Se crearon expectativas de sociedades perfectas con gobernantes irreprochables. La realidad fue otra haciendo que la política y la democracia vaciaran su significado. La desilusión políticas del ciudadano, su decepción ante la democracia y sus gobernantes.

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Preguntas y respuestas sobre la desilusión política

¿En que consiste el problema de la desilusión política?

En la exageración de la democracia, convertida en la herramienta para tener sin esfuerzo una sociedad perfecta. Claramente eso es imposible. Los resultados son malos y eso produce desilusión política en el ciudadano.

¿Qué es eso de exageración democrática?

Suponer que un régimen democrático sustentado en demandas populares es todo lo que se necesita. Eso convierte a los gobiernos en instituciones que no hacen otra cosa que satisfacer peticiones sociales.

¿En qué se nota le exageración democrática?

Por ejemplo, en el abuso de ella, cuando se añade como calificativo a todo: diálogo democrático, familia democrática, o democracia económica. Y también educación democrática. incluso al turismo. Ahora hasta los derechos son democráticos.

¿Por qué hay desilusión democrática y política?

La política ha fabricado la expectativa de una sociedad perfecta por medio de las acciones de gobernantes perfectos que la prometen en el corto plazo. Obviamente no lo logran y los malos resultados desilusionan enormemente.

¿Cuáles son las causas de esa desilusión política con la democracia?

El olvido de ideas adicionales que ponen contrapesos a los gobiernos, a los gobernantes y a los ciudadanos. Ideas que hacen considerar que seguramente se necesite menos democracia y se acepte como imposible la posibilidad de perfección social. Personas imperfectas no pueden crear sociedades perfectas.

¿Hay una idea errónea de la democracia?

La democracia, entendida correctamente, es un simple mecanismo para la solución pacífica de desacuerdos políticos. Un mecanismo imperfecto y limitado, cuya razón de ser es su defensa de las libertades, que sí son los valores a proteger. Exaltar al mecanismo protector parcial es confundir al objetivo con uno de sus medios.

¿Como puede corregirse eso?

Aceptando que cambios de estructuras y regímenes políticos no pueden producir perfección. Reconociendo que no hay gobernantes perfectos que merezcan ser obedecidos ciegamente. Incorporando las ideas de estado de derecho, de división del poder y, sobre todo, poniendo a las libertades como la máximo valor político a defender.

Introducción

El desencanto con la democracia es producto de sus expectativas exageradas. Demasiadas esperanzas puestas en un régimen cuyos resultados contrastaron con las esperanzas que había creado.

Se le supuso capaz de todo, una especie de gran remedio político que podría incluso cambiar a la naturaleza humana. Fue una visión política inexacta causada por un optimismo desorbitado, por un romanticismo político delirante.


📕 La idea explorada en esta parte fue tomada la obra de Ratzinger, JosephIglesia, ecumenismo y política. Madrid. Biblioteca de Autores Cristianos, Parte Tercera, Sección Segunda, II «¿Orientación Cristiana en la Democracia Pluralista?», pp, 223-231.


La desilusión con la política, el inicio

Ratzinger inicia esta parte de la obra diciendo que después de la Segunda Guerra Mundial, Europa recibió con entusiasmo a la democracia.

Fue tanto ese entusiasmo que con inocencia se pensó en la democracia como una religión. Pero hoy las cosas son distintas, existe malestar a causa de las expectativas demasiado grandes que provocó.

Inclusive en las ocasiones de buenos gobiernos democráticos, no se ve a este sistema como la mejor de las posibilidades. Los problemas económicos y algunas formas de pensamiento están atacando a la democracia en sus raíces. La democracia ha producido desilusión política.

Por eso es necesario examinar con orden eso que amenaza a la democracia y, por consecuencia, a la libertad.

La causa de la desilusión con la política y la democracia

El principal peligro es la falta de capacidad para reconocer que somos imperfectos y que las cuestiones humanas son por tanto imperfectas. El ansia de lo perfecto es enemigo de lo bueno que se hace a diario.

Pero la realidad es que lo cotidiano produce tedio, un hastío creciente que alimenta un anhelo y un apetencia por la anarquía. Creemos que debe existir algo mejor en alguna otra parte.

De la democracia se esperó más de lo que ella podía realizar. No se tuvo en cuenta la imperfección humana y que, por tanto, la democracia es también imperfecta.

Sin embargo, se conserva la expectativa de perfección. Si la democracia no lo fue, se concluye, debe buscarse otro camino que lleve a lo perfecto. A la sociedad intachable.

La ambición de la perfección en el mundo

Continúa Ratzinger diciendo que en la actualidad hay una idea vaga y difusa que es común denominador en muchas ideas y pensamientos.

Incluso esta idea imprecisa y ambigua se encuentra entre los cristianos. Hasta en obispos. Se trata de la idea de que nuestra historia ha sido hasta nuestros días una trayectoria sin libertad. Pero que en el futuro podremos tener una sociedad perfectamente justa.

Esa nueva sociedad justa y perfecta que se anhela no es el Reino de Dios. Es simplemente un reino en el que un nuevo moralismo ha sustituido a las razones de política y economía.

Esta idea de una sociedad así, nueva y perfecta, perturba por tres razones principales, que el autor menciona a continuación.

1. Esperanzas en los cambios de estructuras

La primera razón es un cambio. Esa nueva sociedad que se dice liberada no tiene su fundamento en los esfuerzos morales de cada hombre. La nueva sociedad buscada está sustentada en las estructuras que para ella se han diseñado.

La desilusión con la política ha movido a seguir buscando a la sociedad democrática perfecta por medio de un cambio en las estructuras de la sociedad.

Se critican las estructuras de la sociedad actual diciendo que ellas son injustas y que las estructuras de la nueva sociedad serán justas.

Pero esas nuevas estructuras serán realizadas igual que se diseñan máquinas que se espera sean perfectas. Se trata, por tanto, de una inversión de planos. Los seres humanos ya no serán el eje de la nueva sociedad y su lugar será tomado por las estructuras.

Estructuras sí, personas no

Para la nueva sociedad soñada el hombre es el efecto y no la causa de la economía. Esto niega la realidad y es falso, además de ser el verdadero sustento del materialismo.

Esta sustitución del hombre por las estructuras de la nueva sociedad, significa la renuncia de los seres humanos, de su esencia.

Es la negación de las nociones de responsabilidad y de libertad. Esa nueva sociedad representa, entonces, la renuncia de la conciencia y es así la tiranía completa.

📌 Ratzinger es claro en este punto: ni la razón ni la fe prometen un mundo perfecto. Ese mundo perfecto no existe, es una utopía, con la que es muy peligroso jugar. Los juegos utópicos son la fuente de los sueños anarquistas.

Es necesario tener valor y aceptar que no hay posibilidad de la perfección. Los programas políticos que parten de este supuesto de imperfección son morales. Y no lo son esos que creen en esa sociedad perfecta y posible.

Es necesario revisar nuestras creencias para quitar este elemento, incluso, ver a la misma predicación Católica para que excluya esos excesivos anhelos de perfección que nos llevan a una fuga de la realidad tratando de alcanzar lo imposible.

2. Sustitución de lo moral con nuevas estructuras

En segundo lugar está el intento de abandonar a la dimensión moral y sustituirla con estructuras que prometen garantías de justicia. La desilusión con la política motiva a buscar a la sociedad perfecta haciendo de lado a la moral y confiando en estructuras nuevas.

Este dejar de lado a la moral para confiar en el diseño de nuevas estructuras sociales tiene su origen en la unidimensionalidad con la que entendemos a la razón.

Tendemos a dar el nombre de razón únicamente a la razón cuantitativa, a esa que tiene fundamentos exclusivos en los cálculos y números.

Creemos que todo lo demás no es razón y está fuera de lo racional. Es ambición nuestra tener en las realidades y acciones del hombre la misma exactitud que en las ciencias físicas.

Hay, por esto, una renuncia a lo moral. Lo moral es abandonado por la técnica que sí se percibe racional, en cambio no a la moral.

Se llega a a creer que ya no hay bien ni mal, que todo lo que existe es una serie de ventajas y de desventajas que pueden coincidir en lo general con lo bueno y lo malo.

Pero aún así, el mal está hecho, pues la moral se ha dejado a un lado. Con esta mentalidad, también las leyes pierden su base y no se fundamentan ya en el derecho y la justicia. Las leyes cambian para ser un efecto de las opiniones que predominen en algún momento.

Y dice Ratzinger, el tener una moral fundamental es una cuestión de vida o muerte para nuestra sociedad.

3. No más trascendencia humana

La tercera de las razones es la destrucción de la noción de la trascendencia humana.

Al no sentirse trascendentes, los hombres sienten vagas necesidades de fuga, de búsqueda de sensaciones y vivencias que se cree son plenitudes de la vida. Pero que en la realidad están vacías de significado. Se da una huida hacia la utopía.

La democracia está amenazada, según Ratzinger, por esta pérdida del sentido de la grandeza humana.

Es una mutilación de la naturaleza del hombre y produce frustraciones, pues es obvio que a quien se priva de su grandeza se le hace víctima de esperanzas ilusorias.

Conclusión: aceptar a la imperfección

Termina el Cardenal diciendo que la sociedad es imperfecta no solo en el sentido de que sus instituciones son imperfectas. Lo mismo son sus hombres y mujeres.

Pero también es imperfecta en el sentido de que el hombre tiene necesidad de fuerzas exteriores a él para poder subsistir en su misma identidad humana.

El gran mérito de Ratzinger es el llamar la atención sobre las consecuencias negativas que tiene la noción de una sociedad utópica en la que sus estructuras sean perfectamente justas.

Eso significa perder la idea de que la persona es el centro y eje de la sociedad.

Dar a las estructuras sociales la responsabilidad de la moral es quitarle esa responsabilidad al hombre y mutilar así su esencia.


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