Exploraremos cómo la apropiación estatal de la moral, impulsada por intereses diversos y aceptada con ingenua complacencia, no solo diluye nuestra responsabilidad personal, sino que concentra un poder inmenso, abriendo las puertas a un futuro donde la verdad y la moralidad son definidas por decreto. El intervencionismo moral.
Índice
- En breve: la expropiación de la moral
- Un tipo de intervencionismo estatal
- El gobierno como fuente moral
- Características del intervencionismo moral
- Los riesgos del intervencionismo moral
- Exploración del concepto
- Definición de intervencionismo moral
- Precisiones sobre intervencionismo moral
- Sustitución de decisiones
- Gobierno como árbitro moral: la idea de Ratzinger
- El Estado no es un absoluto
- La verdad es externa
- Cultura religiosa universal y racional
- El gobierno convertido en árbitro moral
- Conclusión
En breve: la expropiación de la moral
En una era donde el Estado extiende cada vez más su alcance, nos hemos acostumbrado a su mano en la economía.
Pero, ¿qué sucede cuando esa misma mano se aventura en el terreno de la moral, dictando no sólo cómo debemos comerciar, sino también cómo debemos vivir, sentir y pensar? ¿Es la aspiración a un Estado árbitro moral una garantía de bienestar o una silenciosa expropiación de nuestra libertad más fundamental?
Esta columna desvela el inquietante concepto del intervencionismo moral, una forma sutil y peligrosa de control gubernamental.
Exploraremos cómo esta apropiación estatal de la ética, impulsada por intereses diversos y aceptada con ingenua complacencia, no solo diluye nuestra responsabilidad personal, sino que concentra un poder inmenso, abriendo las puertas a un futuro donde la verdad y la moralidad son definidas por decreto.
Un análisis crucial para entender los límites del poder y la esencia de la libertad individual.
📌 Es un tipo de intervencionismo que asigna al gobierno la definición de lo bueno y de lo malo, de lo debido y lo indebido. Crea de esa manera un código moral que define según su voluntad y lo implanta mediante el uso de la fuerza y la coerción.
20 minutos
Un tipo de intervencionismo estatal
Es común escuchar acerca del intervencionismo económico, toda esa serie de acciones que los gobiernos realizan afectando a la economía. Cosas como regular exportaciones, limitar importaciones, fijar precios, manipular tasas de interés, emitir dinero y otras del mismo tipo.
📌 Así como existe intervencionismo económico, también existe intervencionismo moral. Es toda esa serie de acciones que realizan los gobiernos y que en común tienen la meta de que el gobierno dicte qué es lo bueno y lo malo. Es la apropiación estatal de la moral y la ética.
Parte del intervencionismo moral es la guerra a las drogas. También, una prohibición igual a la de alcohol, que usa la fuerza gubernamental para imponer una conducta que debía ser dejada libre a la persona.
Un caso de este tipo sucedió en New York, donde su Departamento de Salud e Higiene Mental ha creado una App para adolescentes. Puede ser bajada a sus teléfonos móviles y así tener a su disposición elementos de salud sexual. Según el reporte de CNSNews (28 mayo 2013), la aplicación incluye consejos sobre control natal, abortos, clínicas y similares.
La institución recomendada para solucionar los problemas de la adolescente los resuelve una clínica gubernamental. Ella establece lo bueno y lo malo para las personas, como tomar anticonceptivos y ver como normales los sentimientos homosexuales. En esa ciudad, la autoridad ha prohibido el uso de ciertas grasas a los restaurantes y regulado ciertos tamaños de refrescos.
📍 Este es el campo de temas como el laicismo, el secularismo, la educación laica, los tiempos seculares, el derecho natural.
El gobierno como fuente moral
Todas las medidas gubernamentales que definen lo bueno y lo malo es lo que puede llamarse una política de intervencionismo moral. Ella se caracteriza por la promoción gubernamental de conductas definidas como buenas y la prohibición de lo considerado mal, según criterios gubernamentales.
Ese juicio sobre lo bueno y lo malo es realizado por el gobierno, jueces, legisladores, ejecutivos. Ellos usan su posición de influencia para forzar su decisión en la sociedad. El caso de ObamaCare forzando a instituciones religiosas a ser proveedores de anticonceptivos, fue un ejemplo mayúsculo de esto.
Características del intervencionismo moral
1. Más gobierno
Aumenta el poder gubernamental que ya no es solo político y cuenta con el uso legítimo de fuerza. Ahora también es moral. Cuando un gobierno tiene el poder para definir lo bueno y lo malo, se está frente a un riesgo real de totalitarismo.
2. Influencia de intereses especiales
Los grupos activistas de presión colaboran a ese aumento de poder gubernamental al buscar su apoyo. Sin darse cuenta que alimentan al monstruo que los puede devorar más tarde.
Las agendas propias de grupos de presión organizados optan por capitalizar el uso de la fuerza gubernamental para imponer sus ideas propias. Convierten en preceptos incuestionables a sus creencias y fuerzan a la autoridad a implantarlas.
3. Entre indiferencia y beneplácito
El intervencionismo moral suele ser bien recibido por el ciudadano ingenuo. Él ve con indiferencia o incluso beneplácito al gobierno preocupado por problemas sociales que intenta resolver.
No suele darse cuenta de la pérdida de libertad que sufre al convertir al gobierno en una fuente de preceptos morales. Y que suele sucumbir a las influencias de activistas.
4. Reconversión moral
El intervencionismo moral suele acudir a un cambio de planos, convirtiendo a las fallas morales en patologías para las que crea soluciones médicas y terapias.
De allí el nombre revelador de Departamento de Salud e Higiene Mental usado en New York. Resulta el encargado de decir que está bien para un adolescente, sin hablar con sus padres, usar anticonceptivos o tener relaciones homosexuales.
Ya no existe responsabilidad en la libertad, sino terapias para desaparecer el sentido de culpa y la aceptación de consecuencias.
Desorienta a la persona con vaivenes morales, que anulan guías absolutas y fijas de conducta, pues se mueve de acuerdo con agendas activistas a la moda.
Cae en contradicciones notables, como el castigo al asesinato, pero el fomento al aborto. O como el ataque a la obesidad, pero la promoción del sexo libre.
5. Mayor gasto gubernamental
Aumenta el gasto gubernamental. Crea necesidad de más impuestos, aumentando posibilidades de emisión de dinero y desordenando la colocación de recursos limitados.
6. División social
El intervencionismo moral divide a la sociedad, en las llamadas guerras culturales. Las que solo pueden resolverse por medio de la decisión estatal que usa la fuerza.

Los riesgos del intervencionismo moral
Se está en presencia de un fenómeno de inminente peligro por tres razones.
🩸 Primero, la acumulación de poder en el gobierno. Una consecuencia contraria al principio de la división de poderes natural en la democracia.
🩸 Segundo, la destrucción de la moral sustentada en principios no negociables y que dan sostén a la sociedad misma.
🩸 Tercero, la garrafal ingenuidad de quienes si darse cuenta de lo anterior, colaboran activa o pasivamente a la erección de los gobiernos como autoridades morales.
Es un problema de consecuencias severas. Abre la puerta a regímenes totalitarios, esos que son autores de la moral que les permite gobernar a su antojo.
Exploración del concepto
El intervencionismo económico gubernamental es un régimen político en el que el gobierno dirige a la economía. Interviene en ella sin ser propietario de los medios de producción.
En el régimen de intervencionismo económico, el gobierno otorga incentivos selectos, aplica impuestos diferenciados, promueve ciertos sectores, afecta precios, fija salarios, regula mercados. Y, en general, influye en las decisiones de negocios y económicas de manera marcada.
Este régimen admite gradaciones de intensidad que van desde un ligero intervencionismo hasta uno profundo. Dependiendo de la magnitud de las regulaciones que emita y su detalle.
Este es el tipo de intervencionismo que más y mejor se conoce y se sustenta en una mentalidad que hace pensar que «es fundamental la intervención pública para reactivar a la economía y generar empleo». Y realiza acciones como el mayor gasto en obra pública, subsidios agrícolas, sustitución de importaciones, manejo de tasas de interés, créditos blandos seleccionados y similares.
Es común encontrar en ese intervencionismo económico medidas como precios de garantía agrícola, autosuficiencia de recursos, seguros subsidiados, protección laboral exagerada.
También ampliación de empresas estatales, construcción de vivienda estatal, mega-proyectos estatales, servicios médicos subsidiados o gratuitos y otras acciones similares.
📌 El intervencionismo económico es alimentado por la idea de que el gobierno tiene la responsabilidad del bienestar de sus ciudadanos y la realiza dirigiendo a la economía con ese propósito en ese campo, pero no se detiene allí.
Del intervencionismo económico al moral
Rebasa el gobierno el terreno de la economía y se adentra en otros, creando así otro tipo de intervencionismo, el moral.
Donde ya no solo se trata de implantar políticas económicas, sino de aplicar acciones gubernamentales a la salud, a las opiniones, a la conducta y a la felicidad del ciudadano.
📌 Este intervencionismo moral hace que el gobierno sea responsable del bienestar personal del ciudadano. Para lo que usa mecanismos que desplazan a las decisiones de las personas, las que son tomadas por los gobernantes. Ellos deciden su educación, sus ahorros, su dieta, su vivienda, incluso su educación y su moral.
Esto es el establecimiento de «un Estado de Bienestar, igualitario y fraterno [que proteja de] incertidumbres económicas, desigualdades sociales, desventajas y otras calamidades, en donde todos podamos vivir sis angustias ni temores».
Si con el intervencionismo económico el gobierno acumula poder económico al poder político ya detentado, el intervencionismo moral le permite agregar el poder moral, la determinación de lo que es bueno y malo para la persona.
O como se ha propuesto recientemente, tener un gobierno para «auspiciar una nueva corriente de pensamiento para promover un paradigma moral del amor a la familia, al prójimo, a la naturaleza y al país».
Se trata de una responsabilidad estatal agregada cuya «meta última […] es lograr el amor y hacer el bien porque en ello radica la verdadera felicidad». Esto es igual a tener la mayor centralización de poder posible en el gobierno, incluyendo el poder para decidir lo moral.
Definición de intervencionismo moral
📌 Es un tipo de intervencionismo que asigna al gobierno la definición de lo bueno y de lo malo, de lo debido y lo indebido. Crea de esa manera un código moral que define según su voluntad y lo implanta mediante el uso de la fuerza y la coerción.
Es un fenómeno de acumulación de poder en los gobiernos. A su poder político natural que incluye en uso de la coerción, ellos agregan el poder ético.
Una transformación gubernamental: la moral expropiada
Es mi intención conceptualizar un problema mayor de política. Un cambio en la definición de la palabra ‘gobernar’.
🩸 En su sentido original, gobernar un país era regir a esa sociedad mediante el uso de leyes que imponen un orden que logra respeto a las personas y sus bienes. Es la creación y el mantenimiento de un estado de derecho que preserva libertades.
🩸 En el sentido actual, gobernar es resolver los problemas personales del ciudadano mediante la acción gubernamental que anula responsabilidades individuales. Los gobiernos definen a lo bueno y a lo malo y usan la fuerza para implantar la moral que ellos han creado.
La autoridad inherente a todo gobierno, el poder que debe tener para realizar sus funciones de aplicación de la ley que rige relaciones entre personas y entre ellas y el gobierno, ha pasado por un proceso de cambio.
Precisiones sobre intervencionismo moral
El gobernante tradicional ha cedido su lugar a otro tipo de gobernante. A una especie de terapeuta social, trabajadores sociales que se hacen responsables de cuidar integralmente a los ciudadanos.
La misión del gobernante actual toma ahora un papel de asistente con poder para resolver problemas de las personas. Esas cosas cotidianas que enfrenta toda la gente. Incluyendo decisiones morales.
Las situaciones que antes las personas debían resolver por sí mismas y en conjunto con otras, han sido añadidas a las funciones gubernamentales de asistencia y atención oficial. Los dilemas morales de la persona han sido solucionados por los gobiernos.
📌 Es una transferencia de decisiones que antes tomaba la persona y que ahora toma el gobierno en terrenos de educación, salud, sexo, vivienda, crédito, empleo, pensiones, alimentación, consumo y el resto de las diferentes acciones que la persona realiza.
Este es el corazón del cambio en el significado de ‘gobernar’ —que ahora toma la forma de una sustitución de quien toma las decisiones.
Sustitución de decisiones
📌 Así como el gobierno puede decidir la sustitución de importaciones, ahora el gobierno decide la sustitución de decisiones personales. Él decide la escuela a la que se mandan a los hijos, el monto de las pensiones, la ayuda para desempleo, la buena alimentación, los productos que debe evitarse, la definición de matrimonio, la moralidad del aborto…
En una sociedad libre, el individuo toma esas decisiones y acepta sus consecuencias. Pero en la nueva manera de gobernar, el individuo deja de tomar decisiones y las toma el gobierno. Esto crea un escenario moral muy distinto.
Cuando la persona toma sus decisiones, ella usa sus ideas sobre lo bueno y lo malo y actúa en consecuencia con una decisión autónoma. La persona es por definición libre y una entidad moral que hace distinción entre lo deseable y lo indeseable, entre lo bueno y lo malo.
Pero cuando la persona deja de tomar sus decisiones y las toma el gobierno, entonces el juicio moral deja de ser personal y se convierte en gubernamental. Es ahora el gobierno quien decide qué es lo bueno y qué es lo malo.
El proceso de sustitución y transferencia de decisiones del particular al sector público es, sin forma de evitarse, un traslado del juicio moral que implica toda decisión. Ahora la autoridad política es la que decide qué es lo bueno y qué es lo malo.

Gobierno como árbitro moral: la idea de Ratzinger
El papel del estado o gobierno ha sufrido transformaciones sin que de ello exista mucha conciencia. Sin poner atención, su poder ha sido extendido como si ello fuese lo natural y lógico.
Para muchos, el gobierno se ha convertido es un árbitro moral, que decide lo que es bueno y lo que es malo. El gobierno ha sido transformado en creador de la moral y juez de la verdad.
Ratzinger examina el tema proponiendo ideas con sentido común y que llaman de nuevo a la separación de funciones entre iglesia y estado.
📕 La idea reportada aquí fue encontrada en la obra de Ratzinger, Joseph (Benedicto XVI) (2006). Values in a Time of Upheaval. The Crossroad Publishing Company, pp 67 – 70.
Al final del capítulo titulado The Significance of Religions and Ethical Values, el autor presenta un resumen de siete ideas, que es lo que aquí se resume en tres áreas que las agrupan.
El gran tema es la razón de ser del gobierno, o quizá mejor dicho, su naturaleza, la que lo permite entender y, por tanto, exponer sus límites. Una crítica al gobierno convertido en árbitro moral.
El Estado no es un absoluto
Primero, dice el autor, el estado no puede ser en sí mismo la fuente de la moral y la verdad. Los gobiernos, por su naturaleza, están imposibilitados para producir la verdad por sus propios medios, usando una ideología cualquiera. El estado no es un absoluto.
Las ideologías que produciría un estado absoluto estarían sustentadas en personas, razas, otras entidades, como las mayorías.
Más aún, la meta del estado no puede ser definida en una libertad sin contenidos definidos, pero esos contenidos tienen que ser establecidos si se desea tener una sociedad posible y libre.
📌 Es decir, el Estado necesita elementos o contenidos que hagan viable su labor. Contenidos que sean absolutos, que no puedan ser manipulados: un mínimo monto de verdad y de conocimiento de la verdad. Y el Estado no los puede crear.
Si lo hace, sería un absoluto. Así Ratzinger sugiere implícitamente la siguiente consideración.
Si el estado no puede crear los contenidos de la libertad en una sociedad ordenada, esos contenidos de la verdad y la moral deben ser obtenidos de otra parte.
La verdad es externa
Segundo, el autor lo menciona explícitamente: esos contenidos de verdad y de conocimiento de lo bueno son externos al Estado. No pueden ser creados por él. Si lo fueran podrían ser cambiados al gusto del gobierno.
📌 El Estado, para bien de todos, por tanto, toma de fuera de él esos elementos que son independientes de él. Si acaso fuese el Estado su creador, se tornaría en una entidad ilimitada que manosearía a su conveniencia la verdad y la moral.
Puede esto quizá entenderse esta idea como una nueva manera de expresar un freno al poder estatal. Otra de las razones por las que es posible negar que el gobierno sea convertido en árbitro moral.
📌 En la división tradicional del poder del estado, se crean las ramas ejecutiva, legislativa y judicial, dentro de un sistema con elecciones periódicas. Aquí el autor coloca otra división del poder, el reconocimiento de que la verdad y la moral son externas al estado y este debe respetarlos.
La posibilidad ideal de conocer eso que es exógeno al gobierno sería el uso de la razón, una tarea filosófica a cultivar. Es decir, una vez que se reconoce que verdad y moral son externas al estado, queda por resolver ese conocimiento y una posibilidad es esa tarea ideal, la de hacer uso de la razón humana.
La influencia de la historia
Pero esto que sería ideal no existe con independencia de la historia. Es solo dentro de un contexto histórico que se tiene el uso de la razón y el pensamiento, al mismo tiempo dependiendo del contexto, pero también trascendiéndolo.
Si no se puede llegar a ese plan ideal, sí se puede acudir a la razón pero ahora dentro de la historia y ella nos ha mostrado realidades.
Es una realidad que los gobiernos han reconocido y aplicado la razón moral teniendo como base tradiciones religiosas, las que han provisto educación moral.
Hay que reconocer, sin embargo, que la disposición a aceptar a la razón y al conocimiento de lo bueno ha variado entre las religiones históricas, igual que ha sido variable la relación que se ha tenido entre religión y Estado.
En la historia se encuentran también tendencias a asignar al Estado un nivel de divinidad, considerándolo absoluto en términos religiosos. Pero también, existen formas de relación de Estado y religión que han sido provechosas, entre conocimiento moral basado en la religión y el buen ordenamiento del gobierno.
Hasta podría decirse que grandes instituciones religiosas y estatales han manifestado acuerdos importantes, coincidencias significativas en lo que es moralmente bueno. Esto puede interpretarse como un acuerdo en una racionalidad compartida.
Son como lecciones de experiencias pasadas y que han usado la razón. Sí, han existido discrepancias y variaciones, pero también coincidencias y acuerdos.
Cultura religiosa universal y racional
Tercero, Ratzinger, siguiendo con la historia, apunta que la fe cristiana ha demostrado ser la cultura religiosa más universal y racional.
Incluso hoy en día, la fe cristiana sustenta en la razón su estructura moral, la que si bien no ofrece una cualidad evidencial, al menos sí provee una fe racional sin la que una sociedad no podría perdurar.
La aseveración puede sorprender a algunos, los que suelen asociar a las creencias religiosas con la irracionalidad. La realidad suele sorprender y este es un caso quizá paradigmático.
Lejos de estar alejada de la razón, la fe cristiana tiene fuertes fundamentos de ese tipo y por eso precisamente brinda una ayuda sustancial en la determinación de los contenidos externos al estado.
📌 Vuelve ahora el autor al tema inicial, el del Estado recibiendo de fuera su sustento principal. Lo que recibe no es una moral meramente racional, sino la razón que ha madurado en la forma histórica de la fe.
La aspiración religiosa
Es necesario aclararlo: la Iglesia no debe aspirar a volverse un Estado o gobierno, ni a conformarse como una entidad de poder dentro del Estado o más allá de sus fronteras.
La aclaración es imprescindible, sobre todo para las formas de pensar que se sustentan en entender a la realidad como luchas de poder y nada más. La afirmación es contundente y puede ampliarse a una regla general tomando las ideas del autor: no es conveniente que las iglesias se fusionen con el estado.
Si eso hiciera la Iglesia, ella caería en la contradicción de convertirse en lo que desea negar. Fusionándose con el Estado, las esencias de la Iglesia y del estado serían destruidas.
La Iglesia es exterior al estado, porque de esa manera ambas instituciones pueden ser lo que deben ser. Las dos deben tener sus lugares apropiados y también reconocer sus límites, para permanecer en ellos.
Ambas deben respetar su libertad y su ser porque esa es la manera en la que ellas pueden servirse. Más aún, la Iglesia debe esforzarse en hacer brillar a la verdad moral que se ofrece al estado y a los ciudadanos.
Esta verdad debe ser fuerte dentro de la Iglesia y debe formar a las personas, porque solo así puede convencer a otros, siendo una fuerza que funcione como una especie de levadura en provecho de todos.
El gobierno convertido en árbitro moral
La gran idea del papa Benedicto XVI tiene un valor práctico extraordinario para todo defensor de la libertad humana.
Frena la posibilidad de que los gobiernos dominen la moral y la ética. Una cualidad que será apreciada por todos, incluyendo a los ateos.
Refuerza además la idea de la asociación entre el Cristianismo y la razón. Si bien el clisé es disociarlas, creyendo que esa religión aborrece la razón y favorece la superstición, debe recordarse que movimientos filosóficos actuales de considerable influencia han afirmado que ni siquiera como ideales debe tomarse en cuenta a la verdad, la racionalidad, la objetividad y la realidad.
Por eso, resultó en verdad sorprendente para muchos que en 1998 haya sido publicada una encíclica en la que se defiende a la razón humana y el descubrimiento de la verdad.
El hecho es tan llamativo que un autor comentó que haría revolverse a Voltaire de su tumba al saber que el defensor de la razón era en estos tiempos en obispo de Roma (Gregg, S. On Ordered Liberty: A Treatise on the Free Society, Religion, Politics, and Society in the New Millennium, Lexington Books, p. 7).
Cuando el gobierno se ha convertido en árbitro moral, los límites de su poder desaparecen y la puerta al totalitarismo se abre de par en par.

Conclusión
Más allá del intervencionismo económico, existe un intervencionismo moral cuando el gobierno se apropia de la autoridad para dictar qué es bueno y qué es malo para sus ciudadanos.
Esto se manifiesta en acciones como prohibiciones de conducta, promoción de ciertas ideas sobre salud (sexual o alimentaria) y la «medicalización» de fallas éticas, diluyendo la responsabilidad personal.
Sus características incluyen un aumento del poder gubernamental, la influencia de intereses especiales que imponen sus agendas, la ingenuidad ciudadana que no percibe la pérdida de libertad, y el fomento de la división social a través de «guerras culturales». Esta expropiación de la moral concentra un inmenso poder en el Estado, abriendo la puerta a regímenes totalitarios que erosionan la libertad personal.
Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) refuerza esta crítica, argumentando que el Estado no puede ser la fuente de la moral y la verdad, ya que es una entidad limitada.
La verdad y los valores morales deben ser externos al Estado para que este no los manipule a su conveniencia. El reconocimiento de que la moral es exógena al gobierno sirve como un freno esencial a su poder, similar a la división de poderes tradicional.
Ratzinger sugiere que la razón, a lo largo de la historia, a menudo ha encontrado fundamentos morales en tradiciones religiosas, destacando la fe cristiana como una cultura religiosa universal y racional que proporciona una base ética sólida.
Enfatiza que la Iglesia no debe aspirar a fusionarse con el Estado, ya que ambas instituciones deben mantener sus límites y libertades para servir mejor a la sociedad. En última instancia, un gobierno que se convierte en árbitro moral anula sus propios límites y abre la puerta al totalitarismo.
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