Sí, sí hay guerras religiosas, pero también las hay de otro tipo y ellas son más frecuentes y peores. ¿Qué son guerras religiosas? Definición y tipos de guerra por su motivación religiosa. Con una conclusión razonable.
Índice
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Introducción
La causa principal de las guerras ha sido y es la religión. ¿Es eso cierto? Toda la obra de Pearse está destinada a examinar esa opinión.
La conclusión apunta que ha habido guerras en las que la religión no ha jugado siquiera un papel y otras cosas más. Por tanto, el resto es encontrar criterios que permitan definir a las guerras religiosas y diferenciarlas de las que no lo son.
La obra examinada en este resumen es la de Pearse, Meic. The Gods of War: Is Religion the Primary Cause of Violent Conflict? IVP Books, 2007.

El punto central de esta columna es cuestionar la idea simplista de que la religión es la causa principal de las guerras, argumentando que esta es una visión superficial que ignora la complejidad del fenómeno bélico y el papel de otros factores, incluso señalando que la falta de religión puede llevar a guerras aún peores.
Punto de partida
El autor ofrece cuatro principios bajo los que examina el tema y que para cualquier lector presentan una tesis razonable: el tema es complicado y no admite una explicación de una sola variable.
La acusación que se hace a la religión de ser la mayor causa de la guerra entre naciones o de una guerra civil es una aseveración simplista, que tiene una validez superficial, pero que está alejada de la verdad.
Hay otras muchas causas de guerras, y que juegan papeles vitales.
Guerras religiosas y otras: cuatro criterios
No hay duda, dice Pearse, de que la religión ha provocado conflictos bélicos. Es cierto, pero sería equivocado no examinar la situación con mayor profundidad.
Si esto no se hace, se llegaría a la conclusión más obvia y equivocada, la de que para evitar la generalización precipitada de que para evitar que existan guerras todo lo que hace falta es prohibir a la religión.
Hay cosas de simple sentido común. Por ejemplo, no puede descartarse el papel que en las guerras juegan la codicia y la cultura humanas. Sería un error hacer estas consideraciones de lado y colocar toda la atención en una sola variable a examinar, la religión.
Así llega el autor a establecer cuatro principios de interpretación del tema.
Primer criterio
El de ellos ya fue establecido al inicio. Es cierto, la religión ha producido guerras. Pero, como señala más tarde, la falta de religión lleva incluso a guerras aún peores.
Segundo criterio
No puede hablarse en general de religión, agrupando bajo esa etiqueta a todas las creencias religiosas. Es necesario que se distinga entre ellas en un criterio: separar a las religiones que por esencia son beligerantes de las que no lo son. Es decir, hay religiones inclinadas a la guerra y otras que no lo están.
Tercero criterio
La cultura de una sociedad tiene un componente religioso y llega incluso a entronizar a la religión, por lo que un conflicto que en realidad es entre culturas, puede dar una apariencia religiosa en un examen superficial.
Cuarto criterio
Quienes piensan que retirando a la religión evitarán la guerra, son un movimiento secular en contra de la religión y las culturas tradicionales, que producirá más violencia y donde no se percibe con facilidad que los secularistas reclaman para sí una posición moral superior a la del resto.
Hay guerras que no son religiosas
Hay guerras en las que claramente no hay una influencia religiosa determinante.
Las guerras totales modernas son un ejemplo claro: la II Guerra Mundial, la rebelión de T’ai Ping en China, la I Guerra Mundial y la Revolución Bolchevique. Ellas produjeron decenas de millones de muertes y su responsabilidad puede ser colocada en credos sin religión o bien antireligiosos.
La religión, por otro lado, si ella sostiene que la vida tiene valor, tenderá a limitar las condiciones que requiere una guerra justa y cómo ella debe librarse.
Cuando la vida humana se despoja de su valor, como en el ateísmo y el agnosticismo, ese freno desaparece, como en las variantes modernas de regímenes totalitarios.
📌 Pearse insiste en su punto: sí, la religión puede ser acusada de ser causa de guerras. Pero las guerras también han sido causadas por lo que la religión trata de limitar: codicia, orgullo, venganza, ideologías que desprecian la vida humana.
Las conquistas de Alejandro Magno son un ejemplo de esto, en las que ninguna motivación religiosa existió.
Sabiduría convencional
Mucho de la sabiduría convencional que insiste en que la religión es la causa principal de las guerras, usa el ejemplo de las cruzadas. Allí, la religión debe aceptar su culpabilidad.
Las cruzadas fueron una catástrofe llena de sangre y una distorsión severa del Cristianismo. Más específicamente, la religión fue causa de guerras en dos períodos principales.
Uno, durante la Edad Media, con los conflictos que enfrentaron a cristianos y musulmanes.
El segundo período fue durante los siglos 16 y 17, durante los que hubo enfrentamientos entre católicos y protestantes.
Pearse apunta a la actualidad con otra serie de conflictos en los que la religión juega un papel importante.
Para ver el tema sin pasiones, el autor vuelve a uno de sus puntos de análisis. Es necesario distinguir entre las diversas religiones y conocerlas en cuanto a su doctrina, si es que ellas son o no doctrinalmente beligerantes, es decir, inclinadas a la violencia en sus creencias básicas.
Y a otro de sus puntos. Es una posibilidad real que la religión sea empleada como un disfraz de guerra, una excusa que se use para iniciar acciones bélicas.

Tipos de guerras y su origen religioso
Pueden hacerse, de acuerdo con lo anterior, distinciones claras entre guerras. Algunas claramente han sido causadas por motivos religiosos obvios y reconocibles.
Pero otras guerras no pueden tener una responsabilidad asignada a la religión. Sus causas han sido de otra naturaleza, como orgullo, codicia, expansión territorial y demás.
Con responsabilidad ambigua
Pero hay un tercer tipo de guerra, el de conflictos en los que la responsabilidad religiosa es ambigua, es decir, jugó un papel pero también hubo otras causas importantes.
Son las guerras, como la que tuvo la batalla de Lepanto, la conquista ibérica de América Latina, la Guerra Civil inglesa y la de EEUU. Tuvieron facetas religiosas claras, pero ellas no explican la totalidad del conflicto.
Lo anterior sirve para insistir en otro de sus puntos de análisis, el de que muchos conflictos culturales se expresan en términos que son religiosos, muchos de ellos comprendidos en el nacionalismo que usa mitos religiosos y que según el autor son en realidad idólatras y blasfemos.
Si uno se remonta a las más antiguas guerras, y de otros muchos conflictos posteriores, es fácil encontrar causas no religiosas. E incluso acciones que las religiones reprueban: el deseo de posesión de bienes de otros, codicia, interés nacional, o el simple deseo de gloria militar.
Los conflictos bélicos de la antigüedad fueron guerras en las que la religión no jugó un papel, pero sí lo tuvieron las ansias de botín, los conflictos personales entre monarcas, el deseo de control territorial, los derechos dinásticos. Todos ellos capaces de ser comprendidos como egoístas, o bien motivados por el deseo de seguridad.
Incluso en la Edad Media, la religión fue rara vez causa de guerra y ella jugó más bien un papel de control y limitación para restringirla en lo posible. La lamentación de Maquiavelo al respecto es muy ilustrativa: las creencias religiosas han hecho débiles los motivos de gloria militar.
Más aún, existe otra consideración por hacer: la existencia de personajes como Gengis Kan, para quienes la guerra es forma de vida, su razón de existencia. Son personajes en los que la religión no tiene influencia alguna.
Cristianismo y guerra
Examinando al Cristianismo, Pearse apunta que durante sus primeros tres siglos de existencia, esta religión nada tuvo que ver con los poderes políticos, ni para aprobar o desaprobar la guerra.
Solamente en un nivel personal, el Cristianismo trató de limitar los instintos de venganza y violencia. Sin embargo, a partir del siglo 4, las cosas cambiaron.
Contando con el apoyo de Constantino, el Cristianismo se vio involucrado en cuestiones de poderes políticos y su actitud cambió, como puede verse en el desarrollo de la tesis de la guerra justa, algo que habría sido irrelevante en los siglos anteriores.
Pearse lo explica haciendo uso de la frase «naciones cristianas».
Si las naciones pueden hacer la guerra y existen naciones definidas como cristianas, existirán guerras religiosas.
Es un principio que puede aplicarse a cualquier otra religión: cuando ella se vea mezclada con el poder político, se abrirá la posibilidad de guerras religiosas.
Y en sentido contrario
Las naciones que no se definan como religiosas carecerán de este tipo de motivación.
Para el Cristianismo, dice el autor, en la actualidad la opción de una guerra religiosa no existe. Las naciones no se han definido como cristianas. Los únicos que pueden ser cristianos son los seres humanos.
Fue la alianza entre el Cristianismo y los Estados, a partir del siglo 4, lo que abrió sin remedio la puerta a las guerras religiosas cristianas.
Cuando alguna religión, la que sea, se usa para dar legitimidad a un gobierno, esa religión, dice Pearse, creará una teoría sobre la guerra, como lo hizo San Agustín en el caso cristiano, si es que no la tiene ya. Las cosas son seculares y, por eso, diferentes ahora para el Cristianismo.
Un cristiano puede participar en una guerra y hacerlo con legitimidad, pero su motivación no puede ser la defensa de su fe. Podrá ser para la protección propia o de otros, una causa válida, pero no para siquiera defender su fe de ataques de la autoridad.
Para pensarse

Definición de conflicto bélico religioso
📌 Una guerra religiosa es simple de definir —es una guerra reconocida como tal y que tiene como causa central a la religión. Se trata de una manifestación violenta entre partes que sostienen diferentes posturas religiosas y que pretenden ser solucionadas por medios violentos. Es una discusión religiosa que se lleva a otro plano.
En un artículo se citan ejemplos que intentan ilustrar la definición de guerra religiosa: la reconquista en España, las cruzadas, las conquistas musulmanas, las guerras religiosas en Francia.
Lo especial de estos ejemplos es la carencia de ejemplos recientes —no hay casos de guerras religiosas, por ejemplo, en el siglo pasado, o al menos no se consideran destacables.
La narrativa popular
Se dice con frecuencia que mientras las religiones mantengan que son las verdaderas se tendrán conflictos y guerras sin remedio, y, por esto, lo mejor que puede hacerse es prohibir las religiones.
Las religiones dicen que ellas son las verdaderas. Cada una de ellas lo afirma y eso no debe sorprender. Sería ridículo que alguna religión dijera que ella no es la verdadera, o al menos la mejor.
Lo que importa en realidad no es el reclamo de ser la verdadera. En lo que sí hay que poner atención es el si una religión aprueba el uso de la violencia o no en su doctrina central.
Si una religión lo hace, entonces se le podrá considerar causa de guerra. Pero sí por el contrario, ella reprueba la guerra, entonces no podrá ser culpable.
Pero el corazón de la idea que concluye que el día en el que las religiones desaparezcan se evitarán las guerras, comete un error de consideración. Puede encontrarse el error en un simple análisis muy básico. Haga usted tres listas.
Tres tipos de guerra
1. Religión es causa central o única
Aquí están las guerras en las que la religión ha sido la causa central o prácticamente central.
En esa lista se anotarán guerras como la del expansionismo islámico a partir del siglo 6, las cruzadas, las guerras entre protestantes y católicos en Europa. Fueron guerras claramente religiosas.
2. Guerras sin causa religiosa alguna
Esta lista es la de guerras que definitivamente no tuvieron a la religión como motivos central, ni siquiera secundario.
En esta lista habrá guerras como las de Alejandro Magno, las de los griegos y persas, las del imperio romano, las de Napoleón, las dos grandes guerras del siglo 20 y otras más.
Comparar los dos tipos de guerra ayuda mucho y comprueba que si se retirara a la religión, las guerras seguirían existiendo, pues hay otros motivos que son más comunes, como la gloria militar, la codicia y otros. Pero falta una tercera categoría de guerra.
3. Guerras parcialmente religiosas
Este tipo es el de las guerras en las que la religión fue un motivo pero en mezcla con otras causas. Son los casos intermedios, de guerras con varios motivos.
Como las guerras de conquista en América y las del imperio inglés. En estos casos hay motivos de expansión geográfica, de codicia, de honor nacional y, también, religiosos (pero ellos solos no serían suficientes).
Un experimento mental
Suponga el lector que mañana ya no existe ninguna religión, absolutamente ninguna (sí, es improbable, pero se trata de un solo supuesto experimental).
La pregunta entonces es, ¿ya no habrá guerras?
Posiblemente alguna se evitaría, pero ¿todas? No resulta razonable. Significaría que, por ejemplo, las guerrillas con motivos políticos desaparecerían en todas partes, que Rusia no habría invadido Georgia, ni Ucrania, que ninguno de los Bush hubiera ido a Irak, que no habría piratas en Somalia.
Es un problema de generalizaciones inválidas y que comete con el ejemplo favorito, el de las cruzadas y de se obtiene una regla universal: sin religión habría paz mundial.
Pero cuando se va uno a guerras de la antigüedad o a guerras modernas, uno no se encuentra con motivos religiosos, siquiera de segunda importancia. Y, peor aún, existen creencias en muchas religiones que son opuestas a la guerra.

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Concluyendo
La columna introduce el libro de Meic Pearse, «The Gods of War», cuyo objetivo es examinar esa opinión común acerca de las guerras religiosas.
Se destacan los cuatro principios que Pearse utiliza en su análisis: la complejidad del tema, la existencia de múltiples causas para las guerras, la necesidad de distinguir entre diferentes religiones y culturas y la crítica a un movimiento secular antirreligioso que podría generar más violencia.
Se presentan ejemplos de guerras no religiosas, como las guerras mundiales y las conquistas de Alejandro Magno, para contrarrestar la visión centrada en la religión. Pearse argumenta que la religión, al valorar la vida, puede incluso limitar la guerra, mientras que ideologías ateas o agnósticas pueden eliminar este freno.
La columna también aborda las guerras tradicionalmente consideradas religiosas, como las cruzadas y las guerras de religión europeas, y propone una distinción entre guerras puramente religiosas, guerras sin causa religiosa y guerras parcialmente religiosas, donde la religión se mezcla con otros motivos como la codicia y el nacionalismo.
Finalmente, a través de un experimento mental sobre la desaparición de la religión, se afirma que las guerras persistirían debido a otras causas arraigadas en la naturaleza humana y la política. La conclusión enfatiza que la falta de religión podría ser incluso más responsable de las guerras que la religión misma.
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