La tirantez en una comunidad, sus conflictos, presiones y reclamos tienen un origen. Las tensiones sociales que surgen de la tensión entre libertad y orden y entre ella y la igualdad.
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Introducción
El propósito de la columna es mostrar las tensiones sociales que tiene la libertad. Es decir, la tirantez o presión que el libre albedrío padece dentro de una comunidad. Más aún, son un estrés perenne para ella y que impiden su permanencia certera.
Para examinar el tema, es necesario definir el término ‘tensión’. Ella puede ser bien comprendida como «un cuerpo sometido a fuerzas opuestas que lo atraen […] un estado de oposición u hostilidad latente […]».
La tirantez a la que hace referencia la columna es esa que sufre la naturaleza humana. Las tensiones sociales que ella padece frente a fuerzas opuestas: el orden y la igualdad. En última instancia, la mayor causa de todo conflicto en una comunidad lleva hasta el fondo de esas dos tensiones.
Tensión libertad-orden
Existe y es inevitable una oposición siempre latente entre el orden que debe tener una comunidad y la espontaneidad individual a la que tienen derecho sus miembros. Por ‘orden’ se entiende un ambiente general de paz y tranquilidad que permite vivir con la expectativa de un futuro razonablemente predecible.
Una situación que podría ser rota por un ejercicio extremo de la libertad personal, aunque también por el exceso de orden.
Es como una coincidencia de opositores que se necesitan uno a otro, pero que nunca pueden presumir una situación perdurable sin choques. La independencia personal, si quiere ser ejercida por todos, necesita un orden sustentado en el principio de que la ella de uno no puede disminuir la del otro. Con facilidad, este equilibrio se va a sus extremos y así perder el buen estado que crea su tensión en equilibrio.
Dos posibles excesos
🩸 Un exceso de orden lleva a regímenes que anulan la libertad de las personas. Crea sistemas dictatoriales, totalitarios, de poder concentrado en los que la capacidad de decisión de los ciudadanos es reemplazada por las órdenes que emite la autoridad.
Un sistema presidencialista, por ejemplo, tiende a sustituir a las voluntades personales con la obstinación del gobernante. Una democracia sin frenos republicanos produce un sistema que oprime a minorías generalmente siguiendo las órdenes de un líder carismático.
Regímenes como los de la URSS, la China comunista, Cuba, Venezuela son casos en los que la tensión social entre orden y libertad ha sido rota y ha ganado el orden impuesto. No solo en esos casos, también existe una amplia lista de regímenes en los que la tensión social entre la voluntad personal y orden se ha roto perdiendo la primera.
🩸 Un exceso de libertad lleva a la situación opuesta. El orden necesario para la existencia de libertades para todos desaparece y se presenta el abuso de libertades de unos solamente, con la pérdida de ellos en el resto. La idea de anarquía política quizá representa mejor esta posibilidad de ruptura de la tensión sana entre la autonomía individual y el orden.
Estos casos son los que se tienen en estados fallidos y en situaciones de ingobernabilidad, en los que no existe orden alguno y es imposible tener una expectativa de un futuro estable. Son claramente los casos de Yemen, Siria, Somalia y otros más.
Una sana tensión social
El estado ideal es el de esa saludable tensión equilibrada entre libertad y orden. Cuando él es excesivo o desaparece, ella se pierde. Ella, en cambio, florece cuando el orden está en sus puntos de equilibrio.
Esos puntos medios se asocian con conceptos como estado de derecho y república, donde se valora la idea de contrapeso político y la división integral de poderes. Y en general todo eso que ayuda a sostener lo más constante posible la tensión social entre orden y libertad.
Un punto clave de ese soporte equilibrado es la «filosofía política» del ciudadano común que atesore su libertad por encima de las frecuentes promesas gubernamentales de paraísos terrenales. Y, al mismo tiempo, comprenda la necesidad personal de autogobierno, disciplina y autocontrol.
Tensión libertad-igualdad
Existe otra tensión social, entre la conducta libre y la igualdad. Mientras ella se encuentre equilibrada, la libertad podrá ser ejercida por los ciudadanos; pero cuando la igualdad se convierte en prioridad, se pierden derechos.
Las ideas relacionadas con esto son variadas, como sociedad igualitaria e igualitarismo. Posiciones en las que la libertad es puesta de lado en aras del logro de la igualdad entre los ciudadanos. El resultado neto de esto tiene gran similitud con la situación descrita antes, cuando la libertad desaparece por un exceso de orden.
En esta tensión, la implantación de medidas igualitarias requiere de la coerción que solo tiene un gobierno. Es decir, el orden para implantar la igualdad, según haya sido definida, se torna excesivo para implantarla y la libertad desaparece.
La saludable tensión que aquí existe es una en la que la libertad debe ocupar el primer lugar, por encima de la igualdad. La razón es natural, pues la libertad necesariamente produce desigualdad de resultados. Es decir, habrá personas más exitosas que otras, sin remedio. La única posible igualdad que puede tenerse es la legal que proteja derechos, libertades y posesiones de todos.
Especialmente en regímenes democráticos, la igualdad puede convertirse en una pasión desbocada que se convierte en una fuerza emocional considerable y favorece la intervención estatal redistributiva.
La libertad es central
Es obvio que la columna defiende al libre albedrío y lo hace por dos razones.
La primera es la más usual y la menos importante. Él ha probado ser causa de progreso y sociedades florecientes. Muestra caminos a la prosperidad universal, lo que se corrobora con el análisis histórico de las causas del progreso. Esta razón es diáfana: los regímenes liberales, de amplias libertades políticas, económicas y culturales producen sociedades florecientes en los que se gozan mejores estándares de vida para todos.
Los casos de Suecia y Hong Kong en los últimos dos siglos y de Venecia durante cientos de años, muestran eso. En sentido opuesto, la prueba del fracaso se tiene en instancias como Cuba, la URSS y Camboya.
La segunda es la menos mencionada, pero la de mayor importancia. Es la congruencia entre la naturaleza humana, que es libre por esencia, y la existencia de regímenes que respeten la libertad natural. Estos son los que por diseño consideran y se adaptan a la esencia de todas las personas.
Conclusión
La vida en sociedad jamás está exenta de conflictos, problemas y discusiones derivadas de maneras de pensar que son diversas y contrarias entre sí. Esta columna ha propuesto que buena parte de tales situaciones tiene su origen en dos tensiones que sostiene la libertad con fuerzas opuestas.
La tensión entre ella y la necesidad de orden, más la que se tiene entre la obsesión con la igualdad como contraria a la libertad. Y se ha sostenido la tesis de que si bien esas tensiones son imposibles de erradicar, cuando la libertan pierde, el ser humano padece situaciones contrarias a su propia naturaleza.
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