consideraban que era preferible escuchar lo que el adivino les pronosticaba que tener unas monedas en su bolsa. Y el mago prefería las monedas a quedarse sin decirle el futuro a nadie.

Podemos tachar de tontos e inocentes a los clientes del mago y tendremos razón. Hasta podemos calificar como un engaño lo que el mago hacía. Y, sin embargo, ni el cliente ni el mago terminaban lastimados. Los clientes descontentos, no regresaban. Otros quizá iban a él como un modo de pasar el tiempo y reírse un rato. Seguramente otros más lo tomaban en serio.


«El hábito de dar órdenes sin freno inculca una cierta altivez que vuelve a los hombres impacientes ante la oposición e irritables al ver obstáculos a su voluntad».

— Alexis de Tocqueville

Gobernar es fácil

Si en la ciudad hubiese habido un gobernante hiper-activo, como los de nuestros días, seguramente habría prohibido el trabajo del mago, el que se habría escondido en su casa y recibido allí a sus clientes. Para este político, gobernar es fácil: basta con meterse en la vida de las personas suponiendo que él sabe más que ellas.

No medita, no piensa, no reflexiona. Gobernar es fácil en su pequeña mente. Ve al mago y juzga que engaña a los ciudadanos, por tanto, debe prohibirse ese negocio. No diferente a creer que las bebidas fuertes producen daños y que deben prohibirse como también, el fumar en bares y restaurantes.

Esta es la simplicidad artificial en la mente de quien piensa que gobernar es fácil. Todo lo que hay que hacer, razona, es reemplazar a las decisiones individuales de la gente con las instrucciones personales del gobernante. «Yo sé más que el resto, por eso deben seguir mis órdenes y así serán felices», dice quien cree que gobernar es fácil.

«El presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró este jueves que a los casi seis primeros meses de su administración, la tarea de desempeñar el cargo de presidente ha sido fácil. ‘Sí, fácil porque, además no quiero presumir, porque hasta podría decirlo de otra manera, pero no hay ningún problema. Cuando hay honestidad se puede todo’, dijo cuando se le preguntó si se le ha hecho fácil gobernar». elfinanciero.com.mx.

No, gobernar no es fácil, todo lo contrario

Pero, el gobernante sabio de esa ciudad dejaba que la gente por sí misma decidiera lo que ella quería comprar, así fuese pronósticos del futuro, o demasiadas telas.

De todo lo que al gobernante preocupaba era que compradores y vendedores cumplieran sus acuerdos. El precio no le interesaba controlar, porque al final de cuentas, no hay mejor juez del precio que aquel de cuyo bolsillo salen las monedas con las que paga. Esopo no hace referencia a ese gobernante, pero me lo imagino. Debió ser un buen tipo.

📌 Esto es lo que hace que gobernar sea aún más arduo y problemático. Va contra la vanidad personal, contra el sentirse superior. Significa ser humilde y verse como un igual entre todos. Ni más inteligente, ni mejor. Aceptar esto es lo que hace que gobernar sea muy complicado. ¡Imagine encontrar a un gobernante que acepte no saber más que el resto!

La explicación

La historia del mago al que robaron su casa sirvió para proponer una idea, la de que gobernar es trabajoso y delicado, mucho más complicado de lo que se cree. Se ponen frente a frente dos creencias acerca de cómo gobernar.

👎 Gobernar es fácil. Esta mentalidad hace creer al gobernante que él sabe lo suficiente como para sustituir a las decisiones de los particulares con las suyas. Es una posición de soberbia.

Gobernar, para quien piense esto, es simple. Basta emitir leyes y órdenes que los ciudadanos deben obedecer. Eso será suficiente para gobernar bien. El gobernante, entonces, da instrucciones a las personas acerca de los precios, del comercio con otros países, de lo que pueden comer o beber, de lo que deben ahorrar, de lo que deben poseer y así, todo lo que proponga el político.

📌 La paradoja es que pensando que gobernar no tiene dificultad, ello se convierte en algo complicado y enrevesado porque la sociedad es una entidad muy compleja. Tratar de regularla a modo personal lleva a efectos no intencionales que producen más problemas más intrincados.

👍 Gobernar es difícil. Esta es la mentalidad correcta y consiste en aceptar que no es posible sustituir a las decisiones personales de las personas con las del gobernante.

La pregunta surge de inmediato. ¿Cuál es la razón por la que gobernar es un arte difícil? La respuesta es directa. Porque nada hay más trabajoso para un gobernante que aceptar que él no lo sabe todo, que no cuenta con la información suficiente como para decidir por los demás.

📌 La curiosa situación que se presenta muestra que gobernar sería menos complicado cuando el gobernante es lo suficientemente humilde como para reconocer que no tiene la capacidad para decidir en lugar de los ciudadanos. Todo lo que tendría que hacer es establecer unas pocas leyes, bien aplicadas. Ellas serán suficientes.


«Todos los hombres cometen errores, pero un hombre bueno cede cuando sabe que su camino está equivocado y repara el mal. El único crimen es el orgullo».

— Sófocles

La idea central

Por supuesto, gobernar es complicado y mucho. Lo que aquí se propone es que esa dificultad se eleva por causa de la tendencia del gobernante a creer que puede y debe guiar a los demás a su felicidad.

Este es un problema de orgullo al que tiende toda posición de gran poder. Por eso, la tentación de abuso crece con el poder.

Woman seated at a soda fountain table is pouring alcohol into a cup from a cane, during Prohibition; with a large Coca-Cola advertisement on the wall, 2/13/22
«Woman seated at a soda fountain table is pouring alcohol into a cup from a cane, during Prohibition; with a large Coca-Cola advertisement on the wall, 2/13/22» by Jared Enos is licensed under CC BY-NC-ND 2.0.

Conclusión

Una especulación, que tomó como punto de partida a una de las fábulas de Esopo, ha servido para examinar a la idea de si gobernar es fácil o, por el contrario, es una tarea dificultosa.

Se concluyó que gobernar, hacerlo bien, es una labor enredosa y enmarañada y que esta complicación se hace aún mayor por la soberbia a la que tiende quien ocupa una posición de poder. Es decir, gobernar es difícil porque hacerlo requiere la poco común virtud de la humildad en un gobernante.

Es su común engreimiento y su frecuente altanería lo que vuelve dificultosa a la labor de gobierno. Si fuese modesto, gobernar sería una tarea menos complicada.

Las posiciones de poder tienen efecto en las personas, a las que nublan sus capacidades y las trastornan, produciendo miopía política, visión de corto plazo y simplismo mental. Tienen esos efectos porque ellos son los producidos por el sentido de omnipotencia que infecta a esas altas posiciones.


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