La disyuntiva es absurda, pero real. ¿Qué es lo que debe enseñarse? ¿Que es lo que la educación debe hacer? Responder que puede enseñarse lo falso es ridículo. Es obvio que la educación debe guiarse por lo verdadero. Es enseñar la verdad.
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Introducción
El tema es fascinante. Un problema complejo, interesante. Muy de nuestros tiempos, pero no exclusivo nuestro. Es el tema de enseñar la verdad y su relación con los derechos.
Piense usted en esta posibilidad. Sabemos que es verdad que 2+2=4. Es una verdad innegable. Eso nos lleva a la pregunta de si se tiene derecho a decir y enseñar que eso es mentira, proponiendo que 2+2=6. El problema es obvio. ¿Se tiene derecho a enseñar en una escuela, por ejemplo, que 3+3=4?
Cualquier persona razonable contestará que no. Que no existe ese derecho a enseñar una mentira. Y si acaso se enseña, la mayoría verá eso como algo excéntrico e indebido.
El principio normativo máximo de la educación es sencillo: ella debe enseñar la verdad. Hacer lo contrario sería absurdo, peor aún, negativo y de consecuencias funestas.
📍Este es el terreno de otras ideas, como el asombro frente a la verdad, la cercanía o lejanía de la verdad, el dilema del conocimiento y el sesgo de la verdad.
Enseñar la verdad
La cuestión no parece tener complicaciones serias. La educación debe enseñar la verdad, y no la falsedad. En un salón de clases, el curso debe mostrar al alumno que 2+5=8. Enseñar otra cosa sería indebido.
Lo anterior es más comprensible en las ciencias que aceptan mediciones, experimentos y comprobaciones. Los métodos para calcular la resistencia de materiales, las reacciones químicas, las leyes físicas y asuntos similares no presentan gran dificultad para aceptar eso. Las leyes de los gases son conocidas y se enseñan tomándolas como reales y verdaderas.
Los avances de estas ciencias se enseñan, incluyendo las distintas teorías y explicaciones, pero siempre con la idea de buscar comprobaciones demostrables. Entre las más celebradas demostraciones se encuentra la de A. Einstein.
«El eclipse total solar de 1919 permitió a los científicos británicos confirmar las predicciones del joven científico alemán Albert Einstein sobre como la luz se comporta en relación a la gravedad». bbc.com
Incluso con teorías y explicaciones opuestas o distintas, es posible enseñar la verdad a la luz de su ajuste con la realidad, educando en la necesidad de su poder para entender a la realidad externa.
Ciencias sociales: sus complicaciones
La sencillez con la que puede admitirse la idea de enseñar la verdad disminuye notablemente en ciencias cuyo objeto de estudio es la conducta humana, notablemente en áreas como la Economía.
Esta dificultad se debe a la facilidad con la que ellas son sujetas a preconcepciones, prejuicios e ideologías que tienden a retirarles su naturaleza descriptiva y asignarles un carácter normativo. Por ejemplo, en los casos de ideas como economía solidaria, haciendo de lado la real materia de la Economía.
Más complicaciones presentan áreas como la Filosofía, incluyendo sus campos de Ética, en los que también entra en juego la mentalidad relativista y el posmodernismo.
La consecuencia es la inevitable. Ya no puede aplicarse en estos terrenos, sin dudas, la norma de enseñar la verdad. Ella se ha puesto en duda y la solución general es presuponer que no existe la verdad, ni en Economía, ni en otras disciplinas similares. Por ejemplo, se descartan principios tan razonables de leyes económicas de oferta y demanda. Incluso se han propuesto ideas alocadas, como la «ciencia neoliberal», que es reprobable.
Instrucción religiosa
En cuanto a los asuntos religiosos, ellos han encontrado una solución razonable en la idea de la libertad religiosa. Cada persona es libre de creer o no en una religión y ellas pueden o no enseñarse en clases dependiendo de las decisiones personales. Es un principio sano de laicismo.
Tome el lector una religión, la que sea, y verá que ella piensa que posee la verdad. No tendría sentido una religión que no creyera eso. ¿Qué hace esa iglesia que está segura de ser depositaria de la verdad? No hay una respuesta única. Quizá se mueva entre dos extremos.
👎 Implantar el derecho de la verdad: creer que no existe el derecho a enseñar una mentira y que, por lo tanto, toda educación en un país deba ser hecha conforme a esa única religión. No solo la educación, sino las leyes, las costumbres, la cultura, todo.
👍 Implantar el derecho de la persona: creer que es la persona la que por sí misma sigue su conciencia y puede seleccionar alternativas erróneas, pero también puede seleccionar la verdad, es decir, esa religión.
El asunto ha sido explicado así:
«El planteamiento ya no se centra en el ‘derecho de la verdad’, sino en el derecho de la persona a seguir la propia conciencia en materia de práctica religiosa, libremente y sin injerencia ni coerción del Estado, aun en el caso de que, desde el punto de vista de la verdad religiosa, su conciencia sea errónea». Rhonheimer, M. (2009). Cristianismo y laicidad: historia y actualidad de una relación compleja. Ediciones Rialp, S.A.
Educar en la verdad
Lo anterior ayuda a examinar el significado y las complicaciones de incorporar a la verdad en la educación. Algo que puede explicarse según la clasificación hecha antes.
Ciencias exactas o experimentales
En este campo es donde más clara se entiende la idea de enseñar la verdad, entendida como la concordancia entre la realidad y la idea percibida de ella. Las leyes de la Química ilustran la imposibilidad de enseñar lo que es falso. La curiosidad disciplinada, sin embargo, podrá hacer adelantos que mejoren y refinen los conocimientos.
Ciencias sociales
Este campo abre la puerta a influencias que alteran la norma de instruir en la verdad. No siendo terrenos en los que hay fácil medición y experimentación, entran en ellos las posibilidades de abandonar a la razón y de dejar entrar a ideas preconcebidas que distorsionan la comprensión de la realidad. Incluso de negar la verdad.
Se tienen aquí enfrentamientos entre las intenciones científicas de describir a la realidad y los deseos de construir un mundo mejor sin atender a la realidad. Es especialmente notable la inclinación de las ideologías a acomodar a la realidad a sus prejuicios, sin atender el funcionamiento real de la verdad.
De prestan estas ciencias a ser medios de instrucción sesgada y distorsionada, alejada de la realidad. Es la sustitución de la descripción de la realidad con la creencia arraigada de cómo debería ser. Como si se tratase de negar la ley de la gravitación universal porque las personas no merecen dañarse al caer por las escaleras.
Más que en el campo anterior, es común encontrar aquí frenos al uso de la razón y la lógica. Donde son frecuentes las falacias y los diálogos fracasan con frecuencia. Entran aquí conceptos que alteran el encuentro de la verdad, como la tolerancia, el multiculturalismo, el relativismo cultural y los conflictos institucionalizados.
Donde debería mantenerse el uso de la razón disciplinada entra la emotividad, el optimismo irreal y las buenas intenciones. Más el contagio de la creencia que los métodos democráticos son una solución universal.
El riesgo de una instrucción educativa con fines de adoctrinamiento es enorme y real. La educación puede llegar a ser dominada por comunidades que buscan más adoctrinar al alumno que enseñarle la verdad. También es el caso de la censura progresista universitaria.
Educación moral y religiosa
En esta área de instrucción, pueden distinguirse dos campos. Uno es el de la educación religiosa, ya tratada antes. El otro es el de la Moral y la Ética usando medios racionales. Los dos se combinan en un «supernova espiritual» de opciones múltiples que es dejado a la decisión personal de un código á la carte.
Como en el caso anterior, aquí se tiene el riesgo de adoctrinamiento indebido. Por ejemplo, el acomodado a la conveniencia de un gobierno, o a la ideología de un grupo de presión.
Conclusión
Es un asunto fascinante. Imagine que usted sabe que 2+2+2=6. Esta seguro de eso y solo unos pocos de sus amigos lo saben también. Pero la gran mayoría de la gente que le rodea piensa de otra manera, cree que 2+2+2=8. Eso es lo que se enseña en las escuelas.
Ante eso, usted tiene dos maneras de reaccionar. Una es tomar el poder e implantar la idea de que 2+2+2=6, por la fuerza. La otra es emprender una serie de acciones persuasivas que persigan mostrar que eso es verdad, no por la fuerza, sino con actos que busquen convencer.
El ejemplo es extremo y ayuda a entender la dimensión del problema de la enseñanza de la verdad. En un mundo ideal no habría necesidad de usar la fuerza para imponer la verdad, ella sola sería aceptada voluntariamente.
Pero en el mundo no ideal en el que vivimos, estamos entre esas dos opciones: (1) ante la verdad no tiene libertad la mentira, o bien (2) la persona tiene la libertad de conciencia para aceptarla o rechazarla.
¿Qué sociedad será mejor, la que piensa que 2+2+2=8 o la que piensa que 2+2+2=6? La respuesta es obvia. Imagine los cálculos para la construcción de un puente en el que se piensa que 2+2+2=8. No será un puente confiable.
A lo que voy es que (1) es mejor la libertad humana y (2) la libertad tiene un riesgo siempre, el de vivir en el error. Y vivir en el error tiene consecuencias generales en esa sociedad. Los edificios construidos creyendo que 2+2+2=8 no serán tan buenos como los que parten de que 2+2+2=6. Las leyes que suponen cierta a la lucha de clases no serán tan buenas como las que defienden a la libertad.
Afortunadamente, con libertad, es posible determinar errores y corregirlos. Cuando se pierde la libertad será imposible corregirlos. Esta es una de las razones por las que la libertad debe ser conservada, incluso sabiendo que lleva a errores.
Debemos temer, por tanto, a las doctrinas que suponen que la mejor opción es la anulación de la libertad, sea para imponer una creencia o para forzar la desaparición de otra.
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