Un producto del capitalismo

Las hipótesis económicas básicas y esenciales que presupone el estudio de la conducta de las personas: quiénes son, cómo actúan, qué saben, qué las mueve y las sorprendentes conclusiones que de allí salen.

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Hipótesis económicas básicas

Los economistas —se ha dicho una y otra vez— parten de supuestos acerca del comportamiento de las personas. Esas presuposiciones acerca de cómo se comportan las personas son:

• Las personas son racionales.
• Conocen sus necesidades.
• Se interesan por su bienestar.
• Pueden tomar decisiones y actuar.

En pocas palabras, las personas tienen la capacidad para tomar ellas las decisiones de conducta que más convienen a sus intereses propios e individuales.

📌 Esto deriva en una conclusión inevitable: nadie más puede tomar mejores decisiones que cada una de ellas para el logro de su propio bienestar. Debe notarse que esas cuatro hipótesis suponen algo previo: son las personas individuales las que toman las decisiones, ni grupos, ni acumulados lo hacen. Por tanto, la unidad de análisis económico es la persona misma. Y ese análisis supone además:

Escasez de recursos y opciones.
• Es mejor tener más de un bien que menos.
• Pero conforme más se tiene de un bien él va perdiendo valor personal.

📍 Las hipótesis económicas centrales son un tema que lleva a otros, como Economía Clásica, el significado de «la mano invisible» de Adam Smith y la posibilidad de aprender Economía en todas partes.

¿Conducta perfectamente racional?

El conjunto de estas hipótesis económicas básicas es lo que se ha llamado homo economicus: una persona racional, capaz de decidir y actuar, con conocimiento que persigue lograr beneficios personales siguiendo principios de menor esfuerzo y mayor logro.

El tipo de persona que la Economía supone ha sido caricaturizada en la imagen de un ser egoísta, sin sentimientos, orientado solo a tener un beneficio pecuniario y que carece de todo principio moral —una imagen inexacta, más o menos como una falacia del insulto.

Algunas precisiones

Deben hacerse precisiones que ayuden a entender esas hipótesis sobre la conducta de la persona. Las que, en otras palabras, significan poder pensar, seleccionar entre opciones, conocer necesidades, buscar el beneficio propio y calcular costos.

1. No hay perfección

Ante todo, ninguna de esas hipótesis supone que el comportamiento de la persona sea perfectamente racional, como la que lograría una máquina mediante un programa de procesamiento de información.

No significa creer que las personas son capaces de razonar con perfección calculadora absoluta. Pero sí supone que son racionales y que al mismo tiempo, pueden equivocarse.

2. Sí hay razonamiento

Supone que la persona puede razonar y pensar —pero no que jamás cometerá errores. Tampoco supone que las decisiones tomadas estarán exentas de sentimientos y emociones.

Las hipótesis económicas básicas acerca de la persona la entienden como capaz de conocer, de razonar y actuar seleccionado entre opciones.

3. Sí hay conocimiento

Supone que la persona conoce sus necesidades pero no que ese conocimiento es perfecto y absoluto, ni que no contiene lagunas de desconocimiento.

También, presupone que la persona conoce la realidad, y la entiende lo suficiente como para tomar decisiones.

4. Sí hay interés propio

Se cree que la persona se interesa en su propio bienestar como primera prioridad —pero no que actuará necesariamente lastimando a los demás, o sin considerarlos.

5. Sí hay opciones de acción

Supone que puede calcular costos de sus posibles cursos de acción posibles —pero no que esos cálculos serán exactos y fríamente realizados.

6. Sí hay capacidad creadora

Las hipótesis económicas básicas acerca de las personas presuponen que ellas tienen capacidad de trabajo para producir bienes que satisfacen sus necesidades —que ellas pueden transformar los recursos existentes en satisfactores.

7. Sí hay posibilidad de intercambios

Se presupone que personas con los anteriores atributos son capaces de colaborar y cooperar entre sí para producir bienes e intercambiarlos. Crean así procesos e instituciones de producción e intercambio.

Entonces…

De todo lo anterior, se concluye por necesidad lógica que la persona que mejor preparada está para atender su propio bienestar es ella misma.

La persona, cada una, razona, piensa, selecciona, produce, consume, usa mejor que nadie más cuando ella atiende a su propio bienestar. Esto puede ser mejor entendido si se examinan las distancias entre la persona y sus decisiones.

Distancia cero

La persona misma toma sus propias decisiones de compra, venta, trabajo, uso de propiedades y demás.

Distancia cercana

Los terceros que conocen de cerca a la persona pueden aproximarse a las decisiones que ella tomaría pero no podrían duplicar exactamente las decisiones.

Este caso sucede en las familias, cuando entre sus miembros se atienden unos a otros y lo pueden hacer porque se conocen muy bien.

Distancia media y larga

Los terceros que conocen muy poco a la persona no pueden aproximarse a las decisiones que ella tomaría y no tienen la información suficiente como para duplicar las decisiones de la persona.

Ellos no conocen a la persona no podrían duplicar las decisiones de ella. Simplemente no tienen ninguna información que se los permita. Esta es la idea esencial del principio de subsidiariedad.

📌 Los supuestos económicos básicos acerca de la conducta humana racional señalan que es la persona la que mejor conoce sus intereses. la que mejores decisiones puede tomar para alcanzarlos y la que tiene los incentivos más fuertes para actuar con acierto.

Es decir, las hipótesis económicas básicas indican otra cosa adicional. Las personas disminuirán su bienestar personal conforme sus decisiones propias sean tomadas por terceros y cuanto más alejados estén estos, más se reducirá el bienestar personal.

«Déjame hacer lo mío»

Es de las hipótesis básicas económicas acerca de las personas y su conducta que sale una sugerencia razonable, la de «déjame a mí hacer mis cosas, pues soy el que más interesado estoy en mi bienestar».

Esta mentalidad tiene su nombre y merece un breve apartado.

Laissez faire

La frase francesa tiene una historia fascinante. Se cuenta que la pronunció por primera vez un mercader y banquero francés que así resumió lo que un gobierno debía hacer.

Dejar hacer a la gente, dejarlas solas, sin que nadie más se metiese en sus asuntos. La frase se convirtió en algo repetido y al final ella resume sin detalles una visión del ser humano.

Laissez-nous faire; laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même.

Todas estas maneras de expresarlo tienen un mismo común denominador: déjenos solos, dejar hacer y dejar pasar, dejar hacer y dejar pasar que el mundo se mueve por si mismo.

Es, el el fondo, la idea de un ser humano capaz por sí mismo y, más aún, de un conjunto de seres humanos capaces de hacer cosas con méritos y esfuerzos propios. Lo que coincide con las hipótesis básicas económicas.

Lo opuesto

Una de las mejores maneras de comprender la idea es ver su opuesto. En esos tiempos, significó la sencilla exclamación que reaccionaba en contra de la interferencia gubernamental en los asuntos de mercaderes y banqueros. «Si nos dejan libres nosotros lo podemos hacer, no necesitamos la ayuda del gobierno y sin ella lo haremos mejor».

Su opuesto es la interferencia estatal, la intromisión gubernamental en asuntos privados.

Hay un buen tono de optimismo en el laissez faire, pues parte del supuesto de que cada ser humano tiene altas capacidades, que él puede razonar y decidir, que tiene conocimientos y que no puede ser sustituido sin serias consecuencias.

Pero tiene una connotación adicional acumulada. Si el laissez faire se deja funcionar en toda una comunidad, los resultados serán admirables: se tomará el mayor número de decisiones benéficas.

Interferir con ese sistema causará problemas mayores pues las personas ya no tomarán las mejores decisiones, sino las que sobre ellas se impongan y que por definición no son las propias.

Es lo mismo que Rothbard y su idea sobre sobre los intercambios: si son libres logran beneficios a todas la partes y no se necesita la intervención de nadie más. Si alguien interviene por la fuerza, al menos una de las partes pierde.

Y eso es lo que origina otra de las expresiones económicas más conocidas.

La mano invisible

La frase es de las más conocidas. Su autor es Adam Smith (1723-1790), el supuesto fundador de la Economía (con lo que muchos estarán en desacuerdo). Comienza así:

«No es por la benevolencia del carnicero, ni la del cervecero, ni la del panadero, que llega a nosotros nuestra comida, sino por la atención a su propio interés».

La idea es al menos llamativa: nuestra cena de hoy por la noche llega a nuestra mesa no porque los fabricantes de queso, embutidos y vino sean caritativos; llega porque ellos están buscando su propio bienestar.

En resumen, es un fenómeno de efectos no intencionales, que se completa así:

«… al dirigir esa industria de tal manera que su producto pueda ser de gran valor, solo intenta su propio beneficio, y está en esto, como en muchos otros casos, siendo llevado por una mano invisible para promover un fin que no fue parte de su intención».

Por tanto…

Las hipótesis económicas básicas acerca de la conducta de las personas han llevado a la conclusión de que nadie está mejor preparado para lograr su propio bienestar que la persona misma —es decir, si no se le permite a ella tomar sus propias decisiones, su bienestar disminuirá.

Pero la idea de la mano invisible ha dado otro paso y que no es fácilmente asimilable. Buscando su propio beneficio personal, sin proponérselo, las personas terminan ayudando a las demás a lograr el suyo.

Usted busca su propio bienestar y si lo hace bajo ciertas circunstancias, logrará algo que ni siquiera se imagina, el bienestar de otros que quizá usted ni siquiera conoce.

Es una idea revolucionaria que indica la enorme complejidad de la sociedad, la que apunta a un fenómeno espontáneo: la liberación de talento crea dinamismo económico


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[Actualización última: 2023-07]