El impacto personal y mental del sentimiento de pertenencia a una colectividad llamada nación. El nacionalismo, qué es, sus consecuencias y efectos.
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En breve: preguntas y respuestas
Es un sentimiento de identificación y pertenencia orgullosa que facilita a la persona decir «soy…» y el espacio en blanco se llena con un término que hace referencia a una nación. Pertenencia a un grupo o comunidad que tiene rasgos en común, como idioma, historia, cultura, costumbres, religión, raza, lenguaje y otros elementos.
Esa mezcla supuestamente única e identificable recibe un nombre, el del país: Francia, Israel, Argentina, España y todo el resto. Pero puede incluir regionalismos que sean interpretados como nación. El sentido de pertenencia e identificación es un elemento continuamente presente en la vida del país. Desde su gobierno, hasta fiestas nacionales, estudio de la historia, medios masivos y mucho más.
Riesgos de extremismo que pueden llegar a separatismos violentos, xenofobia y confrontaciones populistas.
Introducción
Es curioso cómo el lugar de nacimiento, un simple accidente de la vida, se convierte en una fuente de pasiones desmedidas y expresiones patrióticas exageradas.
Si una persona naciera en otro país, probablemente sentiría la misma lealtad por ese lugar que por el suyo actual. Este fenómeno, presente en otros accidentes como el género o la raza, muestra cómo convertimos lo fortuito en un rasgo identitario de inmenso valor.

El punto central de esta columna es criticar el nacionalismo como un accidente de nacimiento que se convierte en una identidad excesivamente exaltada, a menudo irracional y susceptible de manipulación política. Conduce a la xenofobia, la violencia y a la fragmentación social.
Se argumenta que, si bien el nacionalismo puede ofrecer un sentido de pertenencia, sus extremos conducen a la intolerancia hacia lo diferente y pueden ser explotados por gobiernos populistas.
Se cuestiona la simplicidad de definir una nación por rasgos culturales homogéneos en un mundo globalizado, y enfatiza que la soberanía reside en el individuo, no en el colectivo nacional.

Nacionalismo: búsqueda de pertenencia y sus implicaciones
El nacionalismo surge, en parte, de la necesidad humana de pertenencia e identidad personal. Históricamente, ha sido un motor para la autodeterminación de nacionalidades y la separación de grupos culturales, como se vio tras la Primera Guerra Mundial o en movimientos contemporáneos.
Las raíces de esta identificación son comprensibles: idioma, historia, costumbres, religión. Sin embargo, estas no deberían ser las únicas consideraciones en un mundo de crecientes emigraciones y globalización, donde el nacionalismo extremo puede derivar en aislacionismo y una visión de los cambios como amenazas.
Los peligros del nacionalismo extremo
Llevado a sus últimas consecuencias, el nacionalismo puede ser una fuerza peligrosa. Genera sospecha y recelo hacia el extraño o extranjero, percibiéndolo como una amenaza latente.
Los gobiernos populistas a menudo explotan estos sentimientos, creando chivos expiatorios y fomentando el odio al diferente, como el odio a los judíos o la demonización de los conquistadores en América Latina.
En su forma más radical, el nacionalismo puede justificar actos de violencia y terrorismo, donde la identidad cultural o religiosa se convierte en una licencia para la extinción de otros.
La soberanía individual vs. la colectiva nacional
Si aceptamos que la nacionalidad justifica la soberanía política, debemos reconocer que esta soberanía reside en cada individuo que compone esa nacionalidad.
Es decir, la soberanía es, en última instancia, personal e individual, no colectiva. Un ser con autonomía y soberanía es, por definición, libre, y esa libertad no conduce necesariamente a un gobierno nacionalista, sino a uno de ciudadanos libres.
El nacionalismo, al centrarse en la nación como unidad política por excelencia, presupone una humanidad organizada en grupos homogéneos y coherentes, una idea que se originó en el siglo XIX. Concibe al país soberano como coincidente con una nación culturalmente uniforme.
Para pensarse

La irrealidad y las contradicciones del nacionalismo
A pesar de su popularidad, el nacionalismo suele abordarse con un simplismo que ignora sus problemas:
- Definición ambigua de «nación»: La identidad cultural homogénea es difícil de precisar en un mundo de mezclas poblacionales. ¿Qué pasa con los hijos de inmigrantes de distintas nacionalidades nacidos en un tercer país?
- Discordancia entre país y nación: Un país puede albergar diversas naciones o mezclas de ellas. Si cada nación exigiera autonomía, la fragmentación sería ilimitada, con riesgo de conflictos internos.
- Potencial de violencia: La división política nacionalista puede fomentar el racismo, la xenofobia y llevar a regímenes totalitarios.
- Naturaleza colectiva y emocional: El nacionalismo apela a las masas y a sus conductas impulsivas y emocionales, como se observa en eventos deportivos o en la retórica de gobiernos autoritarios.
La historia ha demostrado cómo el nacionalismo puede ser el cimiento para crear miedos infundados y lealtades ciegas. Como dijo Tolstói, «Cuanto más grande es el estado, peor y más cruel es el patriotismo y mayor la suma de sufrimientos en la que su poder se funda».
La justificación y el lado sentimental del nacionalismo
El nacionalismo es un «sentimiento fervoroso de pertenencia» que equipara un país con una superfamilia o un club gigantesco. Incluye orgullo, solidaridad y la creencia de que la propia cultura es superior. Algunos estudios han encontrado una relación positiva entre el nacionalismo y la prosperidad, y la reducción de la corrupción (con excepciones).
Sin embargo, esta dosis sentimental puede llevar a la imprudencia y a la creación de rivalidades estúpidas. El nacionalismo, en su vertiente más dañina, necesita enemigos externos para definirse.
Aunque un sentido de pertenencia nacional, moderado por la razón y la prudencia, puede ser sano, el nacionalismo desmedido es un concepto débil, subjetivo y sentimental, fácilmente explotable para abusos y radicalismos.
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